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7 de febrero del 2002
Detonando los archivos de la Guerra del Líbano
El caso ante el tribunal belga y el coche bomba de Beirut
Laurie King-Irani
Traducido para Rebelión por: Germán Leyens
Es difícil decir qué noticias sorprendieron más a los
beirutíes el 24 de enero: el informe de la víspera desde Bruselas
de que el caso por crímenes de guerra contra el Primer Ministro israelí
Ariel Sharon y otros había dado otro paso hacia la apertura de un juicio,
o el rugido asquerosamente familiar del coche bomba de la mañana que
mató a Elie Hobeika, uno de los sobrevivientes políticos más
implacables de la sangrienta guerra civil de Líbano entre 1975 y 1990.
Sólo 48 horas antes de su violenta muerte, Hobeika, comandante de las
Fuerzas Libanesas derechistas durante la guerra, se había reunido con
dos senadores belgas de visita, para subrayar su voluntad de testimoniar en
el histórico caso belga que está reabriendo los penosos archivos
de las masacres de Sabra y Chatila en 1982. Al afirmar que su testimonio lavaría
su propio nombre y establecería la culpabilidad de Sharon, Hobeika expresó
su creciente temor por su seguridad física. La cronología de los
eventos llenó de inmediato tanto los periódicos libaneses como
las discusiones en los cafés de especulaciones sobre la relación
entre el caso judicial en Bélgica y el atentado del coche bomba en Beirut.
Altos funcionarios libaneses y la radio estatal siria acusaron rápidamente
a Israel de eliminar a un testigo clave y participante en la matanza de 1000
a 2000 civiles palestinos y libaneses desarmados en los campos de refugiados
Sabra y Chatila. Después de todo Hobeika, sabía más que
virtualmente cualquier otra persona sobre lo que realmente ocurrió en
Sabra y Chatila.
Hobeika, en aquel entonces jefe de inteligencia de las Fuerzas Libanesas, era
el principal contacto entre los oficiales y el personal del ejército
israelí que rodeaba los campos y los miembros de la milicia cristiana
en su interior, que emprendieron una orgía de asesinatos, violaciones
y torturas desde la noche del 16 de septiembre hasta temprano por la tarde del
18 de septiembre de 1982. Con su walkie-talkie y sus binoculares en mano, Hobeika,
de sólo 26 años, había ayudado a organizar la matanza que
se desarrollaba. En un ejemplo infame (relatado por un soldado israelí
que testimonió ante la investigación de la Comisión Kahan
en Israel en 1983), Hobeika ordenó fríamente a un miembro de la
milicia que había llamado para preguntar qué hacer con 40 mujeres
y niños que había reunido: "Usted sabe exactamente qué
hacer con ellos. ¡No vuelva a hacerme una pregunta parecida!" A pesar de su
pasado en la guerra, Hobeika fue elegido al parlamento libanés después
de la guerra, y sirvió como ministro de electricidad y personas desplazadas
en gobiernos de la posguerra.
Responsabilidad legal, responsabilidad de comando
La pregunta crucial en el caso presentado en junio pasado bajo legislación
que incorpora las Convenciones de Ginebra y el principio de la jurisdicción
universal al derecho penal belga, por supervivientes de la masacre, se centra
en el tema del comando: ¿quién dio sus órdenes a Hobeika? ¿Quién
ordenó al ejército israelí que bloqueara todos los puntos
de entrada y salida de los dos campos antes, durante y después de las
masacres? ¿Quién ordenó lanzar luces de bengala durante la noche,
para ayudar a los asesinos en sus horripilantes tareas? ¿Quién permitió
que las unidades de la milicia cruzaran las líneas de seguridad entre
Beirut Este y Oeste y a lo largo de la carretera del aeropuerto? ¿Quién
decidió, incluso después de haber sido informado que se estaba
realizando una masacre, que los milicianos libaneses podían permanecer
en los campos para continuar "su operación de limpieza"?
El argumento central del caso de los demandantes se basa en la responsabilidad
de comando de Ariel Sharon como general del contingente del ejército
israelí que controlaba totalmente Beirut cuando tuvieron lugar las masacres.
Aunque los asesinatos fueron realizados por unidades de la milicia libanesa
afiliadas directa o indirectamente a las Fuerzas Cristianas Libanesas (también
conocidas como la Falange) apoyadas por los israelíes, los demandantes
argumentan que la responsabilidad legal y militar por las atrocidades de Sabra
y Chatila recae en última instancia sobre Sharon bajo principios reconocidos
del derecho internacional. El caso presentado en Bélgica representa uno
de los numerosos intentos recientes de realizar e implementar el principio de
la jurisdicción universal por crímenes de guerra, crímenes
contra la humanidad y genocidio que están consagrados en la Cuarta Convención
de Ginebra y en el derecho consuetudinario.
