Venezuela: El Golpe
|
18 de abril del 2002
Editorial de Liberación
Chávez quiere lo que Allende soñaba
Liberación
"Hugo Chávez no es ningún Allende" escribió en un
suelto de su página editorial el vespertino sueco Aftonbladet, que generalmente,
por lo menos en esa sección, mantiene posturas democráticas y progresistas
cercanas a las del movimiento obrero socialdemócrata y añadía:
"Allende fue un demócrata apoyado por un amplio apoyo popular. Chávez
fue elegido en 1998 como presidente con un programa fuertemente nacionalista,
populista de izquierda y de culto a la personalidad. Chávez pertenece a
la tradición peronista." Y uno se pregunta ¿Qué quieren decir con
ésto?
Si tomamos en cuenta esta basurita periodística es porque ella es un buen
ejemplo de las miles de «noticias» que instantáneamente circularon a nivel
planetario durante los cuatro días de la crisis en Venezuela, provenientes
todas de la misma fábrica de manipulación que produjo «el material
informativo necesario» para intoxicar a nivel mundial la opinión pública
y justificar el antidemocrático golpe contra Chávez, organizado
desprolijamente esta vez por Estados Unidos, cuyo director general fue el ex-embajador
en Venezuela y terrorista de origen cubano Otto Reich; recientemente designado
por Bush como responsable del Departamento de Estado para América Latina.
Para tantos que vivimos los golpes militares de los años 70 en el Cono
Sur y especialmente el golpe de 1973 contra Salvador Allende, esta intentona norteamericana
contra el gobierno de Hugo Chávez, apoyada en sectores oligárquicos
desplazados del poder y sectores militares, nos retrotrajo a ese trágico
período histórico.
Porque muchas semejanzas existen entre lo que se proponía Allende y se
propone hoy Hugo Chávez en Venezuela. El tratar de llevar adelante un programa
moderado de transformación social. Ambos poseen lo que Aftonbladet desconoce:
el haber sido elegidos democráticamente y contar con mayoritario apoyo
popular (el de los más pobres y olvidados) para intentarlo, y compartir
ellos el ser objeto del odio más cerril de Estados Unidos, de la oligarquía
y sus medios de comunicación, y también, vaya coincidencia, la oposición
de sectores corruptos del sindicalismo. Si la memoria no nos falla, semanas ante
del golpe de Chile, desfilaron por las calles de Santiago obreros del cobre con
sus cascos de mineros protestando contra Allende, dándole a los aprestos
golpistas de entonces también el ingrediente de «descontento popular y
de ilegitimidad del gobierno» necesarios.
Nadie puede confundirse, -salvo que se llame Aznar (quien como presidente actual
de la U.E. se negó a condenar el golpe en Venezuela) tampoco él
fue una excepción, porque en América Latina la mayoría de
los ilustrados presidentes demócratas se vieron en también en apuros
para no romper la sintonía robótica que tienen con Washington- porque
lo que aconteció en Venezuela fue un golpe de Estado cívico-militar
clásico de factura norteamericana. Y eso se veía venir, lo que no
se esperaba era de que el golpe fuera tan desorganizado.
El mismo presidente Hugo Chávez percibía las pérfidas intenciones
norteamericanas y se lo había dicho pocos días antes a Ignacio Ramonet
director de Le Monde Diplomatique: «Lo de la huelga general del 9 de abril es
sólo una etapa de la gran ofensiva norteamericana contra mí y contra
la revolución bolivariana. Y seguirán inventando cualquier cantidad
de cosas. No te extrañe que mañana inventen que yo tengo a Bin Laden
en Venezuela. No te extrañe que hasta saquen algún documento demostrando
con datos y pruebas que Bin Laden y un grupo de Al- Qaeda están en las
montañas de Venezuela. Preparan un golpe y si fracasan prepararán
un atentado».
No lo acusaron esta vez a Chávez de tener a Bin Laden, lo acusaron de «dictador»,
de haber reprimido y ser responsable de la muerte de siete venezolanos (aunque
cuando el «caracazo» la represión ordenada por Carlos Andrés Pérez
mató a más de mil personas), y en realidad se supo después,
que la mayoría de los muertos fueron chavistas atacados por francotiradores
de la manifestación organizada por la vieja oligarquía empresarial,
el corrupto sindicato del ente petrolero estatal que lanzó la huelga -controlado
aun por los viejos partidos desplazados la AD y el COPEI- y con el apoyo de la
jerarquía de la Iglesia Católica. Y por último activar a
un grupo de altos jefes militares que secuestraron al presidente y nombraron con
celeridad como primer mandatario al jefe empresarial Pedro Carmona, quien como
se sabe también vertiginosamente disolvió el Congreso, intentó
derogar leyes democráticas fundamentales, las conquistas sociales y declarar
entre otras cosas, a tenor de las indicaciones yanquis, su propósito de
aumentar la producción de petróleo y cortarle el suministro del
mismo a Cuba.
Se mintió por toneladas y se impidió por espacio de 47 horas que
los venezolanos y todo el mundo conocieran la verdad: que Chávez por el
contrario había ordenado que una fuerza policial impidiera el choque de
las dos manifestaciones; que tampoco había renunciado como se propaló
por los medios controlados por el golpismo, y que no estaba dispuesto a salir
al exilio, como se dijo.
Luego de dramáticas horas de tensión e incertidumbre donde se persiguió,
apresó y allanó casas de partidarios del gobierno legítimo,
el pueblo y los militares leales lo liberaron y restituyeron en el cargo al presidente
Chávez.
Este golpe fracasó pero Estados Unidos lo intentará otra vez, porque
es en Washington desde donde se dirige esta «guerra» y quieren la cabeza de Chávez,
un hereje militar de origen humilde que además «ha soliviantado a la chusma».
De todo corazón por Venezuela, por su pueblo, por América Latina,
deseamos que Chávez pueda sortear los mortales riesgos que le acechan y
concluir la misma obra redentora que intentó un día en Chile Salvador
Allende, y que por criminal responsabilidad de Estados Unidos y de los sectores
más retrógrados de su patria, le costó la vida a él
y a miles de chilenos.