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14 de febrero del 2002
Entrevista con el sociólogo ruso Boris Kagarlitsky
«Lenin decía que cuando hay una revolución,
hay más estupidez que lo habitual»
Raúl Legnani, La República
Tiene 43 años. Habla perfectamente el español y mejor el
inglés. Es sociólogo y periodista del semanario Nueva Gaceta,
de alcance nacional. Pasó por Montevideo luego de participar en el Foro
Social Mundial de Porto Alegre. Asegura que en Rusia, su país, habrá
una sublevación de los trabajadores privilegiados, que comienzan a sentir
el rigor del neoliberalismo. Hablamos de Boris Kagarlitsky.
-Estamos en 2002, ya pasó la época del socialismo real y su país
está en una nueva etapa. ¿Cómo define la hora actual?
-Vivimos un régimen neoliberal, con algunas particularidades rusas. Rusia
se está transformando en un país casi del Tercer Mundo. Podemos
decir que estamos ante un capitalismo periférico, porque estamos muy
integrados a la economía global como productores de petróleo,
gas, minería, pero casi sin ninguna producción industrial. Por
eso la situación económica de Rusia depende casi totalmente de
los precios globales del petróleo y gas. A la vez somos un país
en deuda y uno de los cinco más endeudados del mundo. Junto con ello
tenemos una baja muy grande del nivel de vida. Tenemos un país que vive
una vida moderna, pero con salarios que no permiten sostener ese tipo de vida
en un territorio muy frío, donde su población requiere de calefacción
y de ropa de abrigo. También es un tipo de economía oligárquica,
porque diez o doce grupos de empresarios controlan la mayor parte de la economía
y los medios de comunicación. Nuestra sociedad no es democrática,
aunque no podemos decir que la Rusia de ahora sea una dictadura. Es un país
con un Estado autoritario, con algunas libertades liberales que son respetadas.
Es, como ve, una situación muy contradictoria.
-Ustedes pasan de una sociedad estatista a una de mercado. En ese proceso, ¿surgió
una nueva burguesía nacional?
-Surgió una oligarquía. La clase empresarial que emergió
existe sólo en el nivel más alto de la pirámide social,
pero la pequeña burguesía y la media casi no existen. Esta es
una de las razones de por qué la democracia burguesa es tan débil
en Rusia. Tenemos una oligarquía muy fuerte, muy rica, pero casi no hay
pequeña y media burguesía.
-¿Qué peso tiene hoy la clase obrera?
-Después del inicio de la reforma neoliberal, comenzó un período
de grandes derrotas de la clase obrera, presentándose, incluso, una descomposición
de ésta. En ese período la gente llegó a tener salarios
casi simbólicos porque se cobraba en productos. Y esta misma gente se
veía obligada a vender esos productos generados en las empresas, no quedando
claro, para la sociología, si estábamos ante muy pequeños
empresarios o asalariados. Otro fenómeno que tenemos, es que hay empresas
que trabajan para el mercado doméstico con salarios muy malos --unos
100 dólares por mes--. Y están las empresas integradas a la economía
global, como las grandes exportadoras, las pertenecientes al sector turístico
o a los nuevos bancos, donde los salarios son más altos. Incluso en algunos
sectores tienen salarios más altos que en Occidente. Esto produce una
carencia de solidaridad dentro de la clase obrera. Ello se ve reflejado en el
pluralismo sindical, generando enfrentamientos entre distintos grupos de trabajadores
que crean sus propios sindicatos.
-Aquellas grandes fábricas del período soviético que empleaban
a mucha gente, ¿aún existen?
-Se han reducido mucho. Por ejemplo en la industria automotriz se han perdido
dos tercios de puestos de trabajo. Además no hay modernización
tecnológica en la industria tradicional porque hay poco incentivo para
que los empresarios inviertan en las transformaciones tecnológicas.
-¿Cuáles han sido las transformaciones agrarias?
-La agricultura ha declinado en algunos sectores. Recordemos que la agricultura
estuvo en crisis durante un tiempo muy largo en el período soviético.