Casos similares han sido presentados contra funcionarios ruandeses, contra el
ex Presidente de Chile, General Augusto Pinochet, contra el ex Presidente de
Chad, Hissein Habre y el antiguo Presidente serbio Slobodan Milosevic.
Según Chivli Mallat, un abogado libanés que representa a los sobrevivientes
de las masacres junto con dos abogados belgas, Luc Walleyn y Michael Verhaeghe:
"la responsabilidad de comando es más severa que la responsabilidad directa
de los que aprietan el gatillo. Un comandante sentado a millas de distancia
sería mucho más responsable por los crímenes cometidos
en los campos que aquellos que efectivamente realizaron los asesinatos". Los
crímenes cometidos en Sabra y Chatila jamás han sido investigados
por ningún tribunal. Los parientes de las víctimas y los supervivientes
aún no han sido indemnizados. La investigación de la Comisión
Kahan en Israel carecía de fuerza judicial y no recomendó una
censura o castigo legal. Más bien acusó a los libaneses por los
asesinatos en sí -individualizando a Hobeika en una mención especial-
mientras que a Sharon se le asignaba la culpa menos seria de responsabilidad
indirecta y descuido profesional. Como resultado de las conclusiones de la comisión,
Sharon fue relevado de su portafolio ministerial en 1983.
¿Quién se beneficia?
Ante la pregunta posada después del coche bomba -"¿Quién se beneficia?"
-parece absolutamente obvio que Israel, y sobre todo Sharon, serían los
principales beneficiados por el silencio eterno de Elie Hobeika. Los rumores
que ahora circulan dentro y fuera de Líbano de que Hobeika estaba dispuesta
a testimoniar que hubo unidades israelíes participando efectivamente
en los propios asesinatos en los campos, han fortalecido esta interpretación.
Recientes revelaciones de que el coche que fue utilizado en el atentado del
24 de enero fue comprado por dos hombres con identidades falsas en un negocio
de compra-venta de coches en el baluarte cristiano del Sur, Jezzin -que era
un puesto de espionaje militar clave durante la ocupación militar israelí
del Sur de Líbano -también parecen apoyar estar teoría.
Pero Hobeika tenía numerosos enemigos: palestinos, sirios, y libaneses
así como israelíes. Otros aspectos, y archivos del tiempo de la
guerra que son apenas recordados, pueden ayudar a identificar a los asesinos
de Hobeika.
Observadores de la compleja escena política de Líbano han presentado
cautelosamente teorías alternativas sobre quién podría
haber ordenado la eliminación de Hobeika. Samir Qassir, escribiendo en
las páginas de al-Nahar, expresó dudas de que Israel estuviera
tras el atentado con el coche bomba. Notando que un acto de asesinato realizado
en territorio extranjero hubiera requerido una discusión, si no una votación,
durante una reunión del gabinete israelí, Qassir elucubró
que, considerando la controvertida historia de Sharon en Líbano, era
poco probable que semejante decisión podría haber sido adoptada
unánimemente, y difícilmente no hubiera sido filtrada a la prensa.
Sateh Noureddine, redactor de asuntos políticos de al-Safir, un
periódico que normalmente adopta una línea siria, contradijo el
punto de vista prevaleciente en Damasco indicando que el asesinato de Hobeika
fue un "asunto interno". Noureddine citó dimensiones económicas,
y la furia despertada por Hobeika entre las bases derechistas cristianas cuando
mudó su lealtad de Israel a Siria a mediados de los años 80. En
realidad, el único grupo que reivindicó la responsabilidad por
la eliminación de Hobeika fue un grupo previamente desconocido llamado
Libaneses por un Líbano Libre e Independiente, que acusó a Hobeika
de ser un "agente sirio". El comunicado del grupo aseguró que el atentado
era una protesta contra la influencia siria en los asuntos libaneses y contra
la presencia de 25.000 soldados sirios en el país.
Algunos expertos, notando que Hobeika había efectivamente preferido los
negocios a la política después de perder su asiento parlamentario
y su posición ministerial en las elecciones nacionales de 2000, sugirieron
que su asesinato fue probablemente un acto de venganza por un negociado que
anduvo mal. Pero otros opinaron que los palestinos se habían vengado
finalmente por el papel de Hobeika en la masacre de 1982 en Sabra y Chatila.
