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15 de abril del 2002
Venezuela: De nuevo quieren manchar…
Joaquín Arriola
De nuevo quieren manchar
mi tierra con sangre obrera
los que hablan de libertad
y tienen las manos negras,
Victor Jara
Contemplo con desaliento las imágenes el golpe de estado financiero-militar
contra el gobierno democrático de Venezuela. Leo con estupor los comentarios
de los corresponsales de prensa escritos desde miles de kilómetros de
distancia de Caracas o Maracaibo. Escucho con rabia el silencio del movimiento
antiglobalización, las coordinadoras de oenegés o los sindicatos
"hermanos" de la CTV.
Las horribles imágenes que se repiten, y recuerdan a Jacobo Arbenz, Getulio
Vargas o Salvador Allende. Estamos, lisa y llanamente, ante una operación
estándar de la CIA para el derrocamiento de regímenes democráticos
desafectos al orden impuesto por el imperio. Cada un de los capítulos
del manual del complotador profesional aparecen en este caso (¿recuerdan la
película "La Espiral", de Mattelart, donde se explica el diseño
el universidades de Estados Unidos, con dinero de la CIA, del golpe contra Allende?):
organización de las clases medias en torno al empresariado; colaboración
del sindicalismo corrupto, para provocar paros en las comunicaciones y transportes
y si es posible, huelgas generalizadas; manipulación de –en el caso de
Venezuela- pequeñas masas de lumpen para animar la agitación callejera,
mucho ruido de sables y conjuras en cuartos de banderas, bastante acostumbrados
ya a intervenir contra el poder constitucional, muchas conferencias y cócteles
en La Embajada (con mayúscula, solo hay una en cada país latinoamericano),
aumento de la plantilla de asesores y agregados a la misma desde unos meses
antes de la operación final… y no nos olvidamos de un elemento central:
la manipulación total de los medios de comunicación.
Pero en este caso, hay una diferencia con el ciclo de golpes de estados de la
"época dorada" del capitalismo: hoy la manipulación de los medios
oficiales de comunicación no logra cerrar una puerta de información
alternativa por la cual se ha colado, por ejemplo, el movimiento antiglobalización.
Y aquí descubrimos una carencia que ha sido fatal (por ahora) para el
proyecto bolivariano en Venezuela: la actuación del gobierno asediado
en este tema no ha sido muy diferente a la de Allende en su época, o
incluso a la práctica dominante en países como Cuba: se cayó
en el error fatal de creer que desde el poder, con el uso de los medios públicos
como instrumento de contrapropaganda, que con la aplicación de la censura
puntual de los medios manipuladores, se podría contrarrestar el desmoronamiento
de la confianza popular alimentada desde los medios de comunicación de
masas del capital: Desde hace décadas es ya un axioma que el control
de los medios de comunicación desde el poder no genera crédito,
sino descrédito, que la contrapropaganda no deshace la propaganda, sino
tan solo genera más ruido, que solo la práctica popular puede
contrarrestar la manipulación informativa.
Pero ahora, hay algo más: cuando hace varios meses se me solicitó
un artículo de urgencia sobre la situación de Venezuela, me fue
imposible localizar en internet información de coyuntura proveniente
de fuentes favorables al proceso revolucionario. Al no tener tiempo material
para comunicarme por medios tradicionales (teléfono, cartas) con los
amigos en aquél país, el artículo no se escribió.
Pero no puedo culpar a los medios alternativos de información de no tener
ellos tampoco una información continua y actualizada de la situación
venezolana. Al fin y al cabo, una característica de los medios alternativos
es que son los propios actores del proceso los que deben generar y difundir
la noticia sobre su existencia, su experiencia, su lucha. Al desertar de este
cometido, la revolución bolivariana ha perdido su única arma contra
la campaña de ocultamiento permanente de la realidad venezolana, orquestada
por la CIA. Al empeñarse en dirigirse exclusivamente al pueblo venezolano,
exclusivamente por los medios de la contrapropaganda y la censura de medios,
ha desprestigiado su propia causa, y ha impedido que se convirtiera realmente
en la causa de las fuerzas populares de todo el mundo.
Por tanto, no es tiempo ahora de mostrar como la política económica
seguida por el gobierno venezolano ha sido una política técnicamente
correcta, prudente, ortodoxa y orientada a reducir la deuda externa y la inflación
y a fortalecer la disponibilidad de recursos ante los amplios vaivenes en los
ingresos externos, al depender estos en un 98% de la evolución de los
precios y la demanda de petróleo. Tampoco es el momento de recordar los
esfuerzos para construir un sistema de inversiones públicas que orientara
el gasto hacia proyectos de interés económico y social, y que
de forma bastante original pretendía contribuir a proteger el sistema
de inversiones públicas de la enorme dependencia del presupuesto respecto
a los ingresos fiscales por exportación,. Pero sí lo es para traer
a colación el gran proyecto que aspiraba a acometer la asignatura pendiente
para el desarrollo en la mayoría de los países de América
Latina: la Reforma Agraria, una de las causas principales del enfrentamiento
con la clase dominante del país.
Ahora es el tiempo de aprender la lección mediática, y de preparar
la protesta: hay que exigir a Comisiones Obreras, a la Unión General
de Trabajadores en España, y a la CUT en Brasil y al resto de organizaciones
sindicales democráticas y de izquierda que comparten mesa y mantel con
la CTV en la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT,
con sede por cierto en Caracas) que investiguen y denuncien la descarada complicidad
de esta central con los manejos del gran capital y de la CIA en el golpe de
Estado; que denuncien de una vez por todas la pasividad política de la
ORIT ante organizaciones corruptas como la CTV. Hay que denunciar la política
de pasividad y de permisividad de los gobiernos europeos ante este nuevo atentado
contra la democracia. Y hay que volver a recordar en todos los foros posibles,
que sin reforma agraria, sin políticas de nacionalización de los
recursos productivos nacionales, no hay ninguna esp4ranza de desarrollo par
alas masas empobrecidas de Latinoamérica.
… una traición, un tiroteo
bajo la luna petrolada,
un cambio sutil de ministros
en la capital, un rumor
como una marea de aceite,
y luego el zarpazo, y verás
cómo brillan, sobre las nubes,
sobre los mares, en tu casa,
las letras de la Standard Oil
iluminando sus dominios.
Pablo Neruda