29 de julio del 2002
El imperio del terror del Vaticano
César Samudio
No recuerdo con precisión cuál fue el filósofo antiguo que dijo que los hombres temen a los mismos dioses y demonios que ha inventando. Pero esto no es casual.
O mejor dicho: los hombres no temen porque creen sino porque les conviene. El temor se nos inculca desde que nacemos. El temor es el único soberano en nuestras vidas. El temor es el caldo de cultivo de la opresión y el fanatismo. Por eso las clases dominantes —a través de la escuela, la religión, los medios de comunicación, la cultura y la familia— nos enseñan a ser temerosos y sumisos frente a seudo poderes terrenales o no terrenales que no sólo llenan nuestras vidas de espantos imaginarios sino que de hecho hacen que el llamado homo sapiens —usted y yo— termine convertido en un esclerótico homo religiosus incapaz de rebelarse o de escaparse de esta telaraña de fanatismos que ha creado para su propio beneficio esta gran araña negra que es la Iglesia Católica.
La leyenda dice que Dios hizo al hombre, pero fue al revés. Pero a través de la historia —que yo sepa— no ha habido transgresión que se compare con los llamados "delitos contra Dios" o "contra los dioses". No ha habido gobernante antiguo o moderno que puntualmente no haya realizado, a su manera, una ordalía o que no se haya sentido vocero directo de los dioses vigentes (de moda) en cada época de la historia de estos pueblos sometidos deliberadamente por sus tiranos a la superstición y al fanatismo teocrático. El estado y la iglesia —dualidad sacrosanta e indivisible— nos inculcan el temor religioso y una moralidad, una ética, que supuestamente se sustenta en principios o dogmas inamovibles que son de forzoso cumplimiento si uno, vil criatura de barro, desea hacerse merecedor a la vida eterna.
Pero como instintivamente uno no puede creer estas truculencias, la iglesia católica —todas las iglesias— ha creado a la par de una doctrina de "amor" otra de terror para someter sicológicamente a las mentes débiles y timoratas y a todos los que por acción u omisión hagan causa común con estas cúpulas teocráticas —especialmente con su alto mando sito en el Vaticano— que a través de la historia han sido el brazo ideológico de las clases dominantes y que en nombre de dios o de los dioses han prohijados guerras, crímenes, genocidios y aberraciones antinatura de todo género. Desde su constitución, el Vaticano ha creado un imperio de miedo y fanatismo que le ha sido muy útil para llevar a cabo empresas abominables como la cristianización forzosa —las cruzadas, la conquista de África y de América y su lucha sangrienta en contra la llamada herejía—, el encubrimiento de sus propias aberraciones y la legitimación puntual (silencio cómplice) de todas las guerras y crímenes del feudalismo, el colonialismo y el imperialismo.
Pero esto no parecer ser suficiente. En la actualidad, la iglesia persiste en su malsano tupé de querer imponernos sus dogmas trasnochados utilizando las mismas tácticas de espantajos con las que han venido idiotizando a los pueblos desde aquel fatídico momento en que Constantino (311) tuvo la mala idea de ponernos bajo la férula del catolicismo, que es una religión recalcitrante, hipócrita, guerrerista y machista que nada tiene que pedirle, por ejemplo, a cualquiera de las otras "grandes religiones" que han existido sobre esta tierra donde el hombre —ensotanado o vistiendo uniforme militar— nunca a dejado ser el lobo del hombre y también el lobo de todos los demás seres vivos y no vivos que habitan este planeta.
Dios nació mujer, según lo confirma un estudio serio del origen y evolución de las creencias religiosas. Pero los judíos, por mera conveniencia política, apoyados en las nociones de unicidad de los griegos y otros pueblos antiguos, lo hicieron único, omnipresente y macho varón. Y los concilios pontificios se encargaron de ir limando las gresmas de lo que en algún momento fuera un culto variopinto y feminista que se remonta a épocas inmemoriales cuando era la mujer (matriarcado) la que llevaba las riendas de la vida económica y espiritual de la sociedad. Pero como los sacerdotes antiguos y modernos son hijos de una yegua, poco a poco hicieron las adaptaciones necesarias para que la religión fuera también reflejo del predominio de los hombres en la sociedad (machismo).
