Quedará para la historia como un momento clarificador en que pudo
comprobarse de forma irrefutable que hay detrás de toda la verborrea democratera
con que suelen golpearnos los más conspicuos defensores de la Constitución
española.
Creyéndose vencedores, en expresiva coincidencia y atendiendo cada uno
en sus tonos a sus peculiares circunstancias y funciones, el diario autoproclamado
guardián de las esencias democráticas, el Gobierno que preside la
Unión Europea y pretende ilegalizar políticamente a la izquierda
abertzale vasca y un expresidente, destacado ideólogo de la II Internacional,
se definieron favorables al Golpe ejecutado en Caracas y contra el Gobierno y
la Constitución venezolanas, reiteradamente legitimados en la urnas por
procesos electorales impecables, según su propia doctrina. En esos días,
EL PAÍS (junto al resto de la prensa burguesa), Aznar y Felipe González
se destaparon como golpistas.
A ninguno de estos se le ocurrió exigir que se respetaran los procedimientos
establecidos en la Constitución venezolana para cambiar de Gobierno o reformarla;
ninguno de ellos condenó el recurso a la movilización en la calle
contra las instituciones vigentes o la utilización del Ejército
ni tampoco el secuestro y detención de cargos públicos electos.
No les provocó la menor indignación la utilización abusiva
y cuasi monopolica de los medios de comunicación televisivos y escritos,
ya no sólo para la difusión de mentiras sino también para
la agitación y convocatoria de acciones ilegales penalmente perseguibles.
EL PAÍS definía a Chávez como un "autócrata peligroso
para su país y para el resto del mundo", nada menos y consecuentemente
llamaba a entregarlo a los tribunales golpistas para que "rindiera cuentas de
sus desmanes". Si Felipe González declaraba que el pecado de Chávez
era no haber respetado "las reglas del juego", EL PAÍS traducía
esta condena en un llamamiento al Gobierno español y a la Unión
Europea para que "contribuyeran a la instauración en Venezuela de un régimen
democrático normal y estable". Es evidente que la normalidad y la estabilidad
son conceptos a sus ojos inherentes a su democracia, de tal manera que convierten
en antidemocrática a toda situación o a todo régimen en que
los intereses que defienden no se encuentren suficientemente preservados por muchos
votos que la sostengan o legitimen.
Por su parte, el mismo Gobierno español que recientemente ha ampliado el
uso de las bases yanquis en territorio nacional andaluz y le ha dado vía
libre a la CIA y al FBI para actuar a su antojo en el Estado español, publicó
un comunicado conjunto con los EEUU en que denominaba eufemísticamente
al Golpe "situación excepcional", mientras simultáneamente sus embajadores
en Caracas se reunían a las pocas horas del Golpe con el jefe de la patronal
Carmona, colocado como Presidente golpista. Más aún, Aznar llamó
telefónicamente al golpista no sólo para manifestarle -por si tuviera
alguna duda- su "disponibilidad y apoyo" sino también para recomendarle
las acciones a tomar para consolidarse en el poder. A este ejercicio de complicidad
se le denominó diplomáticamente, conducir a Venezuela a la "normalización
democrática total" e incluía expresamente la recomendación
de eliminar los núcleos de resistencia popular y en las FFAA y emprender
su represión, lo que se convertía a la hora de las declaraciones
publicas, en un "llamamiento para que cese la violencia".
Todos coincidían en que, una vez consolidado el poder golpista, unas próximas
elecciones bajo su tutela y bajo sus condiciones limpiarían de cualquier
posible mancha original al nuevo régimen, ya convenientemente homologado,
en la mejor tradición de la "contrarrevolución democrática"
y retomando episodios constituyentes de la guerra fria.
Esta es la gentuza que nos da lecciones de democracia un día si y otro
también y que se permite actuar a lo Torquemada, buscando inquisitorialmente
personas y organizaciones que no son leales a su sistema. Su posicionamiento ante
los hechos de Venezuela, demuestra -por si alguien mantuviera todavía alguna
duda- que siguen absolutamente vigentes los principios de la izquierda que consideraban
estúpidamente criminal atenerse a los márgenes institucionales establecidos
o capitular ante el cretinismo parlamentario o constitucional. Como en tantos
precedentes históricos, a la luz de estas posiciones sobre Venezuela, se
ha vuelto a evidenciar que es suicida asumir la ideología e intereses adversarios
y que toda fuerza que así lo haga renuncia de antemano a conseguir la liberación
nacional y la emancipación social. Las tácticas o la pedagogía
dependerán de las fuerzas acumuladas o de las circunstancias, ciertamente,
pero los principios estratégicos han de estar claros.