Fue casi siempre el punto más débil del sistema económico
soviético. Ahora la situación es muy contradictoria. Algunos sectores
entraron en una crisis cada vez más profunda, pero otros han mejorado.
-¿Cómo se presenta la propiedad de la tierra?
-Formalmente la propiedad de la tierra permanece como estatal, pero las empresas
no son estatales. Hay empresas privadas, también colectivas y latifundios.
Algunos de ellos son controlados por ex jefes de los koljós. La suerte
de estas empresas, sean del sector que sean, depende mucho de la zona climática
y del acceso al crédito. Cuando hay acceso, las empresas tienen éxito.
-¿Qué pasa con la burocracia y con los servicios que brinda el Estado?
-Ahora en Rusia hay más funcionarios del Estado que en toda la URSS del
período de Brézhnev, que fue el período de la burocratización
absolutamente loca (se ríe). Es muy interesante que con esto del neoliberalismo,
la burocracia vuelva a crecer (se ríe). Es increíble que con cada
privatización, con cada desestatización, haya más funcionarios
del Estado. No hay ningún vínculo entre el volumen de la burocracia
y el tipo de economía (se ríe).
-¿Qué papel juega el ex Ejército soviético? ¿Es una fuerza
política?
-No es una fuerza política, pero eso puede cambiar. No es un Ejército
de tipo latinoamericano. Es un Ejército muy grande, con un millón
de soldados, y por eso es menos privilegiado. Una gran parte del Ejército
construye puentes, carreteras, dachas de generales, cosas de tipo no militar.
La guerra de Chechenia polarizó al mismo Ejército. Algunos sectores
han establecido acuerdos económicos con los guerrilleros chechenos, haciendo
juntos cualquier tipo de negocios. Hay, como se ve, elementos muy corruptos
que trafican con la guerra. Otros sectores no tienen ningún interés
en esta guerra, donde han muerto oficiales.
-Una de las grandes preocupaciones de Occidente es que no se sabe quién
tiene el control y el mando de todas las armas nucleares en la ex URSS. ¿Hay
armas atómicas dispersas en Rusia, sin control estatal?
-Me parece que no. Eso es sensacionalismo de la prensa occidental y de algunos
sectores oficialistas de Estados Unidos, que quieren usar esto por razones políticas.
Probablemente los rusos somos un poco extraños, pero no somos locos y
sabemos que con las armas atómicas no se juega.
-¿Las conquistas sociales en educación y salud se mantienen?
-Hay un proceso de privatización, pero hay también algunas luchas
que tienen éxito. Las tentativas de privatizar la educación fueron
todas derrotadas. Los sectores de salud y enseñanza permanecen, más
o menos, dentro de la tradición soviética, con la presencia de
sectores privados. Pero el noventa por ciento de los niños están
en las escuelas públicas porque no pueden pagar una privada. Algo similar
pasa en el sector salud.
-¿Hay universidades privadas?
-Muchísimas.
-¿Cuáles son las fuerzas del cambio progresista en Rusia?
-Tenemos un régimen autocrático liberal. Hace unas semanas, con
la ayuda del gobierno, fue cerrado un canal de televisión que pertenecía
a un oligarca que cayó en desgracia ante el presidente Putin. Otro de
los problemas es el fraude electoral, que en Rusia es un modo de vida. Normalmente
el fraude es de un cinco por ciento y para vencer al poder hay que ganar por
más del diez por ciento. Hoy la situación política tiene
una imagen muy estable. No hay protestas o hay poca, no hay grandes fuerzas
que se opongan al poder de Putin. Pero la situación puede cambiar muy
rápidamente, porque la economía rusa está en el tercer
año consecutivo de crecimiento, que es muy dependiente del precio del
petróleo que ahora está bajando. La estrategia de los empresarios
es compensar las pérdidas con una explotación más fuerte
de los trabajadores privilegiados. El peligro más grande del poder de
hoy en Rusia es la rebelión de los sectores privilegiados, no de los
más oprimidos. Ya hay síntomas de eso: la clase media está
concentrada en las grandes ciudades, donde un candidato de centroizquierda ganó
en una ciudad que era un modelo neoliberal. Lo apoyaron empleados públicos,
obreros de empresas transnacionales, trabajadores del nuevo sector de la economía
que apoyaban al neoliberalismo. Esto ocurrió a pesar de que la población
no cree en la clase política. Algo similar a lo que ocurre en Argentina.
