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Internacional

24 de febrero del 2002
A un año del zapatour
De silencios y fenómenos mediáticos


Elisa Lipkau , Masiosare
Gracias a la inquebrantable voluntad de los pueblos indios y de sus representantes jurídicos, el silencio y el olvido no han podido acabar con la esperanza indígena. La tensión generada por la explosión mediática del zapatour y la interrupción del diálogo por la paz hoy parece comenzar a diluirse. Los indios han regresado al Congreso; las faldas y los listones de colores iluminan de nuevo la tribuna y entre la población no indígena vemos con esperanza la posibilidad de que, ahora sí, los congresistas recapaciten y elaboren una ley que haga posible la aplicación real de la autonomía indígena

A un año de la explosión mediática que provocó la caravana zapatista, a un año del famoso zapatour que prendió como ningún otro fenómeno social en los últimos tiempos, hasta hace poco una estela de silencio parecía extenderse sobre los mexicanos como la cola de aquel gusano de la posmodernidad, que trajo a la historia cargada sobre las espaldas de 24 encapuchados en la lucha por la dignidad indígena. Ese silencio, sin embargo, sólo se manifestaba por la ausencia de la poética del Sup en los medios y por la indiferencia absoluta con que la mayoría de la población nacional parecía observar el problema indígena. Porque entre las comunidades autóctonas del país no ha habido más silencio desde que los zapatistas ocuparon la tribuna del Congreso de la Unión.
A partir de su emisión formal, el 18 de julio de 2001, la reforma en materia de derechos y cultura indígena provocó que más de 300 comunidades del país manifestaran su inconformidad ante la Suprema Corte de Justicia. Los indios no guardaron silencio. A través de sus autoridades municipales y representantes en los congresos estatales han presentando 326 controversias constitucionales contra dicha reforma, pues omite sus derechos y reivindicaciones fundamentales. Esta reforma transformó la llamada Ley Cocopa, por cuya afirmación y aplicación constitucional viajaron los 24 comandantes, entre el 24 de febrero y el 11 de marzo del 2001, con cientos de vehículos de la sociedad civil y la prensa nacional e internacional. Al transformar la Ley Cocopa, el Congreso traicionó los Acuerdos de San Andrés, ocasionando la reanudación del estado de guerra de baja intensidad que mantuvo a las comunidades zapatistas en jaque hasta la llegada de Vicente Fox al poder.
La caravana fue una de las ideas más locas y geniales que el estratega militar del EZLN se ha "sacado de la manga". Sin embargo, esta peregrinación posmoderna que nacía de la antigua práctica ritual, de la manda como fundamento mismo de la fe indígena, se transformó en un enorme gusano mediático que colocó a Marcos frente a la luz de los reflectores; tal como uno de tantos pop stars. Sin duda, quien ha funcionado como un puente y traductor entre culturas, quien ha podido dar voz y palabra al Ejército Zapatista, no planeaba que toda la atención de la prensa y la sociedad civil se volcasen sobre su persona como sucedió desde el 24 de febrero de 2001, cuando entregó sus armas en La Realidad, Chiapas. Marcos no concedió ninguna entrevista hasta su llegada a la ciudad de México y su cara manifestaba más incomprensión que gozo, cuando escuchaba los gritos desaforados que las chavas le lanzaban desde las carreteras y plazas, en los distintos pueblos y ciudades por donde cruzó el zapatour.
No obstante, el Sup debió apostarle indudablemente a la mediatización del fenómeno caravanero, ya que el internet y los medios masivos han formado parte fundamental de su estrategia. Marcos ha provocado a lo largo de los últimos ocho años diversos procesos mediáticos, desde las pláticas de paz en la catedral de San Cristóbal de las Casas, pasando por los diversos encuentros internacionales en los llamados "Aguascalientes", hasta la caravana de los 1111 en septiembre de 1997 o la consulta indígena del 21 de marzo de 1999; todos ellos, procesos que han llamado la atención de la opinión pública nacional e internacional hacia el problema indígena, colocando al movimiento zapatista como engranaje fundamental en la transformación de las estructuras del pensamiento en Occidente y de la lucha internacional contra la globalización financiera.
Sin embargo, la explosión mediática de la caravana zapatista que iluminó el rostro de miles de jóvenes, ancianos y niños con la luz de la esperanza y que dio fuerza y cohesión al movimiento indígena, provocó también, en cierta forma, la reforma constitucional que violó los acuerdos de San Andrés y obstaculizó la implementación jurídica de la autonomía indígena. Por supuesto, no fueron los comandantes del EZLN ni las comunidades del país quienes votaron por esas reformas. Los indios hablaron y pidieron sus derechos ante el Congreso de la Unión; exigieron la afirmación constitucional de la Ley Cocopa. Las palabras de la comandante Esther quedan en el recuerdo de quienes vimos emocionados a la voz de la justicia hablar, a través de los labios de aquella hermosa mujer indígena, que tenía su rostro cubierto y sus ojos despejados ante los siempre indiferentes y aburridos representantes del Estado nacional. Las palabras de Esther manifiestan la fuerza de la voluntad indígena que no será jamás oprimida ni menospreciada.
Pero muchos de los diputados y senadores no escucharon a Esther, no podían escuchar a una mujer del pueblo que les hablaba con su acento indígena y su emoción auténtica y humilde. No podían hacer otra cosa que bostezar y transformar luego la Ley Cocopa para disfrazarla de "reforma a los derechos indígenas".
La caravana zapatista provocó el terror entre la clase política nacional. Las elites del poder se sintieron amenazadas y ofendidas, al verse obligadas a recibir en el "sagrado recinto legislativo" a una indígena como Esther, cuyas palabras resonaron más allá de San Lázaro.
El Sup advirtió los costos de la politización y mediatización de la caravana desde la llegada de la misma al Congreso Nacional Indígena en Nurío, Michoacán. El 5 de marzo declaró: "Nos quieren hacer espectáculo, sólo noticia pasajera". Tal vez desde entonces sospechaba el encapuchado que, tras la llamarada de petate que incendió a la comunidad internacional y a la prensa del mundo, una vez retornados a la selva, los reflectores y el interés por los zapatistas y el problema indígena, se apagarían de nuevo. Y tal vez, incluso, desde entonces intuía el subcomandante que los diputados no aprobarían la Ley Cocopa y habría que esperar otros meses, otros años, para provocar un nuevo fenómeno mediático de mayor envergadura que recuperara la atención de los medios hacia el problema indígena.
Gracias a la inquebrantable voluntad de los pueblos indios y de sus representantes jurídicos, el silencio y el olvido no han podido acabar con la esperanza indígena. La tensión generada por la explosión mediática del zapatour y la interrupción del diálogo por la paz hoy parece comenzar a diluirse. Los indios han regresado al Congreso; las faldas y los listones de colores iluminan de nuevo la tribuna y entre la población no indígena vemos con esperanza la posibilidad de que, ahora sí, los congresistas recapaciten y elaboren una ley que haga posible la aplicación real de la autonomía indígena.