22 de agosto del 2002
¿Quiere saber sobre el golpe del 11A?: lea la prensa yanqui
Domingo Alberto Rangel
Quinto Día
Con la globalización, las cosas se han centralizado tanto en el
mundo que la verdad sobre cualquier episodio controvertido sólo puede
obtenerse en los grandes centros internacionales.
La historia o el proceso de todo pueblo es hoy el reflejo apenas de lo que ocurre
en el plano mundial. Estas reflexiones, elementales e ineludibles, dentro del
fenómeno de la globalización acaban de tener cumplida demostración
a propósito de nuestros acontecimientos del 11, 12 y 13 de abril, que
parecen tan venezolanos como la cachapa. The Nation, del 5 de agosto, ha insertado
una larga crónica de uno de sus colaboradores habituales, David Corn,
que abre las ventanas sobre aspectos, factores y responsabilidades en los sucesos
de aquellos días, desconocidos en absoluto en Venezuela, ignorados en
nuestra controversia política y jamás mencionados, como es obvio,
entre quienes aquí pasan por linces de la información. ¿Ha oído
el venezolano medio hablar de la National Endowment for Democracy de Estados
Unidos? Nadie o muy pocos. Ese organismo gastó en los meses que precedieron
al 11 de abril, según Corn, 85 mil dólares para cortejar en Venezuela
a políticos y dirigentes sindicales.
La National Endowment es creación virtual del Estado norteamericano y
hace, con decencia, como dice The Nation, lo que la CIA hace con menos decencia
o con indecencia total. En ese organismo están representados o influyen
los dos partidos del establishment norteamericano, la Cámara de Comercio
y la AFL-CIO, falta sólo un Kennedy y un Rockefeller para que esté
allí la huella completa de los que mandan en Estados Unidos.
El diálogo y la sangre
El responsable de la National Endowment for Democracy para América Latina,
Christofer Sabatini, intentó, según el autor de la crónica
que estamos glosando, reconciliar a las distintas corrientes pugnaces en la
arena venezolana. Hasta a los chavistas, dice The Nation con cierta candidez
sajona, de Wasp como habría dicho doña Adina Bastidas cuando estaba
recién importada de Washington.
Pero surgió cierta puja porque el International Republican Institute,
del Partido Republicano, en un exceso de viveza, quiso halagar él también
a los políticos venezolanos y desplegó, además de su bonhomía,
un fajo de "travelers checks".
Mister Mike Collins, de ese instituto, llegó a ser tan entrometido que
sugirió a Alfredo Peña, sostiene la revista yanqui, ser menos
agresivo para que pueda obtener un respaldo más amplio en la opinión.
¿Todavía hablan de soberanía, autodeterminación y otras
zarandajas? Por cierto que Humans Rights Wacht, organismo profesional para la
defensa de los derechos humanos, sostiene, según The Nation, que tanto
el Gobierno como la oposición dispararon el 11 de abril.
De allí que en la Asamblea Nacional de Venezuela, la Comisión
de la Verdad se haya apagado como llamita, o como fosforito que no quiere arder
más, o al cual no le conviene arder más.
La plata del Tío Sam
Los fondos del National Endowment for Democracy, o sea, los 85 mil dólares
arriba mencionados, se gastaron en gente de Primero Justicia, Copei, Fedecámaras,
CTV y algún ala chavista, dice este periodista yanqui que nos hace un
favor al destapar la olla podrida. ¿Y no recibirán también la
atención de este organismo algunos militares? Los gringos han sido los
fundadores de casi todos los ejércitos latinoamericanos. El papel de
Estados Unidos, las dos guerras mundiales y la larga guerra fría hizo
que los yanquis crearan algunos ejércitos, el de Panamá por ejemplo,
o modernizaran otros, Venezuela, Colombia, etcétera.
Digo estas cosas porque el reportaje de The Nation señala que alguien,
entre los gringos, insinuaba la conveniencia, antes del 11 de abril, de incorporar
a los programas de la National Endowment al Frente Institucional Militar de
Venezuela.
Pero hubo reticencias en eso, según confesión o revelación
de Christofer Sabatini arriba aludido, por las reservas de Estados Unidos a
todo lo que sea romper el "hilo constitucional".
No necesita un venezolano que no haya sido cogido a lazo tener la sutileza de
teólogo para suponer que no sólo enrolarían los yanquis
algunos militares en esta campaña, sino que los escrúpulos legalistas
de los generales la noche del 11 de abril, frente a un Chávez tan chorreado
que hasta pidió confesarse con monseñor Porras, vengan de una
prédica norteamericana oída por ellos sobre las necesidades de
preservar la legalidad.
Los generales legalistas
La noche del 11 de abril, no fue la noche de San Bartolomé, por fortuna.
Pelearon o se dividieron esa noche nuestros militares, lo cual podría
ser un signo de progreso. Cuando los militares pelean mediante proclamas o de
tesis jurídicas, no corre al menos la sangre.
La noche del 11 de abril, nuestros generales que tenían preso a un Chávez
asustadísimo, se volvieron Papinianos, tanto que provoca proponerle al
Consejo Universitario de la UCV incorporarlos al personal académico como
profesores de la Facultad de Derecho.
Es una escena digna de Franz Kafka, la de los generales discutiendo la fórmula
jurídica aplicable en el derrocamiento cuando el Presidente parecía
un conejillo mojado entre sus manos.
¿De dónde le vino a los generales esa inusitada ventolera jurídica?
Pues de mister Sabatini y demás funcionarios del National Endowment for
Democracy, cuyas andanzas, decisivas al parecer en el fallido golpe, ha revelado
The Nation.
Los periodistas venezolanos tenemos que hacer un acto de constricción
o una autocrítica como decía García Ponce allá por
1950, cuando aún era marxista o confesaba su marxismo o stalinismo. Una
revista o semanario gringo nos ha dado sobre el golpe del 11 de abril, un baño.
Pero no vayamos a avergonzarnos más de la cuenta. La historia se escribe,
desde los sumerios para acá, en las metrópolis. ¿Acaso la historia
de América Latina no se escribe sino consultando al Archivo de Indias
de Sevilla? En el callejón de las chayotas no hay ni una sola huella...