-¿En las universidades, entre la intelectualidad, hay un debate sobre la necesidad
de construir una nueva realidad al margen del neoliberalismo?
-Sí, hay diferentes corrientes. Pero en este plano no es muy distinto
a América Latina. Hay keynesianos más o menos nacionalistas del
tipo de CEPAL. Por ejemplo Mikhail Delyagin tiene posiciones muy próximas
a la tradición cepalista. A la vez hay corrientes marxistas y marxistas
keynesianos.
-¿Qué peso tiene el Partido Comunista en esa intelectualidad?
-El Partido Comunista oficial, el de Ziugánov, no juega ningún
papel en la intelectualidad y tiene una ideología que poco tiene que
ver con la tradición de izquierda. Lo que sí hay son otras corrientes
comunistas más pequeñas. Ziugánov se inspira en pensadores
rusos prerrevolucionarios anticomunistas como Konstantin Leontiev, Fukuyama
y otros. Este no es un buen equipaje para un líder de izquierda. No habla
de socialismo ni de lucha de clases, sólo habla del Gran Imperio Ruso
que deberemos reconstruir y tiene posiciones abiertamente antisemitas y racistas.
La cúpula del partido es de derecha y conservador, casi en la línea
de Le Pen en Francia. Pero en los distritos sus adherentes son comunistas tradicionales,
gente que no piensa mucho en teoría y en temas intelectuales. Hay una
asociación que se llama Alternativa, que posee una revista y hace trabajo
intelectual teórico y político. Su líder es Alekxander
Buzgalin, profesor de economía política que estuvo en Porto Alegre
en el Foro Social Mundial. Hay publicaciones que son regionales, así
como en Ucrania.
-¿Gorbachov existe, pesa en la sociedad?
-Como fundación académica juega un papel muy positivo. Aporta
dinero para investigación, para quienes no son parte de la ortodoxia
neoliberal. Pero como líder político no tiene ninguna importancia.
-¿Fue un error histórico haber hecho la revolución rusa?
-No quiero utilizar ese concepto de error histórico. La revolución
fue un proceso espontáneo con la participación de multitudes y
no sólo del partido bolchevique. No fue una revolución de un partido,
aunque el partido jugó un papel muy importante. Millones de personas
participaron de cualquier manera y cometieron muchos errores. Lenin decía
que cuando hay una revolución no hay menos estupidez que en tiempos normales,
pero hay más estupidez que normalmente (se ríe).
-¿La nueva izquierda tiene que recordar a aquella revolución?
-La nueva izquierda tiene que recordarla y entender críticamente las
lecciones de la revolución. Estamos en una situación totalmente
nueva, con perspectivas de hacer un nuevo proyecto socialista y democrático.
Probablemente con la perspectiva de cometer nuestros propios errores (se ríe).
El retorno de Trotsky
-¿La nueva izquierda rusa rompe con Marx y con Lenin?
-No rompe, pero de Lenin tiene una visión crítica. Se está
descubriendo a Carlos Marx, casi olvidado en el período soviético.
Es que Marx era un retrato, pero poco leído y poco estudiado. Claro que
sobre Lenin hay diferentes opiniones. Se estudia, a la vez, el llamado marxismo
occidental (definición muy abstracta) e incluso Trotsky.
-¿Vuelve a Rusia?
-Trotsky vuelve como parte del marxismo occidental y vuelve junto a Marcuse,
a Sartre, al Che Guevara. Es una reimportación, pero en un contexto totalmente
diferente.
Enviado por Corriente de Izquierda - Frente Amplio