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9 de juni del 2002
Manifiesto ecosocialista
Joel Kovel y Michael Löwy
Capitalism Nature Socialism
Traducido para Rebelión por J. A. V.
Introducción. La idea de este manifiesto ecosocialista fue lanzada
en conjunto por Joel Kovel y Michael Löwy en un taller sobre ecología
y socialismo celebrado en Vincennes, cerca de París, en septiembre de
2001. Todos sufrimos de un caso crónico de la paradoja de Gramsci, al
vivir en un tiempo cuyo viejo orden está muriendo (arrastrando a la civilización
consigo) mientras el orden nuevo no parece capaz de nacer. Pero al menos puede
anunciarse. La sombra más profunda que se cierne sobre nosotros no es
el terror, el colapso ambiental, ni la recesión o depresión global.
Es el fatalismo internalizado que afirma que no existe alternativa posible al
orden mundial capitalista. Por eso quisimos poner un ejemplo de un tipo de discurso
que niega deliberadamente el ánimo actual de transigencia angustiada
y aceptación pasiva.
El ecosocialismo no es aún un fantasma, ni está plasmado en ningún
partido o movimiento concreto. Sólo es una línea de razonamiento,
basada en una lectura de la crisis actual y las condiciones necesarias para
superarla. No pretendemos ser omniscientes. Lejos de ello, nuestro objetivo
es invitar al diálogo, al debate, a la enmienda, sobre todo, en el sentido
de cómo esta noción puede realizarse. Innumerables focos de resistencia
surgen espontáneamente a través de la caótica ecumene
del capital global. Muchas son inmanentemente ecosocialistas en contenido. ¿
Cómo pueden reunirse ? ¿ Podemos imaginar una "internacional ecosocialista"
? ¿ Puede el fantasma llegar a existir ? Con ese fin, convocamos al debate.
Manifiesto ecosocialista. El siglo XXI se inicia de manera catastrófica,
con un grado sin precedentes de deterioro ecológico y un orden mundial
caótico, amenazado por el terror y por conglomerados de guerra desintegradora,
de baja intensidad, que se extienden como gangrena a través de amplios
segmentos del planeta -África Central, Medio Oriente, Asia Central y
del Sur y noroeste de Sudamérica- y reverberan a través de las
naciones.
En nuestra visión, la crisis ecológica y la crisis de deterioro
social están profundamente interrelacionadas y deben ser vistas como
distintas manifestaciones de las mismas fuerzas estructurales. La primera se
origina ampliamente en la industrialización rampante que desborda la
capacidad de la Tierra para amortiguar y contener la desestabilización
ecológica. La segunda se deriva de la forma de imperialismo conocida
como globalización, con efectos desintegradores en las sociedades que
encuentra a su paso. Más aun, estas fuerzas subyacentes son esencialmente
aspectos diferentes de una misma corriente, que debe ser identificada como la
dinámica central que mueve a la totalidad: la expansión del sistema
capitalista mundial.
Rechazamos todos los eufemismos o la suavización propagandística
de la brutalidad de este régimen: todo intento de lavado verde de sus
costos ecológicos, toda mistificación de sus costos humanos en
nombre de la democracia y los derechos humanos. Insistimos, por el contrario,
en mirar al capital desde la perspectiva de lo que realmente ha hecho.
Actuando sobre la naturaleza y su equilibrio ecológico, el régimen,
con su imperativo de expansión constante de la rentabilidad, expone los
ecosistemas a contaminantes desestabilizadores; fragmenta hábitats que
han evolucionado durante eones para permitir el florecimiento de los organismos,
despilfarra los recursos y reduce la sensual vitalidad de la naturaleza al frío
intercambio requerido por la acumulación de capital.
