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14 de febrero del 2002
Estados Unidos y la Corte Penal
Miguel Concha
REDH
Es ya un lugar común el afirmar que Estados Unidos es el país
que menos instrumentos de protección de los derechos de la humanidad
ha ratificado. Esto se puso en evidencia el año pasado con su abandono
del protocolo de Kyoto (marzo), el de verificación del Convenio de Armas
Tóxicas y Biológicas (julio), así como con el anuncio del
retiro del tratado antimisiles (diciembre) y los obstáculos que ha encontrado
en su Congreso la ratificación de la Corte Penal Internacional.
La Coalición de ONG por la Corte Penal Internacional (Ccpi), que desde
1995 trabaja por la aceptación y la ratificación de la corte,
expresó a comienzos de este mes que la decisión del gobierno estadunidense
de no ratificar y obstaculizar la ratificación del estatuto que la crea,
es una contradicción con la demanda de cooperación internacional
contra el terror.
En un boletín titulado ¿Libertad Duradera o Impunidad Duradera?, la Ccpi
califica benignamente esta política imperial como "un acto aislacionista",
pero también como "un esfuerzo por influir de manera inoportuna en la
política exterior soberana de otros países".
En efecto, el 17 de julio de 1998 la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios
de las Naciones Unidas aprobó en Roma el Estatuto de la Corte Penal Internacional,
con una abrumadora mayoría de 120 votos a favor y siete en contra, entre
ellos Estados Unidos, Irak, China e Israel. Sin embargo, el 31 de diciembre
de 2000, último día en que el Estatuto de Roma estaba abierto
a firma, el entonces presidente William Clinton lo firmó, curiosamente
pocas semanas después de que Estados Unidos perdió su sitio en
la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Ello no obstante, y a pesar
de que la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados establece
que un Estado que ha firmado un tratado deberá abstenerse de actos en
virtud de los cuales se frustren su fin y objetivo, el 7 de diciembre de 2001
el Senado estadunidense aprobó una enmienda a la ley del presupuesto
del Departamento de Defensa, denominada Ley de Protección para los Soldados
Estadunidenses (ASPA, por sus siglas en inglés), que fue calificada con
irrisión como Ley para invadir La Haya, por autorizar al presidente a
utilizar "todos los medios necesarios y apropiados" para lograr la liberación
de personal estadunidense o aliado, detenido o hecho prisionero por la corte.
La sede de la corte estará en aquella ciudad de los Países Bajos.
La iniciativa, propuesta por el senador republicano Jesse Helms, prohibía
también, entre otras cosas, el brindar ayuda militar a los países
que hubieran ratificado el estatuto de la corte, excepción hecha de los
miembros de la OTAN y otros países aliados como Australia, Egipto, Israel,
Japón, Nueva Zelandia y Taiwán, además de que establecía
que Estados Unidos no participaría en ninguna misión de mantenimiento
de la paz, a no ser que el presidente certificara ante el Congreso que los miembros
de sus fuerzas armadas estarían exentos de cualquier investigación
de la CPI, y que no era miembro de ésta todo país en el que EU
tuviera fuerzas, o en caso contrario se hubiera llegado a un acuerdo para eximir
de ser entregados a la misma los miembros de las fuerzas armadas estadunidenses,
o se hubieran adoptado otros pasos para garantizar que ningún miembro
de éstas fuera enjuiciado. Aun la ASPA le daba discrecionalidad al presidente
para levantar bajo determinadas condiciones algunas de sus prohibiciones, el
25 de septiembre el Departamento de Estado le comunicó al senador Helms
el apoyo del gobierno a una versión revisada de su iniciativa, y el Senado
la aprobó con 78 votos a favor y 21 en contra.
Gracias a que los principales aliados de Estados Unidos ven a la CPI como una
institución importante para tratar atentados terroristas como los cometidos
el 11 de septiembre, el 20 de diciembre la Cámara de Representantes y
el Senado reunidos en sesión decidieron rechazar la ASPA, y aprobar en
cambio la enmienda del republicano Henry Hyde, que de cualquier manera contiene
una disposición que prohíbe la utilización de los fondos
del Departamento de Defensa para cooperar con la CPI.
A pesar de ello la ratificación de la Corte Penal Internacional sigue
su marcha en el mundo, y se espera que el próximo septiembre pueda celebrarse
la primera asamblea de Estados parte, aunque de ello nos ocuparemos en una próxima
colaboración.