5 de diciembre del 2002
Sabiduría proverbial
Ahora bien, hablando del gran garrote
Susan Davis
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
"Habla suave y usa un gran garrote"
Theodore Roosevelt
"Cuando tomas un garrote por un extremo, levantas el otro también."
Indiana, mediados del siglo XX
Theodore Roosevelt acuñó un nuevo proverbio en la Feria
del Estado de Minnesota de 1902. "Habla suave y usa un gran garrote" resumió
la política exterior del día, y entró al lenguaje oral.
Significaba que EE.UU. poseía suficiente fuerza militar como para no
tener que amenazar. Podía ejercer su poder y seguir apareciendo caballerosamente,
elegante y sereno. Después de todo, en 1902 ya habían liquidado
el asunto de Cuba y las Filipinas.
El proverbio está pasado de moda ahora, por lo menos en los círculos
de la política exterior, ya que Estados Unidos ha dejado de ver la necesidad
de hablar suave, aunque siga hablando entre bastidores. Podría cambiarse
el proverbio para que diga "Grita todo lo que quieras, y dale una paliza a unos
pocos países cuando te dé la gana." Y es como nos sentimos. Como
escribiera recientemente Frank Bardacke en Counterpunch, se trata ahora
de un imperio desnudo.
El propósito de la próxima guerra, que ya se desata, es asegurar
y hacer avanzar un imperio. No se trata de una guerra por un repugnante dictador,
y no es causada por la codicia del consumidor estadounidense, no importa si
éste se puede permitir o no la gasolina o su vehículo todo terreno.
Es una guerra para extender el control imperial por el globo –y Asia Central
y el Oriente Próximo son crucialmente importantes para ese control. El
país o coalición que domine Asia Central y el Oriente Próximo
controlará el flujo del petróleo. Asia Central tiene que ver con
cerca de un 60 por ciento del PBI del mundo. Eso es un imperio – el control
de los recursos básicos y la toma de decisiones sobre su uso en todo
el mundo, sin disputa, a largo plazo.
Si utilizamos este marco para comprender una guerra contra Irak, queda en claro
que es muy probable que no sea la única guerra, sino que será
seguida por otras para que el resto de esas regiones queden bajo el control
de EE.UU. Las bases militares de EE.UU. y los acuerdos de acceso en el Golfo
y en Asia Central se han estado multiplicando rápidamente, especialmente
durante el año pasado. Como lo describiera un amigo, en cualquier parte
donde haya un pozo o una plataforma petrolera, existe una base militar de EE.UU.
o una pista de aterrizaje. Las tropas estadounidenses ya están llegando
muy rápido a Yibouti en el Cuerno de África (New York Times,
17 de noviembre de 2002); hace unas pocas semanas el New York Times informó
que cerca de un tercio de Kuwait ha sido sellado para que sea accesible a las
tropas de EE.UU. que están siendo desplegadas en ese país. Esa
concentración no es por conveniencia militar; es planeada como algo permanente,
tal como las nuevas bases en los "estánes" centroasiáticos: Uzbekistán,
Afganistán, Pakistán y Kazajstán.
Aun antes de la elección presidencial de 2000, el futuro Secretario de
Defensa Dick Cheney preparó un documento que explica los objetivos de
la política extranjera de EE.UU.: el documento se llama "Reconstruyendo
las defensas de EE.UU.: Estrategia, fuerzas y recursos para un nuevo siglo."
Como Glenn Ford escribiera en The Black Commentator (www.blackcommentator.org),
este plan se convirtió en política en el momento mismo en que
Bush y Cheney asumieron sus puestos. "El proyecto para el nuevo siglo de EE.UU."
llama a que EE.UU. se involucre en hasta cuatro guerras simultáneas en
todo momento en el futuro previsible. Estas guerras serían iniciadas
por EE.UU. para eliminar amenazas desde cualquier parte. El documento causó
inquietudes sobre la capacidad para combatir en cuatro frentes simultáneos.