En lo concerniente a la humanidad y sus demandas de autodeterminación,
comunidad y una existencia plena de sentido, el capital reduce a la mayoría
de la población mundial a mero reservorio de fuerza de trabajo, mientras
descarta a muchos de los restantes como lastre inútil. Ha invadido y
erosionado la integridad de las comunidades a través de su cultura global
de masas de consumismo y despolitización. Ha incrementado las desigualdades
en riqueza y poder hasta niveles sin precedentes en la historia humana. Ha trabajado
en estrecha alianza con una red de estados clientes serviles y corruptos, cuyas
élites locales ejecutan la tarea de represión ahorrándole
al centro el oprobio de la misma. Y ha puesto en marcha una red de organizaciones
supraestatales bajo la supervisión general de los poderes occidentales
y del superpoder Estados Unidos, para minar la autonomía de la periferia
y atarla al endeudamiento, mientras mantiene un enorme aparato militar para
asegurar la obediencia al centro capitalista.
Creemos que el actual sistema capitalista no puede regular, y mucho menos superar,
las crisis que ha desatado. No puede resolver la crisis ecológica, porque
hacerlo requiere poner límites a la acumulación -una opción
inaceptable para un sistema cuya prédica se apoya en la divisa: ¡ crecer
o morir ! Y no puede resolver la crisis planteada por el terror y otras
formas de rebelión violenta porque hacerlo significaría abandonar
la lógica imperial, lo que impondría límites inaceptables
al crecimiento y a todo el "modo de vida" sostenido por el ejercicio del poder
imperial. Su única opción restante es recurrir a la fuerza bruta,
incrementando así la alienación y sembrando las semillas del terrorismo...
y del antiterrorismo que lo sigue, evolucionando hacia una variante nueva y
maligna de fascismo.
En suma, el sistema capitalista mundial está en una bancarrota histórica.
Se ha convertido en un imperio incapaz de adaptarse, cuyo propio gigantismo
deja al descubierto su debilidad subyacente. Es, en términos ecológicos,
profundamente insustentable y debe ser cambiado de manera fundamental, y mejor
aun, reemplazado, si ha de existir un futuro digno de vivirse.
De este modo, regresa la categórica disyuntiva planteada una vez por
Rosa Luxemburgo: ¡socialismo o barbarie!, en momentos en que el rostro de esta
última refleja ahora el sello del siglo que empieza y asume el semblante
de la ecocatástrofe, el terror-contraterror, y su degeneración
fascista.
Pero, ¿por qué socialismo, por qué revivir esta palabra en apariencia
destinada al basurero de la historia por los fracasos de sus interpretaciones
del siglo XX?. Por esta única razón: por muy golpeada e irrealizada
que esté, la noción de socialismo aún sigue en pié
para la superación del capital. Si el capital ha de ser vencido, tarea
que ahora tiene carácter urgente para la supervivencia de la civilización
misma, el resultado será por fuerza "socialista", porque ése es
el término que significa el paso hacia una sociedad poscapitalista. Si
decimos que el capital es radicalmente insustentable y se fragmenta en la barbarie
esbozada arriba, estamos diciendo también que necesitamos construir un
"socialismo" capaz de superar las crisis que el capital ha venido desatando.
Y si los "socialismos" del pasado fracasaron en hacerlo, entonces es nuestra
obligación, al elegir no someternos a un destino bárbaro, luchar
por uno que triunfe. Y tal como la barbarie ha cambiado de un modo que refleja
el siglo transcurrido desde que Luxemburgo expresara su alternativa fatídica,
así también el nombre y la realidad de "socialismo" deben hacerse
adecuados para este tiempo.
Por estas razones escogimos llamar ecosocialismo a nuestra interpretación
del "socialismo", y dedicarnos a su realización.
¿ Por qué el ecosocialismo ? Vemos al ecosocialismo no como la
negación sino como la realización de los socialismos "de primera
época" del siglo XX, en el contexto de la crisis ecológica.
