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15 de abril del 2002
La lección de Venezuela
Mempo Giardinelli
Página 12
Qué significado tienen los acontecimientos de las últimas horas
en la sufrida Venezuela, vistos desde la Argentina? La importancia del contragolpe
que recolocó a Hugo Chávez en la presidencia es enorme, porque
las simetrías son notables. No exactas, pero sí lo suficientemente
grandes como para que sirvan de espejo. Demostrando una vez más que en
nuestros países la oposición puede ser peor que los gobiernos,
las viejas dirigencias de Acción Democrática y Copei (los dos
partidos que, como peronistas y radicales aquí, fueron arrasados en las
urnas por Chávez) trabajó en las sombras haciendo alianzas con
los sectores empresariales y los banqueros. La torpeza de las oposiciones sudamericanas
viene siendo proverbial, últimamente, y ahora los vimos una vez más
favoreciendo un régimen de ultraderecha como el que quiso instalar la
Federación Empresarial (llamada Fedecámaras en Venezuela) con
apoyo de algunos jefes de las fuerzas armadas. La incapacidad y la estupidez
es su signo -sostienen algunos intelectuales venezolanos respetables– como podríamos
decirlo nosotros aquí. Impresentables y rencorosos, se montaron sobre
la confusión y el cansancio de las clases medias y la prédica
canalla de los medios de comunicación más colonizados, tal como
aquí. Los saqueos de los verdaderos hambreados sirvieron de pantalla
a los saqueos organizados por los fascistas, igual que aquí. En algunas
protestas civiles se agitaron banderas rojas para que los afanosos macartistas
amenazaran con la siempre meneada "guerra civil". También como aquí.
Fue tanta la torpeza, y es tal la voracidad de clase de los empresarios criollos,
que colocaron en el Palacio de Miraflores a Pedro Carmona Estanga, presidente
de Fedecámaras, que es como si aquí se pusiera a Eduardo Escasany,
Gregorio Pérez Companc o Mauricio Macri en la Casa Rosada. O a Ricardo
Lopez Murphy. Hicieron todo tan mal que pifiaron incluso en la adopción
de las primeras medidas: cacarearon que no habría una gota más
de petróleo para Cuba (y todos vimos por la tele el jolgorio de primeras
damas y señores de traje) y suprimieron el adjetivo "Bolivariana". Cuando
afuera había una matazón tremenda y un caos –ése sí–
espontáneo, ellos descorchaban champán y coreaban "ni un paso
atrás, ni un paso atrás" mientras la pueblada se les venía
encima.
Venezuela y la Argentina, que un día fueron los países más
ricos de Sudamérica, los de clases medias más evolucionadas y
los que hace décadas iniciaron procesos de industrialización,
hoy están sobrevolados por fantasmas equivalentes. Los muertos se cuentan
por decenas, la impunidad de los poderosos es la misma, y la dictadura de las
cloacas mediáticas también. Es saludable y prudente, entonces,
que el regreso del chavismo sea realmente conciliador (a juzgar por las declaraciones
del vicepresidente Diosdado Cabello y del propio Chávez) porque es la
cordura y la serenidad el mejor camino que les queda. Lo cual no será
sencillo, dado el temperamento explosivo de su líder. Pero si él
logra contenerse, si sus seguidores más sensatos consiguen calmarlo,
y no hay revanchismo, entonces seguramente van a darse las condiciones para
enderezar la situación y hacer lo que hay que hacer: Venezuela requiere,
como nosotros, de veloces planes de reinserción social. Y no sólo
veloces, sino inmediatos, concretos y visibles.
Mientras en nuestros países no se vea que las mallas de contención
social atienden real y verdaderamente las necesidades de las grandes mayorías,
y no se vea que esa contención sólo es preludio de cambios redistributivos
mucho más profundos, no habrá paz. Es lo que no entienden jamás
los Carmona Estanga ni sus equivalentes argentinos. Es lo que no aprenden las
contumaces dirigencias políticas, de allá y de acá. Y es
lo que forzosa y urgentemente deberían entender Hugo Chávez y
todos los nuevos dirigentes alternativos que se están pariendo en las
sombras. Es de esperar que -.a ellos sí-. lo ocurrido les sirva de lección.
Es imprescindible que comprendan que la democracia es una permanente prácticade
tolerancia y serenidad, pero en la que las medidas económicas deben orientarse
hacia el bien común y no hacia el beneficio de unos pocos, los de siempre.
Y sobre todo deben aplicarse con absoluta firmeza aunque con guantes de seda.
En comprenderlo y llevarlo a cabo radica, quizá, la subsistencia misma
de nuestras independencias. Porque ya se está viendo cómo piensan
los neoimperialistas que consideran que los problemas sociales de la periferia
son una "jungla" en la que más tarde o más temprano ellos van
a "aplicar las leyes de la jungla", como ha amenazado Robert Cooper, el consejero
de Tony Blair, según la esclarecedora nota que Julio Nudler firmó
el sábado pasado en estas páginas.
La lección de Venezuela es extraordinaria. Muestra que los pueblos de
América latina asimilan la vida democrática y constitucional mucho
mejor que sus dirigencias. Ilustra acerca del destino de las aventuras extralegales
y la torcida utilización de las fuerzas armadas. Denuncia que el poder
mediático de las derechas económicas sirve para soliviantar a
los ricos pero no es suficiente para sostener gobiernos espurios. Advierte a
los autoritarios y fascistas que ya no pueden imponerse como lo hacían
antes, a puro engaño y mentiras. Y les avisa, a los gobernantes de extracción
popular legitimados por el voto, que los pueblos quieren que los cambios prometidos
se concreten en la realidad y sin medias tintas.
Y sobre todo, informa que los tiempos de la Historia se están acelerando
dramáticamente.