La expansión irresistible del programa 'Hijo de la Guerra de las Galaxias'
Simon Tisdall
Traducido para Rebelión por Manuel Talens
Ocultos por la crisis iraquí, los planes de la administración Bush para instalar en todo el planeta un amplio abanico de sistemas de misiles defensivos siguen su marcha inexorable. John Bolton, el hombre clave de George Bush para la seguridad internacional, afirmó esta semana en Londres que el programa 'Hijo de la Guerra de las Galaxias', inicialmente concebido como un sistema de defensa nacional exclusivo para el territorio de los Estados Unidos, será puesto en marcha 'lo antes posible' con vistas a proteger asimismo 'a nuestras fuerzas desplegadas por el mundo y a nuestros amigos y aliados contra la amenaza cada vez mayor de misiles enemigos'.
La visita que el general estadounidense Ronald Kadish, encargado de las pruebas y del desarrollo de dicho programa, hizo ayer a la estación encargada de dar la alarma inicial en Fylingdales (North Yorkshire), disipó cualquier duda sobre la probable implicación del Reino Unido en el proyecto. Los Estados Unidos todavía no han solicitado oficialmente el uso de las instalaciones británicas, pero la semana pasada Geoff Hoon, el secretario de defensa, lo concedió de antemano.
A pesar de algunos contratiempos iniciales, el desarrollo de los prototipos sigue adelante y la Agencia de Defensa contra Misiles de los Estados Unidos, libre ya de las limitaciones que le imponía el obsoleto tratado de misiles antibalísticos, llevará a cabo 'pruebas de interceptación en pleno el vuelo' el mes próximo. Se espera que la cumbre de la OTAN en Praga ponga en marcha diversos estudios sobre la posibilidad de 'proteger el territorio y los centros urbanos de la alianza contra un amplio ataque de misiles enemigos'.
En pocas palabras, esto significa que, tras haber propuesto en un principio un sistema antibalístico únicamente en su propio territorio, los Estados Unidos tratan ahora, al parecer con éxito, de vender la idea (y compartir los gastos) de una amplia variedad de sistemas vinculados de defensa global contra misiles de largo alcance. El programa 'MISSILES 'ß' US' [1] lanzado por Washington y aprobado con entusiasmo por la industria armamentista, implicará a estados que no pertenecen a la OTAN, como Rusia e Israel y, quizá, a algunos otros como India y Taiwán, con todos los inconvenientes que ello entraña para la seguridad.
Las incertidumbres que surgieron tras las proposiciones iniciales del sistema de defensa nacional reaparecen ahora en mayor grado. Sigue sin estar claro si los misiles de interceptación estratégica funcionarán, pues países como China, a pesar de lo que diga Bolton, tratarán de desarrollar nuevas armas de contraataque. Además, la defensa antibalística es completamente inútil frente a las formas actuales de terrorismo. El costo en que incurrirán los estados participantes, entre ellos el Reino Unido, podría alcanzar los miles de millones, pero nadie tiene una idea clara de qué es lo que se están comprometiendo a pagar.
Todavía más importantes son las cuestiones que se plantean sobre el grado de la amenaza que los sistemas deberán neutralizar. Los Estados Unidos han elaborado una lista de estados 'canallas' dispuestos, según dicen, a atacar. Pero no todo el mundo está de acuerdo con tales evaluaciones. En la actualidad, Irak no puede atacar a nadie. Irán, que niega disponer de armas nucleares, teme tanto a los Estados Unidos como cualquiera y el reciente mea culpa nuclear de Corea del Norte fue más una petición de ayuda que una amenaza.
Por otra parte, dado que los países supuestamente adeptos al terrorismo y a las actividades que el sistema de defensa antibalístico mundial debería neutralizar están intimidados y aislados y saben muy bien que los Estados Unidos no dudarán en atacar, es bastante posible que en poco tiempo no quede ni un solo 'estado canalla'. ¿Contra qué país apuntarían entonces los misiles? ¿Contra Cuba, quizá? Suena a déjà vu.