Todas estas teorías son plausibles, y es perfectamente posible que, entre
los dignatarios que asistieron a la misa fúnebre para Hobeika el fin
de semana pasado, haya habido bastantes individuos que saben mucho más
de lo que jamás estarán dispuestos a admitir sobre cómo
y por qué Hobeika terminó por encontrar la suerte que había
organizado para tantos.
Archivos cerrados, verdades reprimidas
Lo que nadie ha escrito o declarado pública e inequívocamente
hasta ahora en Beirut es que mucha gente -sirios, libaneses, palestinos y estadounidenses,
sobra hablar de los israelíes- temen la apertura de los archivos de Líbano
del tiempo de la guerra. Durante la última década, otros países
que emergieron de tortuosas guerras civiles establecieron comisiones de la verdad
y organismos oficiales de investigación para confrontar el sangriento
pasado, asignar responsabilidades, realizar una transición a un nuevo
gobierno o establecer justas políticas de compensación. Pero la
prolongada guerra de Líbano - que resultó en 120.000 muertes y
la desaparición de más de 17.000 civiles, que aún no han
aparecido -todavía no ha pasado por un inquebrantable análisis
público semejante. La vacilante apertura de los archivos de la guerra
en Líbano ha sido abandonada en su mayor parte al terreno de la cultura
popular: la música sardónica de Ziad Rahbani o las absorbentes
películas de Jean Chamoun y Randa Sabbagh. Incluso en la arena cultural,
la franca discusión de la guerra despierta considerable controversia.
Cuando la conversación de los beirutíes llega al caso presentado
por los sobrevivientes de Sabra y Chatila, se presenta a menudo otra pregunta:
"¿Cuál será el impacto de semejante juicio en la Ley de Amnistía
General de 1991 de Líbano?" Esa ley, aprobada rápidamente por
el primer parlamento libanés de la posguerra compuesto de señores
de la guerra y personas nombradas por los sirios, efectivamente liberó
a todo ciudadano libanés de su posible enjuiciamiento por crímenes
de guerra y crímenes contra la humanidad cometidos entre 1975 y 1990.
Según el criterio del derecho consuetudinario internacional y de las
Convenciones de Ginebra, la Ley General de Amnistía de Líbano
es intolerable. La apertura de los archivos de Sabra y Chatila puede llevar
a la apertura de todos los archivos de la guerra en Líbano, privando
así al régimen de posguerra, respaldado por los sirios, de la
poca legitimidad que pueda haber poseído. Desde 1990, la política
libanesa ha girado sobre todo alrededor de un acto de equilibrio sirio: jugar
a un grupo contra el otro en un contexto, al otro contra éste en otro
contexto, utilizando amenazas, incentivos y la construcción de complejas
relaciones traslapadas de patrón-cliente dentro de Líbano y entre
Líbano y Siria. Una exposición total de quién hizo qué
a quién durante los años de la guerra desestabilizaría
ese delicado juego. Además, la economía libanesa, actualmente
moribunda, y el masivo desempleo, hacen que el país sea especialmente
vulnerable a convulsiones políticas de importancia.
¿Sentencia explosiva?
El asesinato de Hobeika es un sombrío recuerdo de que muchos otros -sirios,
libaneses e israelíes- han gozado, y esperan seguir gozando, de impunidad
por los masivos y sistemáticos crímenes de guerra cometidos en
Líbano entre 1975 y 1990. Por su parte, los querellantes por la masacre
de Sabra y Chatila y sus abogados declararon el 24 de enero que el asesinato
de Hobeika no los intimida y que continuarán buscando justicia en un
tribunal belga. Los abogados tienen más y más confianza en que
el caso presentado contra Sharon y otros por las atrocidades cometidas en Sabra
y Chatila llegará a juicio -si los criterios judiciales y legales son
las únicas bases de la decisión que será hecha por tres
jueces belgas el 6 de marzo. Las implicaciones legales y políticas de
semejante decisión serán probablemente tan explosivas como cualquier
coche bomba desde la perspectiva de los que están en los niveles superiores
de los oficialismos políticos israelíes, libaneses y sirios.
Al citar de esta información, rogamos citar "MERIP Press Information
Note 83, "Detonating Lebanon's War Files: The Belgian Court Case and the Beirut
Car Bomb," by Laurie King-Irani, January 31, 2002.
Para un análisis detallado del caso contra Sharon, vea: "MERIP Press
Information Note 72: Trying to Try Sharon":