¿Sería posible, se preguntaban los miembros del Estado Mayor Conjunto?
¿Estamos suficientemente preparados para librar cuatro guerras simultáneas?
¿Y si fueran dos? El Estado Mayor Conjunto nos ha tranquilizado, sí,
en dos podemos participar. Más, bueno, ya veremos.
Ford señala que en el documento la palabra "amenaza" ha sido redefinida
para que represente la capacidad de cualquier estado de resistir a la intervención
de EE.UU. en cualquier sitio en el globo. En otras palabras, cualquier país
que se atreva a actuar como si debiera tomar sus propias decisiones sobre su
integridad territorial y sus recursos naturales constituye una amenaza para
la seguridad de Estados Unidos. Amenaza significa resistencia a las ambiciones
imperiales estadounidenses y multinacionales. Desde luego, Cuba ha sido tratada
de esa manera durante décadas. Podemos discutir si el imperio es verdaderamente
estadounidense, o si los estadounidenses están simplemente actuando,
como lo dice el cantante folk Phil Ochs, como "policías del mundo" para
las corporaciones multinacionales.
En este marco, si Estados Unidos ataca a Irak, probablemente continuará
con ataques contra todo estado por el que sienta amenazado o que sea seriamente
desestabilizado por el ataque –y eso puede incluir a Irán—. Dick Cheney
ha dicho que Irán seguirá a Irak como objetivo. Tal vez Siria,
tal vez Corea del Norte. El eje del mal cambia de una semana a la otra, pero
cuando se le preguntó recientemente qué es lo que desearía
que los estadounidenses supieran sobre la guerra. Cheney replicó: "que
será larga."
Hablar suavemente ya pasó de moda. A los ciudadanos de EE.UU. les dicen
que se consideren imperiales, dueños del mundo – también se les
dice que se consideren en guerra más o menos permanentemente. En el interior
del país la situación normal es la simultaneidad de la movilización
para la guerra y la propaganda. Como señala Glenn Ford, "ninguna nación
en la historia humana ha pronunciado jamás palabras que hayan sonado
ni remotamente como éstas."
¿Así que cuáles son los efectos interiores de una situación
semejante? Veamos qué sabemos sobre los imperios. Son costosos. Expanden
permanentemente hasta que la presión sobre sus centros se hace intolerable.
Tienen que ser reforzados constantemente, no sólo mediante tributos provenientes
del exterior, sino también del interior. Estos tributos son en dinero
pero, por cierto, también en vidas humanas, en calidad de la vida, y
en libertad.
Cuando mencioné que los imperios son costosos, pensé en primer
lugar en la economía. No quiero que se piense que soy una burda materialista,
así que permítanme que diga que los efectos serán sociales,
culturales, y raciales. Pienso que nuestra infraestructura social será
duramente afectada y que nuestros derechos cívicos y políticos
serán drásticamente perjudicados, al ajustarnos a las implicaciones
de la Ley Patriota de EE.UU., Nuestra cultura se hará más intolerante
y más militarista de lo que ya es. Aprenderemos menos de nuestra propia
historia, y menos sobre otros países de lo que ya aprendemos, porque
para justificar el control de los mundos de otros pueblos debemos ignorar sus
pasados y sus aspiraciones, y nuestros propios pasados. Nuestras relaciones
raciales probablemente empeorarán, porque es muy importante que los Ciudadanos
de una Nación Imperial crean en su propia superioridad. El 17 de noviembre,
el New York Times nos informó que los iraquíes en EE.UU.
y los ciudadanos iraquíes estadounidenses están ahora bajo vigilancia
y que se les presiona para que informen los unos sobre los otros. Ya que el
mundo que queremos controlar se ha hecho parte de nosotros mediante la inmigración,
habrá más de lo mismo y exacerbará las divisiones raciales
y étnicas. Nuestras aventuras militares ya están siendo justificadas
con el racismo. No pueden dejar de tener efecto en el país.
