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YANQUIS EN FILIPINAS
Por Arnaud Dubus
(Publicado por El Periódico, de España, el 22 de enero de 2002)
Manila. Todos los días, un pequeño grupo de soldados norteamericanos
desembarca en la pista del aeropuerto de Zamboanga, un enclave musulmán
al sur del archipiélago filipino. El domingo, 12 oficiales del cuerpo
de ingenieros, que salieron de base de Okinawa, en Japón, llegaron a
bordo de aviones C-130, cargados con jeeps y equipos de construcción.
El día anterior, seis miembros de las fuerzas especiales procedentes
de la base aérea de Clark se unieron a sus camaradas en el campamento
reconstruido en Malagutay.
El dispositivo militar estadounidense se despliega mientras en Manila el Gobierno
y la oposición se cruzan acusaciones por el retorno de tropas estadounidenses
once años después de que fueran obligadas a evacuar el archipiélago
tras una votación del Senado filipino.
En misión de entrenamiento Los soldados norteamericanos se han limitado
a preparar la llegada de casi 650 militares que participarán en un ejercicio
militar. Oficialmente, se trata de entrenar a 1.200 soldados filipinos en el
manejo de binoculares de visión nocturna y en el combate nocturno.
Para los doscientos miembros de las fuerzas especiales de Estados Unidos, la
misión es otra: se trata de destruir a Abu Sayyaf, el grupo terrorista
musulmán que está siendo perseguido por unos 6.000 soldados filipinos
en la vecina isla de Basilán. Las autoridades filipinas se empeñan
en explicar que las fuerzas especiales se limitarán a "aconsejar" y a
"observar" el comportamiento en combate de los soldados filipinos, y que se
mantendrán en la retaguardia. "Es una operación castrense con
la cobertura de un ejercicio de entrenamiento", comenta un analista militar
en Manila.
Abu Sayyaf retiene como rehenes a una pareja de misioneros estadounidenses,
Martin y Gracia Burnham, desde mayo, así como a una enfermera filipina,
Deborah Yap, lo que permite justificar la intervención de una fuerza
extranjera.
Sólo el principio
Sin embargo, la erradicación de Abu Sayyaf es sólo el principio.
Washington tiene en el punto de mira al Nuevo Ejército del Pueblo, la
guerrilla comunista filipina, incluida junto a un pequeño grupúsculo
islamista en la lista de organizaciones terroristas. Esta guerrilla, que cuenta
con 12.000 combatientes, está presente en la mayoría de provincias
del archipiélago. "Eso significa que la guerra se extenderá a
todo el país", se inquieta Satur Ocampo, presidente del partido de izquierda
El Pueblo, Primero.
La vuelta de los norteamericanos "al archipiélago constituye un nuevo
despliegue estratégico de las fuerzas estadounidenses en la región
en su campaña global contra el terrorismo. "Necesitan una escala entre
la costa oeste de Estados Unidos y Oriente Próximo", destaca el analista
militar. La base General Santos, a 400 kilómetros al este de Zamboanga,
puede acoger a aviones grandes y servir como plataforma regional para desencadenar
operaciones antiterroristas en países vecinos, como Indonesia