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Internacional

16 de julio del 2002

Golpear primero: riesgos políticos y morales

Immanuel Wallerstein
La Jornada
La guerra sigue siendo una realidad en el mundo. Sin embargo, al menos durante cinco siglos en el moderno sistema mundial, los estados se han esforzado por crear "normas de guerra" que en alguna forma limiten y aun eliminen las formas más brutales y menos justificadas de combatir. Estas normas se han compilado cada vez más en tratados internacionales.
En 1945, la Carta de Naciones Unidas hizo una distinción entre iniciar una guerra y defenderse de la guerra que otros empiezan. La carta acepta la legitimidad de la "autodefensa" e incluso de la "autodefensa colectiva", es decir, acuerdos entre naciones de que si una es atacada las otras acudirán en su defensa. Si bien estos tratados han sido a menudo violados en la práctica, es el tributo del vicio a la virtud que a partir de 1945 los violadores han negado hipócritamente que lo sean. Han insistido en que las guerras no las empezaron ellos, sino el otro bando. Por ejemplo, Corea del Norte siempre ha negado que comenzó la guerra con Corea del Sur en 1950, arguyendo que fue ésta la que rompió hostilidades. Cuando Estados Unidos invadió Granada en 1983, afirmó que lo hacía sólo porque estaban en peligro las vidas de estudiantes estadunidenses de medicina, y por tanto Granada fue la agresora.
Durante la prolongada guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, se decía que había un "equilibrio del terror", lo cual significaba que ambos bandos sabían que, si uno comenzaba una guerra con armas nucleares, el otro estaba en posición de responder con efectividad, y por lo tanto el principal resultado sería la destrucción mutua. Sin embargo, hubo constante discusión en el gobierno de Estados Unidos (y tal vez también en el soviético) sobre si era posible y deseable emprender tal guerra en forma tan sorpresiva que el otro bando no fuese capaz de responder con efectividad. A esto se le llamó "golpear primero", es decir, un ataque "adelantado". Por supuesto, nunca ocurrió. No podemos estar seguros de que las decisiones se hayan tomado sobre todo por razones técnicas (la sorpresa jamás sería suficiente para evitar una respuesta devastadora) o políticas y morales (un golpe anticipado violaría la carta de la ONU). Lo que puede decirse es que ningún gobierno de Washington ha repudiado jamás en definitiva la posibilidad de ese primer golpe. Muchas personas creían que esto tenía el objetivo de mantener quieto al otro bando y no porque se intentara ponerlo en práctica.
Después del colapso de la Unión Soviética, se alegó que había menos razón para preocuparse por golpear primero, puesto que la guerra fría había terminado. Pero a partir del 11 de septiembre el tema ha vuelto a abordarse. En un discurso pronunciado en West Point en junio pasado, el presidente George W. Bush dijo: "Si esperamos que las amenazas se materialicen, habremos esperado demasiado". Es un lenguaje bastante claro: señala que golpear primero es legítimo, en especial desde que Condoleezza Rice explicó el mensaje precisando que "significa adelantarse a ciertos actos destructivos que un adversario pueda cometer contra uno".
Bob Woodward reveló, en el Washington Post del 16 de junio de 2002, que el gobierno de Bush ha estudiado en fecha reciente el posible uso de comandos estadunidenses para asesinar a Saddam Hussein. Estados Unidos ya ha organizado intentos de asesinato en las décadas de 1950 y 1960, y hasta donde sabemos ninguno dio resultado. A consecuencia de la revelación de tales prácticas por parte del comité Church del Senado, en 1973, el entonces presidente Ford ordenó suprimirlas. La orden fue mantenida por presidentes posteriores, inclusive Reagan y Bush padre. Esta es la orden que ahora se está abrogando.
En el número pasado del Diario Internacional de Inteligencia y Contrainteligencia (XV, 2, 2002), Jeffrey T. Richelson hace un alegato a favor del "asesinato como opción de seguridad nacional". Vale la pena revisar sus argumentos: "No puede sostenerse en forma convincente que la prohibición (de asesinatos) deba ser absoluta... Sería más razonable alegar que Estados Unidos debe mantener esa prohibición en su forma actual. Conforme a la interpretación del derecho internacional vigente en el país, las muertes de líderes enemigos señalados como blancos están permitidas precisamente en las situaciones en que son más recomendables: en plena guerra, durante una serie continua de ataques terroristas, o a la vista de un ataque inminente. Por lo tanto, la prohibición no impidió al presidente George W. Bush firmar en octubre de 2001 una pesquisa presidencial que autorizaba matar a Osama Bin Laden".
El plan, pues, parece claro. Primero, Estados Unidos intenta asesinar a Saddam Hussein. Si no resulta (y parece bastante improbable que resulte), entonces golpear primero. El presidente Bush se ha apremiado a indicar que desea un "cambio de régimen" en varios países. Decir que esto es violación de soberanía es una obviedad, la cual no parece inhibirlo, puesto que habla el lenguaje del poder, no el de la ley. Recubre el lenguaje del poder con el de la moral: la lucha contra el terrorismo y por la democracia. No abordaré aquí la eficacia política de tal estrategia. Ya lo he hecho en otros textos, y su eficacia política es precisamente el tema a debate en el gobierno estadunidense, en el Capitolio y entre varios gobernantes de la Unión Europea.
No se trata, sin embargo, sólo de una cuestión de política, sino de derecho y moral, temas en los que parece haber menos debate. A las personas simples (yo soy una persona simple) "golpear primero" no nos parece "defensa" por una sencilla razón: la única forma en que la ley reconoce la defensa es después de que ocurre un acto. La intención de cometer un acto no constituye ese acto, puesto que nadie sabe si se llevará a la práctica. Además, el que se adelanta es quien interpreta esa intención, y puede ser (como ocurre a menudo) que su interpretación sea errónea. En el derecho penal yo no estoy autorizado a dispararle a alguien porque lo haya oído decir cosas desagradables de mí y piense que algún día tratará de atacarme. Si, en cambio, el otro me apunta con una pistola, puedo dispararle en defensa propia. Sin esta distinción elemental estamos en un mundo sin ley.
Veamos ahora la moral. La moralidad de nuestros actos depende de que sean razonables. Y para que lo sean necesitamos tomar en cuenta hasta qué punto podríamos estar equivocados. Parece haber pocos indicios de que a algún integrante del gobierno de Bush le preocupe que podamos estar equivocados. Sin embargo, esa preocupación, ese autoanálisis, es crucial para la moralidad. Una guerra es un acto irrevocable. No es un daño menor que pueda rectificarse con, digamos, una compensación económica. Mueren personas, muchas en la mayoría de los casos. El que golpea primero puede decir que desea evitar que otras personas (sus amigos y familiares, sus connacionales) mueran en la agresión prevista del otro bando, pero el hecho es que él dispara primero y mata primero. Si tal conducta no está contenida en el mandamiento "no matarás", entonces, ¿cuál lo está?
Me parece, en fin, algo tan simple que es absurdo. Golpear primero va contra el derecho internacional. Golpear primero es inmoral. Si es un error político, podemos sobrevivir a él. Un error legal (de esta magnitud) socava la posibilidad misma de la ley. Y un error moral (algunos lo llamarían pecado) nos transforma y, hasta donde puede verse, no para bien.
© Immanuel Wallerstein
Traducción: Jorge Anaya