Volvamos a mi burdo materialismo. Bill Moyers dijo recientemente que jamás
nadie habló de los costos económicos de la Guerra de Vietnam en
los primeros años, porque nadie quería discutirlo. Nadie tenía
una idea concreta. Cuatro años más tarde, cuando los jóvenes
regresaban en bolsas de plástico para cadáveres, Johnson se metió
en su cama, y se ocultó bajo sus mantas, cuando se dio cuenta de que
era demasiado tarde para sacar cuentas realistas. Hoy nadie habla del tema,
y nadie tiene una idea real. Es liar's poker [poker de mentirosos]. Incluso
si la guerra se limita a Irak, y toma entre seis u ocho meses, con una ocupación
de seis a ocho años y la subsiguiente reconstrucción, será
muy costosa. Y como lo demuestra su documento, el plan Bush- Cheney es mucho
más amplio que ese panorama de seis meses.
Los cálculos más conservadores, sin incluir ninguna ocupación
para contener a las partes hostiles en la guerra civil que resultará
en Irak, hablemos de unos 100.000 millones de dólares para una guerra
de un año, cifra proveniente de la Universidad Harvard. Pero un economista
de la Casa Blanca calcula 278.000 millones de dólares para una guerra
de seis meses. Sobra decir que estos cálculos son muy vagos y que son
ampliamente disparejos; nadie tiene la menor idea de lo que sucederá.
Pero aceptemos 278.000 millones de dólares durante seis meses, una ínfima
fracción de la economía de EE.UU., pero mucho dinero a pesar de
todo. Agreguémosle la misma suma para una ocupación de diez años,
sin incluir la reconstrucción de Irak y Afganistán. Hay dos corrientes
de opinión sobre cómo ver los efectos sociales de este tipo de
gastos militares. Nuestros pensadores económicos y dirigentes políticos,
tal como son, no están de ninguna manera de acuerdo al respecto.
El primer punto de vista, probablemente dominante en el debate público,
es que la economía es muy vulnerable. El desempleo ha subido a cerca
de un seis por ciento en los últimos años, el endeudamiento de
los consumidores es elevado, la confianza de los consumidores es baja, las cifras
de ahorro son negativas, las líneas aéreas se derrumban, la industria
de telecomunicaciones ha tocado fondo, importantes corporaciones contables e
informáticas han quebrado el año pasado, la bolsa de valores ha
estado bajando drásticamente durante la mayor parte del último
año. El único punto positivo es el inicio de nuevas construcciones,
y puede ser que ya haya pasado su mejor momento.
Un choque producido por el petróleo –es decir cualquier aumento por sobre
los precios actuales de unos 27 dólares por barril—sería la consecuencia
directa de un ataque contra Irak y la reacción en cadena de agitación
y trastornos en el Oriente Próximo. Un tal aumento podría lanzar
a la economía de EE.UU. a una recesión más prolongada y
más profunda, que tal vez tendríamos que calificar de depresión.
El aumento de los precios del petróleo conduciría a precios más
elevados y a costos más altos en la realización de negocios, lo
que generalmente resulta en más desempleo, o por lo menos en una presión
descendiente sobre los salarios, lo que lleva a menos adquisiciones –todo esto
montado sobre una carreta a la que le falta por lo menos una rueda.
Es evidente que al mercado bursátil no le gustan las noticias bélicas
por estas razones, entre otras. La situación de Estados Unidos frente
a la balanza de pagos es terrible. Si los bancos e inversores extranjeros que
poseen dólares deciden que la economía de EE.UU. enfrenta problemas,
y comienzan a buscar una moneda más sólida, el valor del dólar
puede declinar fuertemente. También existe el tema de cómo afectará
la economía de EE.UU., si baja en picada, al resto del mundo. Si estornudamos
y reducimos nuestras importaciones de bienes baratos, como se dice, al resto
del mundo le dará pulmonía. Así que, incluso hablando a
corto plazo, un ataque contra Irak podría resultar extremadamente desestabilizador
mucho más allá de las fronteras de EE.UU. Es el costo de la ambición
imperial, y podría no ser a corto plazo.
