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Internacional

18 de diciembre del 2002

En busca de la respuesta al más grande misterio del D.C.

Arianna Huffington
Progreso Weekly

Llamen a Sherlock Holmes, rápido. O al menos a El Gordo y El Flaco. Hay que solucionar un misterio en Washington.
Nadie en el D.C. comprende cómo una fea provisión que escuda al gigante farmacéutico Eli Lilly de miles de millones en demandas judiciales por parte de los padres de niños autistas logró colarse a última hora en el proyecto de ley de Seguridad Interna.
"Es un misterio para nosotros", dijo sin darle importancia al asunto el vocero de Eli Lilly, Rob Smith.
Es un misterio para nosotros también, dijeron como un eco voceros de la Casa Blanca, el Departamento de Salud y Servicios Humanos, y Bill Frist, el médico convertido en senador y convertido en cómplice de las empresas farmacéuticas, quien originalmente había sido autor de una disposición favorable a Eli Lilly en otra ley.
El casual acto legislativo también resulto extraño para los cabilderos de la industria farmacéutica y para el director del presupuesto de la Casa Blanca, Mitch Daniels, un ex ejecutivo de Lilly, quien se apresuró a hacer declaraciones públicas de que desconocía la misteriosa génesis de la enmienda. A lo mejor la pequeña disposición cayó del cielo. O fue inmaculadamente concebida.
La insultante añadidura protege a Lilly de demandas judiciales presentadas por las familias de niños autistas, quienes creen que la enfermedad de sus hijos es consecuencia del Timerosal, un preservativo a base de mercurio fabricado por Lilly y que era un componente común en vacunas infantiles.
Pero en una ciudad donde el conocimiento es poder ha habido un súbito brote de gente que se vuelve muda. El Washington oficial está observando un código de omertà que hace que Los Sopranos parezcan las muchachas de lengua suelta del programa The View. En otras palabras:
Nadie ha visto nada.
Estas son las pistas con las cuales debemos trabajar: Durante el fin de semana del Día del Veterano, los negociadores republicanos de la Cámara de Representantes y del Senado se reunieron para pulir los detalles de la elefantina ley de seguridad. En algún momento --nadie está dispuesto a decir cuándo --, alguien --nadie está dispuesto a decir quién-- introdujo la provisión acerca de Eli Lilly --aunque nadie está dispuesto a decir por qué.
Es imprescindible que solucionemos este misterio, porque este tipo de chanchullo a puertas cerradas es una afrenta a la misma democracia que esta ley supuestamente debe proteger. Quizás deba llamarse "Ley de Protección Interna y de Lilly".
"La capacidad de un grupo de interés especial para insertar secretamente en una ley disposiciones que sirven a sus propios estrechos intereses y que van en detrimento del interés público plantea cuestiones fundamentales acerca de la integridad de nuestro gobierno", dijo el representante demócrata por Ohio Dennis Kucinich.
Kucinich ha jurado que atacará las reglas congresionales que permiten que nuestros legisladores oculten a sus donantes de profundos bolsillos de la vista inquisitiva del público. En el momento más crucial del proceso de redacción del proyecto de ley, cuando se decide el lenguaje legal, los alquimistas corporativos de Washington hacen su magia negra para convertir el oro legislativo en plomo de beneficio propio.
"Es un defecto del sistema", dice Kucinich. "Convierte a la legislatura en una cábala secreta".
Así que esta batalla es mucho más que la presión para que se descarte la disposición en beneficio de Lilly, algo que los senadores Debie Stabenow (demócrata por Michigan) y John McCain (republicano por Arizona) han prometido hacer cuando se inaugure el 108vo. Congreso en enero. Se trata de poner fin al juego del sistema que está convirtiendo al proceso legislativo en un carnaval de los intereses especiales.
Extrañamente Kucinich, McCain y Stabenow pueden haber encontrado un inusitado aliado para su batalla -- un aliado con intereses propios en el asunto. Resulta que el representante Dan Burton (republicano por Indiana), presidente del Comité de Reformas y Supervisión Gubernamentales, tiene un nieto que comenzó a mostrar síntomas de autismo a los pocos días de recibir vacunas que contienen Timerosal.
Evidentemente esta no es una confrontación entre la izquierda y la derecha. Cualquier político que haya cantado alabanzas de la "rendición de cuentas" y la "transparencia" --esto lo incluye a usted, Sr. Presidente-- debe en bien del público exigir al Congreso que llegue al fondo de quién hizo que se insertara en el proyecto de ley de la Seguridad Interna una disposición que no tiene nada que ver con la seguridad interna. Y averiguar si los $1,6 millones que Lilly contribuyó en el último ciclo de elecciones --de los cuales 70 por ciento fueron a los republicanos-- tuvieron algo que ver. Y pensándolo bien, si esas donaciones tuvieron algo que ver con que la administración Bush solicitara la semana pasada a un tribunal de reclamaciones que bloqueara el acceso del público a los documentos surgidos en más de mil reclamaciones judiciales relacionadas con el Timerosal.
Estamos acostumbrados a que las prebendas sean un componente de casi todo lo que hace el Congreso. Pero el abuso de una ley acerca de la seguridad interna es especialmente desagradable. Los ambiciosos amos corporativos de Washington puede que al fin se hayan excedido. Su constante influencia constituye un claro y actual peligro a nuestra seguridad, y si el presidente quiere realmente proteger el territorio nacional, no debe quedarse callado.
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