4 de agosto del 2002
Citigroup, sánate a ti mismo
Ralph Nader
La Jornada
En días recientes Citigroup, el consorcio de servicios financieros
más grande del mundo, envió a uno de sus más altos ejecutivos,
Robert Rubin, a divulgar algunas palabras tranquilizadoras respecto de la forma
de limpiar los escándalos corporativos y reparar el languideciente mercado
de valores. El mensaje de Rubin (y de Citigroup) apareció como un extenso
artículo de opinión en el periódico The Washington Post,
con el título "Recuperar la confianza". Como ex secretario estadunidense
del Tesoro, Rubin tiene sus seguidores, en particular entre la prensa financiera,
que es tan importante para el vasto imperio del banco.
La necesidad de Citigroup de presentar a Rubin como aliado de la reforma se
volvió evidente dos días después, cuando Carl Le-vin, presidente
del Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado, informó
que existían pruebas de que Citigroup y J. P. Morgan Chase "ayudaron
a sabiendas a Enron Corporation a disfrazar deudas es-tructurando vehículos
financieros de pantalla". El mecanismo no sólo facilitó el engaño
de Enron, que costó cientos de millones de dólares a inversionistas
y empleados, sino que ganó a Citigroup y J. P. Morgan Chase comisiones
por más de 200 millones de dólares. Rubin no hizo referencia alguna
en su artículo del Post a la complicidad de Citigroup en el escándalo
de Enron, pero quizá tenía en mente la participación secreta
del banco cuando sostuvo que "las reformas en las leyes y reglamentos, y su
aplicación, deben ser equilibradas y apropiadas".
Ahora que surgen más y más revelaciones en las audiencias del
Senado, es comprensible que Citigroup y sus ejecutivos presenten un alegato
en favor de la "aplicación equilibrada y apropiada" de la ley, quizá
como forma de suplicar compasión.
Por lo menos un senador en la audiencia -Peter Fitzgerald, de Illinois- planteó
la pregunta de cuántos de los escándalos actuales pueden atribuirse
a la decisión tomada por el Congreso en 1999 de permitir a los bancos,
compañías de seguros y de valores fusionarse y formar enormes
conglomerados financieros como Citigroup. La pregunta debió haber perturbado
tanto a Citigroup como a Rubin, pues ambos tu-vieron papeles destacados en la
aprobación de la norma respectiva: Rubin como secretario del Tesoro,
y Citigroup como el principal beneficiario de esa acción. Rubin dejó
el Tesoro en julio de 1999 y Citigroup anunció su contratación
el 26 de octubre, cuatro días después de que se logró el
acuerdo final referente a esa legislación.
En respuesta a la pregunta del senador Fitzgerald sobre la prudencia de permitir
las megafusiones de bancos y empresas de va-lores, Lynn Turner, ex contador
general de la Comisión de Cambios y Valores, afirmó que "las empresas
de valores y de banca no pueden trabajar juntas, participar juntas en transacciones
ni utilizar el brazo de valores para obtener negocios de banca".
Ese comentario se hizo eco de lo que muchos advertimos al Congreso en repetidas
ocasiones cuando la legislación era impulsada por Rubin, Citigroup y
los principales tiradores de la industria financiera. El cabildeo, patrocinado
con aportaciones sin precedente de las empresas de servicios financieros a las
campañas políticas, acalló todas las advertencias sobre
los peligros hoy tan evidentes en el derrumbe de Enron y otras corporaciones.
Para las organizaciones comunitarias y de consumidores en todo Estados Unidos,
las nuevas revelaciones sobre Citigroup no de-ben representar sorpresa alguna.
Los grupos comunitarios llevan años tratando de lograr leyes y reglamentos
que detengan los préstamos predatorios y otras prácticas engañosas
de las filiales de Citigroup.
Citigroup se convirtió en el principal prestamista predatorio del país
al adquirir Associates First Capital en septiembre de 2000 y fusionarlo con
otra de sus subsidiarias, CitiFinancial Credit. El año pasado, la Comisión
Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés) entabló demanda
contra Associates First Capital, Citigroup y CitiFinancial Credit Company por
prácticas injustas y engañosas en la concesión de préstamos.
Veamos lo que Jodie Bernstein, directora de la Oficina de Protección
al Consumidor de la FTC, dijo acerca de las prácticas de las filiales
de Citigroup: "Ocultaron información esencial a los consumidores, expresaron
con falsedad los términos de los préstamos, desviaron créditos
y cargaron comisiones opcionales para encarecerlos. Lo que hizo aún más
graves esas prácticas es que tuvieron como primeras víctimas a
los consumidores más vulnerables: trabajadores dueños de casas,
que tuvieron que pedir los préstamos para hacer frente a necesidades
de emergencia y a menudo no tenían acceso al capital".
El año pasado Citigroup pagó 20 millones de dólares a consumidores
de Associates en Carolina y 300 mil al estado para llegar a un arreglo respecto
a las acusaciones de que se había engañado a los consumidores
para que compraran a crédito un costoso e innecesario seguro de vida
como parte de sus préstamos hipotecarios. El New York Times informó
ese otoño que Citigroup ha-bía llegado a acuerdos en 200 demandas
referentes a prácticas de Associates y que al menos el doble de ese número
estaban en trámite en tribunales.
Sin embargo, estos hechos, al igual que los divertidos juegos monetarios que
ahora se revelan en las audiencias del Senado, cu-riosamente no se mencionaron
en el extenso artículo de Robert Rubin en el Washington Post sobre las
acciones que se necesitan para recuperar la confianza de la nación.
Parafraseando un viejo adagio: Citigroup, sánate a ti mismo.
* Ex candidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Verde
© Centro de Noticias de CommonDreams
Traducción: Jorge Anaya