Hay otra corriente de opinión al respecto, y es que la guerra es buena
para la economía –los gastos militares generan beneficios, crean más
puestos de trabajo en algunos sectores. Los salarios podrían aumentar.
Desde este punto de vista, una guerra podría cebar la bomba económica.
¿No estimularía todo este aprovisionamiento y armamento del Imperio otros
gastos? Tal vez, en lo que se refiere a algunos sectores técnicos y profesionales,
pero no para todo el mundo. Las inversiones bélicas son generalmente
improductivas. Oímos hablar mucho de los beneficios para nuestra economía
de la investigación y del desarrollo militares. En sitios como California
del Sur mucha gente profesional y técnica trabaja en sus ordenadores
en problemas como misiles termodirigidos. Pero todos no pueden hacer lo mismo.
Pienso que exageran esos beneficios. Los militares tienden a invertir en equipos
de alta tecnología con usos muy limitados –vigilancia, inteligencia,
mando y control, y para matar personas—y construyen equipos que no duran mucho
y que hay que reemplazar continuamente. Bombas, armas químicas, munición,
sistemas de guiado, aviones teledirigidos Predator. Movilizan tremendas cantidades
de personas para apoyar semejante inversión no-productiva. Si se piensa
que el reemplazo continuo de bombas, munición y máscaras de gas
es productivo, supongo que será un tipo de productividad. Pero también
vale la pena recordar que Estados Unidos ya posee inmensos arsenales de estos
materiales.
Todos sabemos que los contratistas militares son notoriamente corruptos y que
cobran cientos de veces el costo real del suministro de ceniceros y helicópteros
–y sabemos que a menudo esos maravillosos equipos no hacen lo que se pretende
que hagan. Así sucedió en el caso del misil Patriot. Parece que
el Patriot apenas era capaz de dar en el blanco en algo, a pesar de las grandiosas
afirmaciones de Raytheon y de los propagandistas de CNN. Pero, incluso si los
contratistas militares no fueran corruptos o ineptos, la producción para
la guerra no beneficia a toda la población como para dar una perspectiva
positiva –es una inversión que no beneficia a la sociedad en general.
No construye casas de reposo, guarderías infantiles o escuelas. Subvenciona
gastos de matrícula y salas de clase y laboratorios sólo si el
profesor realiza trabajo de investigación relacionado con la guerra,
pero no contribuye a la salud de la gente, ni invierte en el transporte público.
Pero ciertamente apoya tecnologías altamente peligrosas y contaminantes,
como ser granadas endurecidas de misiles hechas de uranio empobrecido, que son
muy dañinas para la salud de los soldados estadounidenses. Y otras personas.
Según William Hughes en Counterpunch (25 de octubre de 2002) "Sólo
durante la Guerra del Golfo, Estados Unidos abandonó 270.000 kilos de
residuos radioactivos con uranio empobrecido provenientes de su uso de... bombas
sucias." Decenas de miles de veteranos de la primera Guerra del Golfo siguen
tratando de descubrir qué extraña combinación de radiación,
vacunas experimentales y productos químicos tóxicos, causaron
sus enfermedades de difícil cura, otro costo de la guerra. Y, desde luego,
la producción para la guerra es una inmensa inversión en la mutilación
y la muerte de civiles del otro lado. Es una inversión en la derrota
total.
Como descubrimos a través de la experiencia de Vietnam, las guerras son
generalmente inflacionarias. El gobierno se endeuda enormemente para financiarlas,
o imprime dinero (aumenta el suministro de dinero) para pagarlas, o hace las
dos cosas. De una u otra manera, hay que pagar por una guerra, y la gente generalmente
no quiere hacerlo a través de impuestos. El déficit crece, las
tasas de interés aumentan, y el dinero de la gente vale cada vez menos.