Como aquéllos, éste se construye entendiendo el capital como trabajo
objetivado, y se funda en el libre desarrollo de todos los productores o, en
otras palabras, en el desmantelamiento de la separación de los productores
respecto de los medios de producción. Entendemos que este objetivo no
pudo ser realizado por los socialismos de primera época, por razones
demasiado complejas de abordar aquí, excepto resumirlas en los diversos
efectos del subdesarrollo en un contexto dominado por la hostilidad de los poderes
capitalistas existentes. Esta coyuntura tuvo numerosos efectos nocivos en los
socialismos existentes, principalmente la negación de la democracia interna
junto a la emulación del productivismo capitalista, lo que terminó
por conducir al colapso de esas sociedades y a la ruina de sus ambientes naturales.
El ecosocialismo mantiene los objetivos emancipatorios del socialismo de primera
época y rechaza tanto las metas reformistas, atenuadas, de la socialdemocracia,
como las estructuras productivistas de las variantes burocráticas de
socialismo. En cambio, insiste en redefinir tanto la vía como el objetivo
de la producción socialista en un marco ecológico. Lo hace específicamente
con respecto a los "límites del crecimiento" esenciales para la sustentabilidad
de la sociedad. Estos se adoptan, sin embargo, no en el sentido de imponer escasez,
privación y represión. El objetivo, por el contrario, consiste
en una transformación de las necesidades y un cambio profundo hacia la
dimensión cualitativa, alejándose de la cuantitativa. Desde el
punto de vista de la producción de mercancías, esto se traduce
en una valorización de los valores de uso por sobre los valores de cambio
-un proyecto de vasto significado, que se funda en la actividad económica
directa.
La generalización de la producción ecológica bajo condiciones
socialistas puede proporcionar la base para superar las crisis actuales. Una
sociedad de productores libremente asociados no se detiene en su propia democratización.
Debe, por el contrario, insistir en la liberación de todos los seres
como fundamento y propósito. Supera así el impulso imperialista,
subjetiva y objetivamente. Al realizar tal objetivo, lucha por superar todas
las formas de dominación, incluyendo en especial las de género
y raza. Y supera las condiciones que dan origen a las distorsiones fundamentalistas
y sus manifestaciones terroristas. En suma, supone una sociedad mundial en un
grado de harmonía ecológica con la naturaleza impensable en las
condiciones actuales. Una consecuencia práctica de estas tendencias se
expresaría, por ejemplo, en la extinción de la dependencia en
los combustibles fósiles consustancial al capitalismo industrial. Y esto
a su vez puede proporcionar la base material para la liberación de los
países oprimidos por el imperialismo del petróleo, mientras que
permite la contención del calentamiento global, junto a otros problemas
de la crisis ecológica.
Nadie puede leer estas propuestas sin pensar, primero, en cuántos problemas
prácticos y teóricos generan, y segundo y más abrumadoramente,
en lo lejanas que están con respecto a la configuración actual
del mundo, en su anclaje institucional y en la forma en que se imprime en la
conciencia. No necesitamos desarrollar estos puntos, que deberían ser
instantáneamente reconocibles para todos. Pero quisiéramos insistir
en que sean tomadas desde una perspectiva apropiada. Nuestro proyecto no consiste
ni en delinear cada paso de esta vía ni en ceder ante el adversario debido
a la preponderancia del poder que ostenta. Se trata, en cambio, de desarrollar
la lógica de una transformación suficiente y necesaria del orden
actual, y en empezar a desarrollar las etapas intermedias en dirección
a este objetivo. Lo hacemos para pensar con mayor profundidad en estas posibilidades
y, al mismo tiempo, empezar el trabajo de diseñar junto a todos los que
piensan parecido. Si algún mérito hay en estos argumentos, entonces
debe ocurrir que pensamientos similares, y prácticas que realicen esos
pensamientos, germinen coordinadamente en innumerables puntos alrededor del
mundo. El ecosocialismo será internacional, y universal, o no será.
Las crisis de nuestro tiempo pueden –y deben- ser vistas como oportunidades
revolucionarias, lo que es nuestra obligación afirmar y dar nacimiento.
Publicado en Capitalism Nature Socialism vol. 13 (1) marzo 2002