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Internacional

La teoría de la guerra preventiva

NIKO SCHVARZ

Vamos a incursionar en la geografía de Canadá y en la historia de las manifestaciones multitudinarias de Génova en julio de 2001 contra el G7+1, para exponer lo que acontece en vísperas de la nueva reunión de los gobernantes de los siete grandes del mundo industrializado (EEUU, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia) más Rusia, que se verificará el 26 y 27 de junio en algún lugar de Canadá.

Un pueblito perdido
Usamos esta expresión porque la reunión se efectúa en un lugar absolutamente desconocido, y no por casualidad. Así se planificó el año pasado, con la finalidad de escapar a las expresiones de protesta de decenas y cientos de millares de militantes que condenan la globalización capitalista y consideran, como proclamó el Foro Social Mundial de Porto Alegre, que otro mundo es posible. Ya en Génova el G8 sesionó en un castillo amurallado, aislado con altas verjas de los manifestantes, contra los cuales el gobierno de Berlusconi ejerció la más brutal represión, con el joven Carlos Giuliani muerto, arrasamiento de locales de organizaciones sociales e infiltración de provocadores armados. Todo esto se encuentra debidamente documentado en video.

¿Oyeron ustedes alguna vez hablar de Kananaskis? Pues es allí, en ese pueblito casi inaccesible de las Montañas Rocallosas, que se verificará el encuentro. Al ofrecerlo como sede en Génova, el primer ministro canadiense Jean Chrétien dijo que debía reducirse el número de visitantes, porque faltaban camas y alojamientos. Todo sea en nombre de la seguridad, frente a los revoltosos. Esto sucede en la provincia de Alberta, fronteriza con EEUU; del otro lado se encuentra Montana y más al oeste el estado de Washington, en cuya capital, Seattle, se realizó la gigantesca manifestación, con participantes venidos de todo el mundo, que obligó a cancelar en diciembre de 2000 la reunión de la OMC (integrante junto al FMI y al BM del trípode del real poder mundial), en lo que se ha considerado como un punto de partida, expresión de fortaleza y madurez del movimiento internacional contra la globalización capitalista.

Kananaskis se encuentra a 110 km de Calgary, capital de Alberta. Allí se proyectan las manifestaciones de protesta. Contra ellas ha tomado medidas draconianas el alcalde David Bronconnier. Los organizadores querían montar en la ciudad un campamento de solidaridad, como lugar de encuentro, conferencias, talleres y espectáculos. El alcalde se negó en forma categórica, y visitó la redacción del Calgary Sun para proclamar que "los anarquistas están a nuestras puertas, los provocadores quizá se encuentren ya entre nosotros, prontos a destruirlo todo, y la cuestión es: nosotros contra ellos, Calgary contra el eje del mal". Para que no cupieran dudas, habló de levantar muros de cemento, clausurar determinadas zonas de la ciudad y lanzar a la acción el destacamento policial especial "Mass Arrest Processing Unit" para proceder a detenciones masivas. El ejército se encuentra pronto a intervenir, dotado de equipamiento adecuado. Aviones norteamericanos estarán a disposición en el aeropuerto, mientras el FBI, la CIA y otras agencias seguirán atentamente el curso de las operaciones. Como fundamentación, Bronconnier exhibió un expediente de cinco pulgadas de alto conteniendo "documentos secretos", según declaró, y otro dossier con el procedimiento a seguir para declarar el estado de sitio.

Como se ve, es la traducción a términos locales del discurso de Bush, como el utilizado el día 6 para justificar la creación de un gigantesco aparato de represión interior y que ha levantado la marcada oposición de sectores lúcidos de la sociedad norteamericana. De paso sea dicho, los uruguayos hemos tenido dolorosas pruebas en estos días de los destratos y amenazas sufridas por quienes llegan a ese país, que se unen al descaecimiento de las libertades para miles de residentes en EEUU que se han visto desprovistos de derechos básicos. En un manifiesto, intelectuales, académicos y artistas estadounidenses denuncian la "guerra sin límites" declarada por Bush y la represión interior como "injustas, inmorales e ilegítimas", a la vez que critican como "servil e intimidada" la actitud de cierta prensa. Algunos de ellos han sufrido el despido por este gesto de conciencia, en una sociedad cada vez más macarthizada. En su declaración se preguntan: "¿Qué clase de mundo tendremos si EEUU dispone de un cheque en blanco para enviar comandos, asesinos o bombas allí donde quiera?"

No otra cosa se propuso Bush en su reciente discurso en la academia militar de West Point, demostrativo de que bajo el manto de la "lucha antiterrorista" cabe toda clase de iniquidades. El presidente ordenó a los militares que "estén preparados para acciones preventivas" porque "nuestra seguridad requiere transformar al ejército para que esté listo a atacar en cualquier esquina del mundo" y le asigna como misión destapar células terroristas en 60 o más países". Ni más ni menos. Es precisamente lo que hicieron en Afganistán (arrasando al país y poniendo al mando a su títere Karzai), en Irak (bombardeando impunemente a diario y con la amenaza de una nueva invasión) y es lo que perpetran sus socios como Sharon reduciendo a escombros las ciudades palestinas.

Este clima de guerra total es el que pretenden trasladar a todo el mundo. En ese marco intensifican la injerencia política y militar en Venezuela y Colombia. Cediendo al influjo yanki la Unión Europea declara "terrorista" a las FARC después que Pastrana mantuvo el diálogo con ellas a lo largo de tres años. Pretenden impregnar a la OTAN con esa concepción de guerra total, exacerbada después del atentado al consulado norteamericano en Karachi. *