15 de agosto del 2002
Granjas secretas y drogas transgénicas
Silvia Ribeiro
La Jornada, México DF, 11 de agosto 2002
En Estados Unidos se han realizado desde 1991 más de 300 experimentos
secretos en granjas que utilizan cultivos agrícolas para producir químicos
industriales y fármacos en plantas transgénicas, sin que los vecinos
ni el público tuvieran conocimiento de éstos ni de los riesgos
a los que están siendo expuestos. Se están utilizando maíz,
soya, arroz, tabaco, alfalfa, tomate y otros cultivos. El preferido, usado en
70 por ciento de los experimentos, es el maíz.
Las entidades donde se han hecho más experimentos han sido Nebraska,
Hawai, Puerto Rico y Wisconsin, seguidos de Iowa, Florida, Texas, California,
entre otros. En muchos casos las operaciones son al aire libre, en zonas de
intensa producción agroalimentaria. Los productos finales a extraer de
las plantas son en su mayoría secretos, pero entre los que se conocen
se incluyen anticuerpos -por ejemplo, maíz espermicida-, drogas abortivas,
coagulantes y anticoagulantes sanguíneos, hormonas, vacunas, enzimas
industriales, químicos para la industria de plásticos y adhesivos.
Algunos productos ya están en el mercado.
El extenso informe sobre estos experimentos, elaborado por Amigos de la Tierra
para la coalición estadunidense de consumidores y ambientalistas Genetic
Foodalert (www.gefoodalert.org), fue presentado el 16 de julio pasado
a las autoridades de ese país, que hasta la fecha no han respondido.
El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) tiene a su cargo la
autorización de estos experimentos, cosa que ha hecho, pero manteniendo
la confidencialidad pedida por las empresas en cuanto al lugar de operaciones
y el producto a obtener; es decir, totalmente a espaldas del público
y agricultores vecinos de los sitios. Según el informe, en los archivos
de los 198 permisos otorgados (en un total de 315 sitios) la cláusula
de "información de negocios confidencial" es citada 362 veces. Complementariamente,
el hecho de que no se consideran estrictamente cultivos, o químicos,
o farmacéuticos, ha confundido y evitado la mayor parte del aparato regulatorio.
Las empresas involucradas en estos experimentos son, entre otras, ProdiGene,
Monsanto, Pioneer, CropTech, Limagrain, Dow, Cargill. Según ellas, la
razón de hacer plantas transgénicas para producir químicos
y drogas es "económica": no se necesitan costosas instalaciones, las
plantas producen solas y los agricultores son baratos. Sin embargo, uno de los
pocos productos ya en el mercado, la avidina, producida en maíz transgénico,
comercializada por Sigma Chemical Company, se vende hasta 200 por ciento más
cara que el mismo producto obtenido a partir de clara de huevo, donde existe
naturalmente.
Es alto el riesgo de que estos cultivos se crucen contaminando otros cultivos
en los campos, ya que en muchos casos solamente se solicita que guarden cierta
distancia de los cultivos próximos. Ya se ha probado que esa distancia
ha sido superada por el polen llevado por viento o insectos, particularmente
en el caso de la canola y el maíz, que son de polinización abierta.
Además, los agricultores que los cuidan, tienen otras siembras en su
propia granja y no necesariamente toman todas las precauciones. O sea, en la
práctica, se liberan cultivos productores de químicos y drogas
al ambiente, a los insectos y animales que se alimenten directamente de ellos
y probablemente a la cadena alimentaria humana, como sucedió con la variedad
de maíz Bt Starlink, que se introdujo en el procesado de alimentos, pese
a no hacer sido autorizada para consumo humano y pese a que su cultivo guardó
la distancia requerida con otras parcelas.
Al respecto, la revista Nature Biotechnology afirmó en junio pasado:
"Las estrategias de contención de genes no son confiables en el campo.
Las compañías de semillas seguirán confundiendo lotes y
los molinos mezclando variedades. Aunque existan zonas de amortiguamiento que
teóricamente podrían contener la dispersión de genes, en
la práctica los agricultores no serán capaces (o no querrán)
seguir estas reglas. ¿Se puede esperar razonablemente que todos los agricultores
[limpien] meticulosamente todo su equipo para eliminar cualquier rastro de semillas
transgénicas? Más grave aún, el flujo genético podría
resultar en que materiales transgénicos no aptos para consumo humano
terminen en la cadena alimentaria".
El estudio menciona también la contaminación de maíz criollo
en Oaxaca y Puebla, como otro ejemplo de la imposibilidad de contener el escape
de los transgenes, donde la contaminación llegó al campo y al
consumo sin ni siquiera estar permitido su cultivo, y aún no se toman
medidas de contención.
Es claro que, de cara a la salud humana y animal, así como al ambiente,
este tipo de cultivos no deberían existir, ya que los riesgos son enormes,
y lo que intentan producir se podría, si fuera necesario, hacer por otras
vías. Esto ilustra, además, fehacientemente lo que espera a los
países que creen que con regulaciones de bioseguridad van a contener
el flujo de genes o la capacidad de burla de esas reglas -y de cabildeo para
ajustarlas en su favor- de las empresas multinacionales que dominan la tecnología
de los transgénicos. Mucho más responsable, sencillo y efectivo:
esta tecnología no es necesaria y no debería ser permitida.
La autora es investigadora del Grupo ETC