Pero hay un argumento todavía más elemental que se le puede objetar a esta insana obsesión estadounidense por los misiles, y es que pone en peligro las iniciativas no militares para eliminar el problema de las amenazas terroristas. Bolton ha declarado que los Estados Unidos emplearán mil millones de dólares este año para contrarrestar la proliferación de armamentos y otros siete mil cuatrocientos millones para la defensa con misiles. Y la cosa no hace más que empezar.
Al igual que el Reino Unido, los Estados Unidos apoyaron el verano pasado el plan del G8 de 'cooperación global' para hacer frente a las amenazas de forma conjunta, pero tal como ha señalado el antiguo senador estadounidense y experto en proliferación armamentista Sam Nunn, es mucho más urgente ganar la 'carrera que opone la cooperación a la catástrofe'.
Hace diez años, Nunn y el senador Richard Lugar pusieron en marcha con éxito una iniciativa para financiar y supervisar la eliminación sin riesgo del anticuado arsenal nuclear estratégico ruso y para impedir que los terroristas se apoderasen de tales armas. Ahora, propone que aquella misma iniciativa se aplique a la defensa antibalística mundial.
Según Nunn, es necesario crear un sistema global de vigilancia, que se ocupe de manera específica de proteger el material físil y las armas tácticas nucleares y de eliminar o almacenar de forma segura las armas biológicas y químicas, establecido de acuerdo con normas internacionales, con una financiación adecuada y un importante sistema de inspección global, todo ello bajo los auspicios de la Agencia Internacional para la Energía Atómica de la ONU. Y añade que cada gobierno debería nombrar un 'representante de alto rango' como responsable de estos programas para combatir el 'terrorismo catastrófico'.
Se trata de un proyecto ambicioso que se necesita con suma urgencia y que sería perfectamente factible si se pone marcha con determinación y buena voluntad. Además, utilizaría de manera infinitamente mejor el dinero y los recursos, en vez de dedicarlos a una temeraria proliferación de misiles defensivos.
Es posible que la implantación de tales sistemas antibalísticos por todo el planeta sirva los intereses geopolíticos y comerciales de los Estados Unidos, pero no elimina la pesadilla de aniquilación masiva que se cierne sobre el siglo XXI y que recuerda el irresistible auge brechtiano de Arturo Ui [2]. NOTAS
[1] El lector no familiarizado con la lengua inglesa tiene en esta larga nota la explicación de por qué no he traducido el juego de palabras MISSILES 'R' US (con R al revés, como en el título de la nota), que alude sin matices al nombre de la multinacional estadounidense de juguetes TOYS 'R' US (también con R al revés). Una de las técnicas más en boga de la publicidad es el uso de la sinécdoque, figura retórica consistente en transferir el significado de un término –que representa una parte de algo– a otro que representa el todo (un ejemplo típico de esto lo tenemos en la marca Kleenex, que para muchos ha pasado a designar de forma genérica lo que antes era un pañuelo desechable). La compañía TOYS 'R' US ('Somos los juguetes') es sólo un fabricante más, pero con dicho nombre busca acaparar la totalidad del sentido de la palabra juguete. Por su parte, MISSILES 'R' US constituye una vuelta de tuerca adicional y, desde luego, nada inocente, pues además de incidir en la ¿exageración? de que 'somos los misiles' –lo cual deja implícito que los misiles del campo contrario son de inferior calidad–, sucede que en inglés el pronombre personal us (nosotros) coincide con la sigla de United States, con lo cual MISSILES 'R' US se convierte en 'Los Estados Unidos somos los misiles'. ¿Existe algo más aterrador para el 'enemigo' que un país transfigurado en arma de destrucción masiva? (N. del T.) [2] Se refiere a la obra El irresistible ascenso de Arturo Ui, de Bertold Brecht, escrita en 1941, en la que Hitler se convierte en un gángster de Chicago. (N. del T.) Publicado en The Guardian el jueves 21 de noviembre de 2002