Y en la sociedad machista, los sacerdotes —convertidos en casta ociosa, privilegiada y misógina— han dado rienda suelta a la cosificación de la mujer (la mujer es una cosa indigna con la que se puede entretener, pero jamás casarse con ella, como se puede deducir de la lectura de libros sobre la vida sexual del clero), al bestialismo, la homosexualidad y la pedofilia. Sin embargo, la iglesia, con su gran influencia, históricamente ha protegido a los curas homosexuales, violadores, sátiros y y pedofilicos! Pero ay de aquel que se oponga o critique esta misoginia o estos excesos de la iglesia que tan bien descritos se hallan en el texto de la Taxa Camarae, del papa León X, mejor conocidas como Las Indulgencias Papales, que permitían que los curas, papas o pontífices, pagaran una irrisoria suma de dinero para comprar su absolución y un pasaje hacia la vida eterna. Este documento ha sido tachado de falso por la iglesia (porque no aparece el original), de la misma manera que hoy —por seudo pudor— también se podría tachar de falso Index librorum prohibitorum (1570) donde La Inquisición, surgida con los estatutos Excommunicamus del papa Gregorio IX en 1231, daba plazo de tres meses para que la gente dejara de imprimir y leer los libros que aparecían en este índice oscurantista y caprichoso (estuvo vigente hasta 1965).
Pero veamos qué decía la Taxa Camarae en relación con estas aberraciones de los curas:
1.El eclesiástico que incurriere en pecado carnal, ya sea con monjas, ya con primas, sobrinas o ahijadas suyas, ya, en fin, con otra mujer cualquiera, será absuelto, mediante el pago de 67 libras, 12 sueldos.
2. Si el eclesiástico, además del pecado de fornicación, pidiese ser absuelto del pecado contra natura o de bestialidad, debe pagar 219 libras, 15 sueldos. Mas si sólo hubiese cometido pecado contra natura con niños o con bestias y no con mujer, solamente pagará 131 libras, 15 sueldos.
3. El sacerdote que desflorase a una virgen, pagará 2 libras, 8 sueldos.
4. La religiosa que quisiera alcanzar la dignidad de abadesa después de haberse entregado a uno o más hombres simultánea o sucesivamente, ya dentro, ya fuera de su convento, pagará 131 libras, 15 sueldos.
5. Los sacerdotes que quisieran vivir en concubinato con sus parientes, pagarán 76 libras, 1 sueldo.
17. El obispo u abad que cometiese homicidio por emboscada, por accidente o por necesidad, pagará, para alcanzar la absolución, 179 libras, 14 sueldos.
20. El eclesiástico que no pudiendo pagar sus deudas quisiera librarse de ser procesado por sus acreedores, entregará al Pontífice 17 libras, 8 sueldos, 6 dineros, y le será perdonada la deuda.
25. El fraile que por su mejor conveniencia o gusto quisiere pasar la vida en una ermita con una mujer, entregará al tesoro pontificio 45 libras, 19 sueldos.
28. El hijo bastardo de un cura que quiera ser preferido para desempeñar el curato de su padre, pagará 27 libras, 1 sueldo.
Se dice que los antiguos judíos al amanecer daban gracias a los dioses por haberlos hecho hombres en vez de bestias o mujeres. Los que han estudiado la Biblia sin apasionamientos religiosos han llegado a la conclusión de que Cristo ha sido el más grande feminista que ha existido en la historia, al extremo de siempre fue solidario con las mujeres ultrajadas de su época y llegó a decirle a los fariseos que el que estuviera libre de pecados (menos pecados que una prostituta) que tirara la primera piedra. Y ninguno la tiró.
A tal extremo despreciaba Cristo al machismo y a los sacerdotes que una vez resucitado se le apareció a una prostituta y no a los sacerdotes que durante miles de años se habían considerado intermediarios impolutos y obligatorios de la voluntad de las divinidades. Las mujeres amaban a Cristo y Cristo a ellas. Y éste, pudiendo haber nacido de un hombre o de las costillas del aire, prefirió el útero de una humilde e insignificante mujer de rostro curtido que a pie o montada en burro seguía sumisa a su marido por el desierto.
