Internacional

Pascale Bonnefoy
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"¿Qué te sorprende tanto?" me reprochó un amigo a quien parece no inmutarse por nada ya. "Es el hombre perfecto para el cargo. ¡Tiene experiencia en el terreno en onces de septiembre!", me gritaba, mientras yo corría al baño tapándome la boca.
Minutos antes, Joyce Horman me había comunicado la buena nueva: Henry Kissinger había sido nombrado por el Presidente George Bush para presidir una comisión independiente de 10 miembros que investigaría los ataques en Nueva York y Washington, DC el 11 de septiembre de 2001. Ese día, había estado en Santiago justamente con Joyce, residente de Manhattan, pegadas al televisor sin abrir la boca, mirando una y otra vez caerse las Torres Gemelas. Tan estupefactas quedamos que se nos olvidó por completo ir al velatón esa noche en el Estadio Nacional, donde se recordaba a las víctimas que pasaron por ahí, incluyendo a su esposo, Charles Horman, por cuya muerte Joyce aún aguardaba respuesta de Kissinger.
Precisamente ese mismo día, familiares de víctimas de la Operación Cóndor - la red de organismos represivos en el Cono Sur durante los setenta y ochenta- en Argentina, Paraguay y Chile, junto a la Fundación Rigoberta Menchú, la Asociación Americana de Juristas, y el National Lawyers Guild de Estados Unidos, habían presentado en Santiago una querella criminal en contra de Kissinger y otros, por su responsabilidad en subvertir la democracia en Chile y en la creación de la Operación Cóndor.
¿No es éste el mismo hombre contra quien, el día anterior a los atentados, la familia del asesinado jefe del ejército chileno, general René Schneider, había presentado una demanda ante un tribunal federal de Washington acusándolo de ser el autor intelectual de una "ejecución sumaria"?
¿No es éste el mismo hombre contra quien, hace sólo una semana, una corte del Distrito de Columbia acogió una demanda presentada por el Partido Comunista de Chile basada en documentos desclasificados del propio gobierno estadounidense que apuntan a que Kissinger promovió el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 en Chile, atribuyéndole co-responsabilidad en las posteriores violaciones a los derechos humanos?
Pero también, ¿no es éste el mismo hombre quien dice "no recordar" nada sobre su compatriota Charles Horman, de cuya muerte el Departamento de Estado recientemente admitió -en respuesta al exhorto del juez Guzmán- que poseía "información fundamental e importante"?
¿No es el mismo Premio Nobel de la Paz (1973) que salió arrancando de su hotel en París, huyendo del país, cuando en mayo del año pasado el juez francés Roger Le Loire solicitó tomarle declaración respecto de la desaparición de cinco ciudadanos franceses en Chile durante la dictadura militar?
¿El mismo contra quien en junio de 2001 el abogado argentino Ramiro González, denunciante de la desaparición de Liliana Clelia Fontana y de la Operación Cóndor, presentó una querella criminal en Buenos Aires por considerarlo "responsable de las desapariciones forzadas de personas en la República Argentina entre 1976-1983"?
¿No es el mismo hombre quien esta semana anunció que se negará a responder el exhorto enviado por el juez argentino Rodolfo Canicoba sobre la Operación Cóndor?
¿El mismo que en marzo de este año debió cancelar una visita a Brasil, debido a las protestas anunciadas en su contra y los potenciales problemas legales relacionados con la investigación del juez español Baltasar Garzón sobre el rol de Kissinger en la ocupación indonesa a Timor Oriental?
¿Estamos hablando del mismo hombre quien, dentro de 18 meses y contando con la plena confianza del presidente no electo de la mayor potencia del mundo, deberá entregar un informe basado en una investigación "que no será restringida por ninguna consideración de política exterior", según sus propias palabras?
"El doctor Kissinger y yo compartimos los mismos compromisos [...] Kissinger aportará su amplia experiencia, su lucidez y su buen juicio para esta importante tarea", dijo Bush al designar al antiguo asesor de Seguridad Nacional y ex Secretario de Estado durante una ceremonia en la Casa Blanca. "Señor secretario, gracias por ponerse nuevamente al servicio de su nación".
No pude sino recordar las palabras de Françoise Ducros, asesora del Primer Ministro de Canadá, quien se vio obligada a renunciar a su cargo esta semana por decir lo que todos hace tiempo pensamos.
Comcosur