28 de agosto del 2002
El eje del mal se desmorona
Las contradicciones y paradojas de la política exterior del gobierno
Bush afloran con nitidez tras conocerse el contenido de la demanda presentada
por familiares de las víctimas del 11-S
Redacción de Webislam
La relación de personas e instituciones imputadas apuntan hacia Arabia
Saudí, aliado estratégico de Estados Unidos. Las relaciones Washington-Riyad
entran en una fase paradójica. Los demandantes exigen mil millones de
dólares a cada una de las personas e instituciones imputadas.
La asociación de víctimas del terrorismo denominada
"Familias del 11-S unidas para arruinar al terrorismo" han presentado una demanda
judicial, el pasado 15 de Agosto, cuyo contenido saca a la luz las contradicciones
de la belicista política exterior norteamericana. Los damnificados reconocen
la imposibilidad de que el atentado fuese obra de un grupo terrorista aislado
y señalan al estado saudí como responsable y financiador del terrorismo
de Al Qaeda y los talibanes.
Además de Osama Bin Laden, su hermano Tarik, y las empresas familiares
del clan —Saudi Bin Laden Group— al menos tres miembros de la casa real aparecen
como imputados: el príncipe Sultán Ibn Abdulaziz, ministro de
defensa, el príncipe Muhámmad al Feisal al Saud, presidente del
Feisal Bank y el príncipe Turki al Feisal al Saud, jefe de los servicios
secretos. Entre las instituciones saudíes que aparecen, en la demanda
presentada, como vinculadas a la financiación de la red terrorista figuran
algunas tan significativas como la Muslim World League y Al Haramain Islamic
Foundation.
Aunque en el informe se detallan las imbricaciones entre estas empresas e instituciones
financieras y la estructuran del estado saudí, no se formula una acusación
contra el estado saudí en su conjunto y sí, en cambio, contra
la República de Sudán.
Los encargados de la investigación reconocen la imposibilidad de que
el Gobierno de Estados Unidos tome medidas efectivas contra un estado con el
que mantiene una alianza estratégica de primer orden, en base a la dependencia
energética del petróleo. Ya en los años 50 Eisenhower firmó
con la monarquía Saudí un tratado en el que se reconoce dicha
dependencia estratégica y que convierte, de facto, a la monarquía
de los Saud, en una estructura intocable por los propios intereses de estado.
El contenido y las conclusiones previas de la demanda judicial sitúan
al gobierno Bush en una posición incómoda. Las víctimas
del 11-S apoyan incondicionalmente su agresiva política belicista y antiterrorista,
pero con sus demandas están poniendo en entredicho su status quo estratégico.
Por otra parte, el staff saudí en su conjunto es puesto en entredicho
y alienado en la primera fila del "eje del mal" diseñado por Bush, un
eje del mal que, en muchos informes que la inteligencia europea ha ido filtrando
desde la fecha de los atentados, aparece integrado por reconocidos mecenas del
terrorismo internacional, integristas protalibanes y banqueros y altos ejecutivos
norteamericanos, muchos de ellos pertenecientes al propio clan de George Bush.
Mientras todo esto sale a la luz, el monarca saudí descansa plácidamente
en Marbella en medio de faraónicas medidas de seguridad, rodeado de la
inmunidad económica que le procura ser uno de los hombres más
ricos del planeta. La inmunidad y placidez de que disfruta el octogenario monarca
en territorio de sus aliados estratégicos es expresión cabal de
la que disfruta el conjunto del estado saudí en el contexto de la legalidad
internacional.
El diseño del "eje del mal", como realidad legitimadora de la política
belicista de Estados Unidos, sufre un duro revés con el contenido de
esta demanda judicial que pone en peligro una alianza estratégica por
el momento innegociable e incuestionable. Una de las paradojas con las que habrá
de enfrentarse ahora el gobierno Bush es la de asumir las conclusiones de la
demanda. La cuantía de las idemnizaciones que reclaman los afectados
—un billón de dólares por persona e institución imputada,
en total casi veinte billones de dólares— está justificada precisamente
en base a la lucha contra las instituciones financieras que apoyan y fomentan
el terrorismo con el objetivo claro de arruinarlas, pero en dichas instituciones
aparecen entremezclados los intereses económicos y políticos de
Estados Unidos y Arabía Saudí, como estados que mantienen un pacto
estratégico. La justicia norteamericana, defendiendo sus intereses nacionales,
está llevando a cabo la política que el gobierno de Bush se ve
imposibilitado de estructurar. El eje del mal se desmorona.