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16 de abril del 2002
Arriba los que luchan
Carlos Aznárez
Resumen Latinoamericano
Gracias valeroso pueblo venezolano. Hombre y mujeres de Simón
Bolívar y Ezequiel Zamora, de Manuelita Saenz y Simón Rodríguez,
de ese torbellino llamado Josefina Camejo.
Ustedes lo han hecho posible, con su rabia y con su amor, con su bronca acumulada
de tantas injusticias y también con su ternura surgida del corazón
de los más humildes. Los cerros de Caracas se convirtieron en llamarada
a la hora de salir en defensa de un proceso que se construyó para ese
80 por ciento de quienes nadie -de todos esos polítiqueros que mancillaron
la tierra del Libertador- jamás quiso acordarse o tener en cuenta.
En estos días gloriosos, los campos de Venezuela Bolivariana se llenaron
de gritos y rugidos de protesta por la infamia urdida por conspiradores de baja
monta, de perros falderos de Washington y la CIA, de corruptos, falsarios y
represores. Las rutas del país, sus cuarteles y también sus calles,
se inundaron otra vez de militares patriotas, rebeldes, nacionalistas, revolucionarios
y antiimperialistas.
Como aquellos gloriosos 4 de febrero y 27 de noviembre del 92, cuando pueblo
y ejército salieron a la calle para reivindicar la necesaria patria liberada
a la que cantara el inolvidable Alí Primera.
Gracias Comandante Hugo Chávez por dar la talla de los valientes, de
los que no se rinden jamás ni aunque las contingencias adversas superen
las señales del raciocinio. El juramento del Samán de Güere
sigue inalterable y, de sus lealtades y fidelidades hablan estos días
de insurrección popular.
Gracias Comandante, por su capacidad de liderazgo, por su apego intrínseco
a lo popular, que no es populismo como sugieren algunos despistados eurocentristas.
Gracias, por amar apasionadamente a los más débiles.
Gracias a todas y todos los que hicieron posible este parto luminoso con que
los condenados de la tierra conmovieron al mundo entero y demostraron sobradamente
que se puede, que no hay nada imposible cuando el pueblo está decidido
a ganarle la batalla a quienes quieren volver a maniatar sus esperanzas.
La pelea no fue fácil, enfrente estaban todos ellos: banqueros, empresarios
de la oligarquía, periodistas venales y plumíferos mentirosos,
gusanos anticubanos y agentes de la CIA, adecos y copeyanos, virreyes de las
multinacionales petroleras y francotiradores de las policías asesinas,
cipayos izquierdistas de la bandera roja y la pistola asesina, sindicalistas
corruptos y hasta esa Iglesia apegada al becerro de oro. Pero por encima de
cada uno de ellos: la criminal política norteamericana de intervención
a la soberanía y la independencia de los pueblos.
Sin embargo, no lograron otra cosa que reinar por efímeras 24 horas en
las que mostraron su irrefrenable odio por los de abajo, matando a mansalva,
allanando viviendas, tomando prisioneros a los luchadores, amagando incluso
con el magnicidio para acallar la voz del Comandante de los pobres que como
aquella vez del "por ahora" los dejó plantados con su negativa a renunciar.
Ustedes y nadie más hicieron posible esta rebelíón de banderas,
cánticos y amor tan decidido. Le levantaron el ánimo, sin darse
cuenta, a todos los que anhelan la liberación y un mundo nuevo. Estrecharon
otra vez en un abrazo a la Revolucíón cubana y dejaron sentado
hoy más que nunca que la historia la escriben los que se atreven a desafiar
las contingencias más difíciles. No es casualidad que este alzamiento
popular para restaurar la República Bolivariana culminara precisamente
un 14 de abril, homenajeando subliminalmente a aquellos otros hombres y mujeres
que hace ya más de sesenta años defendieron con sus cuerpos a
otra República (la española) arrollada por el fascismo. En este
caso, fracasaron: la espada de Bolívar se levantó en alto para
consagrar la victoria, porque como dijo Hugo Chavez: "amor con amor se paga".
(*) Director de Resumen Latinoamericano