Por este motivo un sector de la comunidad empresarial se opuso al final a la
Guerra de Vietnam, y por eso un sector de los dirigentes empresariales de EE.UU.
se opone a un ataque contra Irak. No es sólo porque sus hijos podrían
volver a casa en bolsas de plástico –eso ocurre generalmente con los
hijos de los pobres. La resistencia empresarial a la Guerra de Vietnam fue en
realidad una resistencia contra la inflación que estaba arruinando la
economía de EE.UU.
No estamos ni de lejos en una condición económica tan buena como
cuando nos lanzamos contra Vietnam. Una cosa que difiere es que las actuales
recesiones vienen después de dos décadas de recorte de los fondos
para el sector público. La gente nacida en los años 80 han oído
hablar de "reducciones presupuestarias" y de "déficit presupuestario"
y "austeridad" durante toda su vida. La idea general comunicada por este lenguaje
es que "no existe suficiente riqueza en esta sociedad para enfrentar las necesidades
básicas de todo el mundo."
Yo crecí en los años 50 y 60, en un tiempo muy próspero.
Hasta que se sintieron realmente los efectos de la Guerra de Vietnam, la economía
se encontraba en expansión. Las vidas de mucha gente mejoraron. Pero
en la actual generación en edad militar, los "cortes de presupuesto"
siempre han formado parte del paisaje político. Pero esta "escasez" de
riqueza es la propia creación del capitalismo militar. Porque, desde
fines de los años 70, los fondos públicos han sido extraídos
del sector público hacia el sector privado fuertemente militarizado como
parte de la política pública, a través de la masiva inflación
del presupuesto militar desde la primera administración Reagan en 1980
y mediante reducciones de impuesto para los ricos y las corporaciones. Por eso
Amtrak apenas circula, y por eso el transporte público es miserable en
los vecindarios pobres, y no hay viviendas decentes para millones de personas,
y las escuelas públicas son deficientes, y no hay un seguro sanitario
universal en este país, y por eso los estudiantes universitarios están
pagando matrículas más elevadas y trabajando más duro en
trabajos externos para sobrevivir. Por eso no hay suficiente dinero para subsistir,
porque una inmensa porción ha sido trasferida a la parte militar del
presupuesto federal. Al mismo tiempo, ha sido el período más grande
y prolongado de creación de riqueza en la historia de EE.UU.
Así que éste es el punto de partida desde el que consideramos
la expansión de nuestro Imperio –comenzamos con lo que desde muchos puntos
de vista es la peor situación en el mundo industrializado. En cuanto
a atención sanitaria, alfabetización, educación, mortalidad
infantil, y nutrición, EE.UU. es un rezagado, incluso se encuentra al
final de la escala –y se nos pide que invirtamos más de nuestros propios
recursos en el proyecto sin fin de controlar los recursos del resto del mundo.
Un mundo del que sabemos que no está nada de contento conque EE.UU. adopte
ese rol y que resistirá. O, por lo menos la gente ordinaria de este mundo
no está contenta. Un montón de ramitas puede alimentar un gran
fuego. Podemos vencer claramente con nuestra brillante tecnología, pero
no hay guerra que se gane para siempre. Ningún poder ocupante es completamente
invulnerable. Podemos enfrentar un bandolerismo social descontrolado, o podremos
ver uno, dos, tres, muchos Vietnam.
Considero que los efectos de la guerra dentro del país nos empujan más
rápida y violentamente por una espiral descendiente en lo económico,
lo social y lo ecológico, en la que hemos estado cayendo durante 20 años.
De manera que no se puede levantar solo un extremo del garrote. Hay que levantarlo
entero.
