Venezuela: El Golpe
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16 de abril del 2002
Los Media en Guerra
Stella Calloni , La Jornada
La conspiración mediática
Parece hasta imposible pero ha sucedido en Venezuela. El mayor esquema
de desinformación, como fue el establecimiento de una enorme cadena de
televisoras al servicio del golpismo, orquestada con el apoyo estadunidense, logró
capturar en su trampa de manipulación de los hechos a muchos medios, a
algunos sectores intelectuales y a analistas supuestamente independientes. Se
aceptó, sin ninguna prevención, la información provista por
los medios que utilizó el golpismo. Fueron escasos los que trataron de
conocer la otra cara de la verdad. Y con esto se cometió una de las acciones
más perversas: la de mostrar a los muertos como "víctimas" de la
"tiranía" chavista, que no registra, ni buscando con la lupa de Goebbels,
ningún hecho que pueda imputarse a una dictadura.
Resulta que al paso de las horas ahora se sabe que los francotiradores eran los
golpistas y no los golpeados, que la Guardia Nacional estaba obedeciendo a los
golpistas y no a los golpeados, que las andanadas de disparos no iban dirigidas
a los manifestantes de las grandes cámaras empresariales y la Central de
Trabajadores Venezolanos -que sólo representa a menos de 12 por ciento
de los sindicalizados en Venezuela-, sino que caían sobre quienes rodeaban
el Palacio de Miraflores para evitar el golpe. Que la policía que disparaba
junto con los francotiradores estaba bajo las órdenes del alcalde mayor
de Caracas, Alfredo Peña, quien participaba en el golpe. ¿Qué dirán
ahora los que juzgaron un golpe de Estado derechista como una acción democrática?
¿Leyeron la Constitución nueva de Venezuela alguna vez? ¿Se preocuparon
por saber lo que estaba pasando con la población que los partidos "democráticos"
turnados en el poder durante años y expertos en corrupción dejaron
-en 80 por ciento- sumergida en la pobreza?
No hubo golpe, dijeron en Washington. Pero resulta que el presidente Hugo Chávez
nunca renunció, que las autoridades emergidas ilegítimamente argumentaron
que había "renunciado ante el alto mando militar", lo que era a todas luces
inconstitucional. El mismo Chávez -en una breve comunicación con
su esposa desde su lugar de prisión- confirmó que no renunció
y pidió que exigieran su firma para comprobarlo. Como todo golpe de Estado
que se precie, el nuevo gobierno lanzó una persecución desmedida
e impuso lo que fue calificado como una "aterradora" censura de prensa. Varios
corresponsales de distintos medios llamaban hoy desde Caracas para advertir sobre
la difícil situación que viven, incluyendo llamados amenazantes,
después de transmitir sus informaciones. La censura impuesta en la red
controlada por la cadena televisiva Globovisión sobre los sucesos que sucedieron
este día y sobre la represión contra el pueblo venezolano, que bajó
de los cerros para exigir el retorno constitucional, no pudo finalmente encubrir
la verdad.
El esquema de guerra de baja intensidad (GBI) que Washington está aplicando
en toda la región les había proporcionado ciertos triunfos en el
ámbito de la desinformación, especialmente por la cooptación
de intelectuales, que encubren en una supuesta distancia objetiva su falta de
definición frente al lo que se dibuja como una dictadura global. Pero los
sucesos de Venezuela han demostrado que también están fracasando
en esto. Las redes de comunicación alternativas han logrado derrotar el
mayor esquema desinformativo de los tiempos recientes. La concentración
del poder de los medios de comunicación masiva, contradictoriamente, disparó
la imaginación de los soterrados, como sucedió en Chiapas en su
momento. Y miles de mensajes a través de internet o de llamados telefónicos
furtivos y otras acciones rompieron el círculo del silencio. La población
venció el terror de las primeras horas y envió sus demandas desesperadas
al mundo. Y esto dio sus frutos. La persecución lanzada como en los mejores
tiempos de las dictaduras del sur del continente dejó sin argumentos a
quienes encubiertamente se adhirieron a la visión estadunidense, como la
transmitida por el vocero de la Casa Blanca, Ari Fleischer, que responsabilizó
al gobierno derrocado por "alentar acciones antidemocráticas".
El pasado diciembre el golpe ya estaba en marcha, pero no encontraban un remedo
de Augusto Pinochet entre los militares, aunque lograron mostrar luego algunos
generales y oficiales "disidentes". No resultó. Los mismos opositores pidieron
"más apoyo" a Estados Unidos y trazaron entonces las "bases para un acuerdo
de-mocrático" que no era sino un programa de gobierno. Ese documento estaba
fimado nada menos que por el empresario Pedro Carmona, ungido en la presidencia
por los golpistas y que ya fue. "El terreno estaba abonado en Washington", escribía
en marzo el analista Pedro Fernández desde Caracas. Y por eso el pasado
10 de abril los medios de la oposición hicieron su famosa cadena para invadir
al mundo con la información manipulada que debía sostener la acción
golpista. Se puso en acción el libreto desestabilizador que había
funcionado en Chile para el derrocamiento de Salvador Allende, además del
eje militares-empresarios-trabajadores (en Chile, especialmente el sector de los
camioneros). Ahora, suceda lo que suceda, muchos de los que tomaron el camino
que les propuso la conspiración mediática deberán asumir
la responsabilidad ante las familias de las víctimas y el huracán
que desataron en una América Latina en crisis. Los testimonios que circularon
por las redes de la solidaridad fueron claves para revertir la visión de
la situación en Venezuela, mostrando el alma o el "ánima" de un
pueblo que resucita y demanda.