24 de diciembre del 2002
¿Y si buscaran a los ´malhechores´ en EE.UU?
Robert Scheer
Los Angeles Times/CommonDreams
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
La reacción negativa de la administración Bush a las inspecciones
de la ONU en Irak podría ser descartada como un infantil despecho si
no constituyera una evocación tan elocuente de la imagen del 'americano
feo' tratando de apoderarse del petróleo.
Como un matón en un patio de recreo, hemos dejado en claro que ninguna
respuesta a nuestras exigencias verbales impediría un brutal ataque físico.
Y, para cualquiera sin un ansia virulenta de guerra, las inspecciones de las
Naciones Unidas parecen ir bien. En cuanto a la búsqueda de armas de
destrucción masiva, se puede decir ahora que la dictadura de Sadam Husein
es la sociedad más abierta del mundo.
Por cierto, ninguna otra nación ha estado dispuesta a permitir que expertos
extranjeros profundamente sospechosos tengan acceso a cada rincón y ranura,
incluso al dormitorio del dictador, para asegurar que no se está haciendo
nada de malo. Y la administración Bush reconoce que sus satélites
y otros medios de inteligencia no han logrado suministrar un arma del delito
para refutar la versión iraquí de su propio programa.
¿Qué pasaría si Estados Unidos fuera sometido a una investigación
semejante? ¿Podrían encontrar los inspectores de la ONU el origen del
ántrax utilizado para aterrorizar a la nación en un crimen que
destrozó sus nervios, pero que hasta ahora no ha sido resuelto a pesar
de haber sido cometido hace un año? Nuestro gobierno ha dicho que es
muy probable que el mortífero mejunje no haya sido un producto importado,
´¿así que por qué su origen ha eludido a la fuerza de seguridad
más avanzada del mundo?
Una investigación más intensa descubriría los planes originales
de EE.UU. para las armas de destrucción masiva –químicas, biológicas
y nucleares- que ahora obsesionan al mundo. Si los investigadores de la ONU
fueran desplegados en este país, descubrirían que fueron compañías
de EE.UU. las que a muy a menudo suministraron los materiales que permitieron
que otros países experimentaran con los instrumentos para matarnos a
todos.
¿En qué nuevas invenciones infernales se está trabajando en la
vasta red que esta nación ha dedicado asiduamente a las armas de destrucción
masiva durante más de medio siglo? Tal vez nuestros directores de laboratorios
no quieren que la verdad salga a la luz y, como Husein, necesitan una tonificante
visita de inspectores internacionales autorizados para ofrecer a los científicos
estadounidenses una salida segura del país y la seguridad de un programa
de protección de testigos.
Los inspectores de la ONU podrían comenzar con los científicos
en el laboratorio nacional de armas en Los Alamos, donde recién el mes
pasado los directores tuvieron que admitir que ordenadores altamente confidenciales
y otros equipos de un valor de millones de dólares han sido robados todos
los años. Seguramente uno de los numerosos científicos que tuvieron
acceso a la supersecreta caja de fondos de la que fueron robados los discos
duros hace dos años, podrían ser llevados a romper el muro del
silencio que ha impedido la investigación.
Esos discos duros, hechos para ser utilizado por equipos de reacción
de emergencia en la inmovilización de armas, contienen la base de conocimientos
más detallada de armas terroristas de destrucción masiva y de
cómo podrían ser desarmadas si, por ejemplo, emitieran radiación
en algún aeropuerto o en el guardarropa del Senado. Constituyen el libro
de recetas definitivo para terroristas. Y, sin embargo, los investigadores del
gobierno todavía no tienen idea de cómo desaparecieron esos discos,
sólo para ser reencontrados escondidos detrás de una copiadora
en el laboratorio. Pero podemos estar seguros de que si encontraran copias de
esos discos duros en Irak, provocarían un blitzkrieg aéreo de
EE.UU. que mataría a cientos, tal vez miles, de hombres, mujeres y niños
iraquíes.
Puede ser que nuestro presidente, que antes del 11 de septiembre tenía
un pronunciado desinterés por los asuntos del globo, no sabe que en lo
que se refiere a armas de destrucción masiva, somos nosotros, y no algunos
'malhechores' en el extranjero, los que abrimos la puerta a ésta, la
más atroz y en última instancia suicida, perversión.
¿Cómo se podría culpar a George W. si él es uno de la vasta
mayoría de estadounidenses que tranquila y cómodamente olvidan
que somos los únicos que han utilizado un arma nuclear? Sí, es
sólo historia, y por eso no le interesa a los charlatanes que dominan
el diálogo nacional en las ondas de EE.UU. Pero podría explicar
por qué incluso los que aman la libertad y la democracia tanto como nosotros,
temen cada vez más, no sólo a Sadam Husein, sino a nosotros mismos.
10 de diciembre de 2002
Copyright 2002 Los Angeles Times