¿Cuáles serían algunos de los otros costos de este imperio? Un
imperio depende de que haya mucha gente defendiéndolo en sus fronteras
y necesita la disposición de la población en el frente interno
para que se la grave con más impuestos –una reducción de la calidad
de la vida—para apoyarlo. Tiene que haber un servicio militar, y eso absorbería
a algunos de los jóvenes desocupados, olvídense de los desempleados
de edad media. Si se impone un servicio militar, causará un choque. Los
estadounidenses se han acostumbrado a la idea de que pueden contratar a otros
para que combatan por ellos, sea con promesas de educación después
de terminar el servicio militar –una promesa que no es tan positiva como la
hacen sonar-- o simplemente, porque es el mejor puesto que pueden conseguir,
lo que a veces llaman el servicio militar económico. Esto sería
un nuevo servicio militar para el que ya estamos perfectamente preparados mediante
el registro al nacer en la Seguridad Social, y con el registro selectivo para
el servicio a la edad de 18 años para los hombres. Así que otro
costo sería una generación de jóvenes, aunque podría
ser posible que los estadounidenses privilegiados protejan a sus hijos del servicio.
No fue enteramente posible en Vietnam, aunque las víctimas en combate
fueron sobre todo pobres, blancos, y morenos. Durante la primera Guerra del
Golfo en 1991, los estudiantes me preguntaron si tendría sentido irse
a Canadá se resucitaran el servicio. Creo saber que ahora hay un acuerdo
de extradición entre Canadá y EE.UU. para los que evaden el servicio.
Algunos jóvenes que se negaron a registrarse por motivos de conciencia
en los años recientes han recibido fuertes penas de prisión. Se
produciría ciertamente un movimiento de resistencia al servicio militar,
pero los castigos serán duros y rápidos. Por otro lado, es casi
seguro que los dirigentes de EE.UU. harán todo lo posible por evitar
un servicio militar, porque contribuye a acercar la guerra a la clase media.
Es una de las lecciones de Vietnam.
Generalmente los imperios se hacen impopulares bastante rápido en la
metrópoli. Entonces recurren a la represión y a la censura. Otra
consecuencia interna de esta guerra será el aumento de la vigilancia,
de la represión, restricciones de nuestros derechos y libertades, y la
censura. Es muy importante que los partidarios internos de las guerras no sepan
lo que el imperio está haciendo en su nombre. En este país ya
estamos presenciando la censura abierta de películas y cineastas de Irak
e Irán, sus directores (que son censurados en su país) no reciben
visas para ingresar a éste, para que no podamos ver sus películas
mostrando a la gente como seres humanos que sufren bajo la política de
EE.UU. Es el tipo de bloqueo cultural en un país que ya ignora al resto
del mundo. También habrá, ya hay, represión y censura de
las críticas a nuestro nuevo imperio –y, desde luego, es una censura,
ya está bien definida en la Ley Patriota de EE.UU. de 2001. Los sitios
en la red ya están siendo purgados, están retirando libros y CDs
de las bibliotecas oficiales federales; hay personas en mi campus que están
siendo acusadas de "antiamericanas" por criticar la política estadounidense
contra Israel. Los activistas políticos verdes están siendo clasificados
como terroristas y se les impide que suban a vuelos internacionales. El almirante
John Poindexter, un delincuente condenado, aunque después fue perdonado,
ha vuelto al gobierno, responsable de romper las barreras entre la información
sobre individuales: privada, comercial y gubernamental. Por algún motivo,
el almirante Poindexter llama a estas barreras "chisteras", lo que me da la
esperanza de que sepa muy poco sobre los problemas de administración
de la información. En todo caso, espera armonizarnos a todos en una gigantesca
base de datos al servicio de la Seguridad de la Patria. Son sólo unos
pocos ejemplos. Ya hemos pasado por un montón de "acéptalo o ándate"
en este país y pienso que se nos viene encima otro duro asalto. Esta
vez, puede ser acéptalo o te encerramos.
También existe el problema de la violencia que vuelve a casa. Es un hecho
que la guerra, con su entrenamiento y servicio militares que la acompañan,
hace mucho daño a la sicología de los hombres que la sobreviven.
