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14 de abril del 2002
Cuba, Venezuela, México
Adolfo Gilly
La Jornada
La resolución sobre Cuba en Ginebra, que se está cocinando con la complicidad de este gobierno mexicano que todavía no se atreve a asumirla, no tiene que ver con los derechos humanos en la isla sino con la renovada agresividad de la política de Estados Unidos en la región.
El golpe militar-empresarial contra el gobierno constitucional de Venezuela ilustra con brutal nitidez los fines, los métodos y la dinámica de esa política.
Las puertas para esta ofensiva, es preciso recordarlo, fueron abiertas de par en par desde el encuentro entre Fox y Bush en febrero de 2001. En la declaración del rancho de San Cristóbal, por primera vez en la historia de la República, México se declaró aliado de Estados Unidos frente a los países de América Latina. Esta reversión histórica de alianzas, confirmada por las sucesivas actitudes de vasallaje posteriores al 11 de septiembre, ha destruido los equilibrios anteriores en la región y desmantelado antiguas líneas de defensa geográfica y política de América Latina, de sus pueblos, de su independencia y de su civilización. No se puede subestimar la magnitud de las consecuencias del viraje mexicano.
Basta mirar el mapa para ver hacia adónde se dirige el filo del próximo ataque. Para que se entienda más claro, el gobierno de facto de Caracas ha anunciado, como primera medida, que no enviará un solo barril más de petróleo a Cuba. No se trata de democracia, de derechos humanos, y ni siquiera de economía. Se trata de geopolítica y de consolidación de la dominación de Washington sobre el golfo de México y el Caribe, considerados como parte esencial de su espacio de seguridad en el mundo de guerras planetarias hacia el cual Estados Unidos se precipita.
żCuál democracia quieren imponer en Cuba? żLa de Venezuela? żLa de Argentina? żLa de Rusia? żLa de Afganistán? żO la de Palestina?
México es un país con historia, territorio, mares, fuerzas armadas, densidad económica, política y cultural. A menos de estar dispuestos a pagar un costo futuro incalculable, es preciso detener ahora la aventura de la presente política exterior. Esto no se logra impidiendo viajar al Presidente, sino pronunciándose en forma terminante sobre Venezuela, sobre Cuba y sobre la soberanía nacional y los equilibrios políticos y geopolíticos en la región.