Pero la historia de la iglesia católica nos da muestras infinitas de que estos supuestos seguidores de Cristo no han tenido reparos en llevar a la hoguera a miles de mujeres inocentes acusadas de brujas o de haber cometido pecados de la carne. Pero la mayor hazaña del Vaticano y de la iglesia católica ha consistido en menospreciar las enseñanzas del Maestro en el sentido de seguir considerando que las mujeres —como se hacía en la antigüedad— forman parte del reino de los animales no racionales y que por tanto los sacerdotes no pueden casarse ni mucho menos permitir que las mujeres formen parte del clero (repito que los sacerdotes no se casan porque dicen que las mujeres son impuras; pero esto no significa que el clero practique una abstinencia real porque los más grandes escándalos sexuales han tenido como protagonistas a papas, cardenales, obispos y curas). El origen de esta práctica la desconozco, pero lo que sí es cierto es que los curas —exceptuando lo que haya que exceptuar— no perdonan ni a una escoba con faldas.
Este dogmatismo hipócrita ha motivado que la iglesia sea numéricamente grande pero espiritualmente liliputiense porque sólo ha logrado incrementar socialmente la cosificación y menosprecio por la mujer. Ha motivado también su fraccionamiento al extremo de que ninguna otra "gran religión" se encuentra tan dividida en sectas o sucursales como el cristianismo. Sin embargo, en pleno siglo XXI, la cúpula católica persiste en mantener estos dogmas estúpidos —como el celibato y la exclusión de la mujer de la vida clerical— con el mismo vigor que tenían en los tiempos en que la mujer era un simple objeto destinado a parir mujeres para cambiarlas por cabras o camellos o hombres para engrosar las filas de los guardianes del templo o de los ejércitos sedientos de sangre.
Después de tantos errores o crímenes voluntarios e involuntarios, de tanta afrentas y humillaciones, de tanto dolor inferido a hombres y mujeres inocentes, se pudiera pensar que el Vaticano quisiera enmendar su conducta machista y exclusivista.
Pero nada que ver. Ahora el papa agónico se sobrepone para proferir un "Monitum" o carta de advertencia (advertencia de excomunión) para impedir que siete mujeres sean ordenadas sacerdotisas porque según éste "la iglesia no tiene en modo alguno facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres". Pero bien, muy bien. Considero que dada la contumacia papal es hora ya de que nos preguntemos de dónde surge la facultad del Vaticano de ordenar únicamente hombres o qué argumento son oponibles a las designaciones o ordenaciones femeninas.
Es hora ya de que preguntemos al Papa de qué texto o Código de Ética emana el derecho que asiste al Vaticano para despreciar a las mujeres a las que tanto amó y protegió Cristo; el derecho a quemar brujas; el derecho a quemar libros; el derecho a quemar pensadores; el derecho a catequizar infieles; el derecho a hacer guerras; el derecho a realizar crímenes; el derecho a hacer bacanales; el derecho a proteger curas homosexuales, sátiros, violadores, pedofílicos; el derecho a ser cómplices y beneficiarios de las guerras del feudalismo, el colonialismo y el imperialismo; el derecho a regentar bancos y empresas vinculadas a actividades non santas como la fábricas de anticonceptivos; el derecho a vivir en la opulencia; el derecho a excomulgar; el derecho de no pagar impuestos y muchos otros que más que derechos son muestras de la impunidad de que ha gozado la iglesia católica a través de los tiempos.
Supongamos por un momento que la iglesia tuviera la facultad de excomulgar y que estas excomuniones tuvieran algún efecto real sobre las personas. ¿Por qué entonces la iglesia no excomulga a los fabricantes de armas, a los narcotraficantes o asesinos como Hitler, Musolini o Bush? ¿Por qué no excomulga a estos curas homosexuales, sátiros, violadores y pedofílicos que tanto daño le han causado y le siguen causando a niños, niñas y personas indefensas alrededor del mundo? ¿Por qué este ensañamiento con las mujeres si todavía no se demostrado que el más santo de los hombres puede nacer del estómago o de los intestinos de otro hombre? Yo seré tarado, pero todavía nadie me hace tragar este culebrón de las excomuniones porque si dios existiera el Vaticano no existiera.
Yo no quisiera decir, como Enrique IV, que "le bon Dieu" me tiene hasta los cojones. Más bien me solidarizo con el rey portugués Pedro el Severo cuando le respondió a su padre (que le había asesinado a la idolatrada Inés Pirez de Castro) cuando éste le prometía que en el cielo otra vez verás a Inés: "Además de canalla y criminal, padre, eres un mentiroso pues si Dios existe no permitiría que víboras como vosotros existieran".
César Samudio, periodista independiente de Chiriquí, república de Panamá.