Podemos acordarnos de Timothy McVeigh. Podemos pensar en John Mohammed. Podemos
pensar en los asesinos de mujeres y golpeadores de mujeres en Fort Bragg, Carolina
del Norte, hombres que acaban de volver de Afganistán. Hay un contragolpe
de violencia a la sociedad de origen cuando la gente testimonia, o se ve obligada
a cometer, violencias horribles contra otros seres humanos. Durante la primera
Guerra del Golfo supe de pilotos de línea que conocieron a pilotos militares
que habían sido desmovilizados o que volvían del Golfo. Se les
dijo que no hablaran con nadie de lo que habían visto, y sufrieron mucho,
según mis amigos. Más tarde, se conocieron las noticias sobre
el "tiro a los pavos" en la carretera a Basra; se conocieron las noticias sobre
los cien mil iraquíes en retirada, que se rendían, y que fueron
asesinados o quemados vivos por los súper tanques de EE.UU. El general
Colin Powell dijo que le era indiferente el número de soldados iraquíes
matados en 1991. Todo este tipo de eventos, y los comentarios de Powell, revelan
una cultura que acepta la extrema violencia.
Las universidades en todo el país informan de la creciente presión
para que se reinstale el entrenamiento del ROTC [Entrenamiento de Oficiales
de Reserva], y que hay presión para que se amplíen los estudios
militares a las escuelas secundarias y primarias. Todo esto ancla más
profundamente el militarismo en la vida diaria. Pienso en escuelas en las que
hay reuniones patrióticas en el Día de los Veteranos, y en que,
hace unos años, a mi hija en edad de kindergarten se le exigía
que cantara "Johnny tiene una pistola". (El director tampoco aceptaba ninguna
protesta de las madres horrorizadas). Y pienso en cuando miramos reposiciones
en Saturday Night Live la otra noche con mi hijo. Vimos un anuncio de
Sony PlayStation para un juego "para adolescentes" llamado 'Ataque a
Irak". Fue realizado por miembros de las Fuerzas Especiales que sirvieron en
el Golfo en 1991, y es muy realista. Es casi un programa de entrenamiento. Tuvimos
que ver el anuncio dos veces antes de darnos cuenta que no era una broma. Lo
ofrecen para las Navidades.
Finalmente, pero en realidad no tiene nada de fin, ya que es central, está
el problema de la raza. Mucha gente contra la que se despliega nuestro imperio,
no es blanca, y por razones históricas los poderosos estadounidenses
se hacen la vida fácil convirtiéndolos en menos que humanos por
el color de su piel. Tristemente, muchas personas de color estarán combatiendo
contra otros no-blancos en esta guerra, pero me imagino que las imágenes
dominantes serán de blancos contra gente de color. ¿Se recuerdan de la
frase de 1991: "bombardeen con bombas atómicas a los amarillos del desierto"?
Van a tener que usar mucha presión propagandística para que la
gente apoye el imperio a largo plazo. El racismo engrasará las ruedas
de una máquina que de otra manera no podrá funcionar. La división
racial puede ser uno de los lubricantes. Una vez más, Glenn Ford ha dado
elocuentemente en el clavo. También señala que gran parte del
imperio –o nuestro futuro imperio— también prevalece en casa. Ya sabemos
cómo se está tratando a los iraquíes estadounidenses. ¿Cómo
se tratará a los árabes-estadounidenses, a los paquistaníes-
estadounidenses, y a los iranios-estadounidenses? ¿Qué actitud se espera
que tengan? ¿Podrán ocultarse quién sabe dónde como lo
hicieron los alemanes- estadounidenses durante la Primera Guerra Mundial? ¿Tendrán
algún derecho al disenso? Después de lo que sucedió en
Lackawanna NY, con los arrestos secretos e instantáneos de 12 árabes-estadounidenses,
me imagino que los inmigrantes recientes deben, sin duda, pasar mucho miedo.
Uno no puede levantar sólo un extremo de este inmundo garrote.
2 de diciembre de 2002
Susan Davis enseña en la Universidad de Illinois, Urbana Champaign. Esta
columna fue adaptada de un seminario realizado allí el 12 de noviembre.
Su correo es: sgdavis@uiuc.edu