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Internacional

11 de mayo del 2002

Le Pen en Washington

Heinz Dieterich Steffan

Alivio en Europa. La derrota del candidato de extrema derecha a la presidencia francesa, Jean-Marie Le Pen, alejó el peligro de un gobierno fascistoide. El alivio y el agradecimiento al electorado francés son comprensibles, pero probablemente exagerados. ¿Qué hubiera podido hacer el inculto racista francés en la institucionalidad formal-democrática de la Unión Europea que no están haciendo José Maria Aznar en España o Silvio Berlusconi en Italia? La verdadera pregunta es: ¿quién liberará al mundo de la extrema derecha gubernamental de Estados Unidos? Porque comparada con ella, la extrema derecha europea se parece a la Madre Teresa.
Esto es obvio si se comparan las posiciones de Le Pen con la política de Ronald Reagan (1980-88) y su hijo espiritual, George Bush II. Reagan cometió varias veces el peor delito que conoce el derecho internacional: la guerra de agresión, entre otros, contra Nicaragua y Granada. Bush II cometió el mismo delito en Afganistán, porque nunca hubo una declaración de guerra que justificara las acciones bélicas de Washington. Es evidente, que ninguno de esos crímenes estaría al alcance de Le Pen.
Ronald Reagan y la Primer Ministra de Gran Bretaña, Margaret Thatcher, mandaron bombardear subrepticiamente la residencia del presidente libio Muhamar Gaddafi, para matarlo. Le Pen jamás podría emprender semejante magnicidio. Con Le Pen en la Casa de Gobierno, la violación de los derechos humanos y la "caza de inmigrantes" hubieran sido, probablemente, iguales en Francia a lo que son hoy día en Estados Unidos. En cuanto a las tendencias filofascistas en la política y la ideología de Reagan , Bush II y Le Pen no hay mayores diferencias. Reagan, al igual que Le Pen, no esconden sus simpatías para las tropas de elite nazi, los SS. De hecho, Reagan participó personalmente en la rehabilitación pública de esas fuerzas en Alemania, mientras que Le Pen expresa sin ambages su admiración por ellas.
Reagan reveló su pensamiento pro-fascista con toda claridad, cuando descalificó públicamente a los voluntarios republicanos de Estados Unidos que combatieron en las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española contra los subversivos del general Francisco Franco. Franco, a la cabeza de una conspiración oligárquica-clerical-fascista, había dado un golpe de Estado contra la República que desembocó en una guerra civil de tres años (1936-39). En uno de los ejemplos éticos más notables de la epoca moderna, voluntarios de todo el mundo llegaron a España para defender a la república y la democracia, con su vida. Pero, según Reagan, los demócratas estadounidenses organizados en la Brigada Abraham Lincoln, combatieron en "el lado equivocado".
Dentro de esta tradición no sorprende, que el presidente español José Maria Aznar, cuyo Partido Popular es el heredero político del Franquismo, haya sido el único presidente mundial en funciones que legitimara de inmediato el golpe de Estado de Washington contra el gobierno constitucional de Hugo Chávez, hablando con el usurpador empresarial del poder, Pedro Carmona, en el Palacio de Miraflores, siendo entrelazado telefónicamente por uno de los altos conspiradores del Opus Dei, José Iturbe Rodríguez.
El maniqueísmo interesado de Bush II ---quien ha dicotomizado a la humanidad en los que están con su gobierno y los demás, que son sus enemigos--- es semejante al maniqueísmo primitivo de Le Pen que sólo sabe interpretar el mundo mediante una visión binaria que invariablemente termina en la conceptualización clásica del fascismo alemán, formulada por su ideólogo Carl Schmitt en 1936, en El concepto de lo político. ¿Y cuál sería la diferencia en la naturaleza política-económica del Tercer Orden Mundial (TOM) que trata de imponer Bush II, con la Grossraum-Ordnungspolitik (Política de ordenamiento de Macroespacios) de Hitler? Ninguna. Lo que varía, es el orden de factores en la metodología de la implementación. En el TOM, la tarea de la "destrucción creativa" (Schumpeter) del capital se realiza mediante "el mercado". Cuando "se atasca", requiere de un "empujón" de las bombas. En el proyecto de Hitler fue al revés: primero las bombas, después el mercado.
En cuanto a la agresión bélica. ¿Podría Le Pen haber confeccionado una lista más destructiva que la de las ocho naciones, programadas para ser destruidas por un ataque nuclear preventivo, tal como hizo el equipo de Bush II? ¿Podría Le Pen haber conformado un gobierno francés con más violadores de la ley que el de Bush II ?, que opera con funcionarios públicos que participaron en la guerra de agresión de Reagan contra otros Estados y violaron las leyes estadounidenses; personajes como Otto Reich, el funcionario más alto de la política estadounidense para América Latina; Elliot Abrams, alto funcionario del Consejo de Seguridad Nacional y John Poindexter, encargado de contraterrorismo del Pentágono. Un gabinete, cuyos miembros mienten constantemente a la opinión pública mundial, con el fin de desorientarla, mostrando, de esta manera, su cínico desprecio para la ciudadanía y la democracia mundial.
Mintiendo, como lo hizo el 6 de mayo el subsecretario de Estado John Bolton, cuando en unas declaraciones delirantes acusó a Cuba de "desarrollar armas biológicas ofensivas", en un claro afán de distraer a la opinión pública mundial de los crímenes de guerra israelíes en Jenin y de la autoría estadounidense del coup d´ état en Venezuela. O las mentiras de Otto Reich, en el sentido de que Cuba había participado en el golpe contra Hugo Chávez y que habían sido "paramilitares cubanos" que dispararon contra los manifestantes en Caracas, causando la muerte de 40 personas.
Una última característica compartida por ambos políticos se refiere a su escasa legitimidad democrática formal. Le Pen obtuvo alrededor del 20 por ciento del sufragio efectivo francés, mientras que Bush II no representa más que el 25 por ciento del electorado total estadounidense. A la luz de estos datos sería saludable que los europeos dejasen de inquietarse sólo por su propia casa y empezasen a dedicar parte de su preocupación y poder a la casa común de la humanidad.