Es evidente que el Golpe derrotado fue planificado en connivencia y directa colaboración
con EEUU y que se sustentó en un ejercicio de manipulación mediática
de libro, tambien. El imperialismo español no quiso arriesgarse a quedarse
al margen, poniendo en peligro sus inversiones en Venezuela, e hizo un esfuerzo
por subrayar que el que lo encabezara formalmente un civil y que se prometieran
elecciones bajo el nuevo régimen le confería el carácter
de un "movimiento por la democracia".
Ya pudo verse el espíritu libre y democrático del facherio o la
gusanera venezolana -que allá llaman, al parecer, escuálidos- durante
las horas del golpe con el cerco de la Embajada cubana, con el inicio de las detenciones
de las listas negras o con la predisposición -además, publica- a
gobernar por decreto. No hay que confundir al pueblo venezolano (ese que votó
y re-votó mayoritaria y masivamente al chavismo, depositando en Chávez
sus ilusiones de cambio y mejora) con esa alicorta y temerosa clase media, que
en cada entrevista que se le hacía supuraba miedo y odio de clase y que
se fue de carne de cañón con la patronal y la burocracia sindical
corrupta. Pueblo venezolano es quien bajó de los ranchitos (las chabolas)
a Caracas a movilizarse contra el Golpe o los soldados que comenzaron a cuestionar
la autoridad de sus mandos golpistas o dudosos. No hay que confundir tampoco a
la libertad de expresión con la existencia y actuación de unos medios
privados de desinformación en manos oligárquicas, entregados en
cuerpo y alma a la conspiración y con un tufo tal, por cierto, que incluso
los medios españoles -Tele 5, Antena 3, etc- que apoyaron el golpe llamándolo
"movimiento cívico" tuvieron que sustituir pronto sus crónicas -que
hablaban de Chávez como de un "comunista"- por las propias para hacer más
presentable y digerible su apoyo al Golpe entre su publico. En los momentos centrales
del Golpe pudo comprobarse de nuevo el papel fundamental de la información,
tanto en un sentido como en otro, dentro y fuera de Venezuela.
En Indymedia Argentina podía leerse en esos momentos un comentario muy
apropiado sobre lo que se dilucidaba entonces en Venezuela. Contaba un debate
vivido en una asamblea barrial de Buenos Aires. Allí andaban discutiendo
sobre qué hacer ante el Golpe y había quien criticaba a Chávez
por "corto", por "pactista". Hubo entonces otro que le dijo que sí, pero
que a Chávez no lo quitaban de enmedio por lo malo que hubiera hecho o
por lo que no había hecho, sino por lo que había hecho de bueno
(que puede encontrarse resumidamente, leyendo a la contra el editorial golpista
de EL PAÍS y con el articulo de Ramonet que el mismo diario publica tres
días más tarde para intentar lavar sus vergüenzas y fomentar
la amnesia) y sobre todo por el tipo de gente -esa, la de los ranchitos- que apoyaba
a Chávez y a lo que se conoce como proceso bolivariano. Por eso mismo,
opinaba, había que oponerse al Golpe y solidarizarse con la Venezuela bolivariana
en esos momentos cruciales. Tenía razón este ultimo.
Chávez no es socialista, para entendernos. Es más bien políticamente
un populista (aunque no pueda comparársele, para beneficio de Chávez,
con personajes históricos como Perón; al menos, todavía).
Y es populista no sólo ni principalmente porque se preocupe de hablarle
a la gente de los ranchitos en su estilo y cante o haga chistes por la televisión,
como se han hartado de destacar las emisoras. Su proceso tiene claras contradicciones
entre una parte de lo que se dice y lo que realmente se llega a hacer y debilidades
evidentes. Incluso que el Golpe se produjera es consecuencia, en parte, de ellas.
Ya esta abierta la pugna por el curso futuro a partir de las lecturas enfrentadas
sobre lo ocurrido y las contrapuestas valoraciones sobre el peso respectivo de
la movilización popular y los enfrentamientos mandos-oficiales o de las
contradicciones internas dentro del entramado golpista en la derrota de la intentona.
A esta fecha no está claro qué opción tomará el mismo
Chávez, aunque sus primeros discursos y medidas no son precisamente tranquilizadoras
(declaraciones de "rectificación", llamadas al "consenso" y cómodo
arresto domiciliario para golpistas) y queda abierta la interrogante de si la
derrota del Golpe reaccionario servirá para desarrollar y radicalizar el
proceso o por el contrario para derivarlo y reconducirlo. Ya se verá. En
lo que acabe ocurriendo tendrá mucho que ver la actuación de la
izquierda venezolana, sus propuestas concretas -empezando por el castigo efectivo
a los golpistas y la depuración de sus cómplices- y su capacidad
para estructurar autónomamente y desarrollar la fuerza movilizadora de
quienes rodearon al Palacio de Miraflores para defender su dignidad como pueblo
y como trabajadores y su esperanza como nación. Andalucía Libre