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14 de junio de 2002
El poeta marroquí Rachid
Nini publica 'Diario de un ilegal'
Un repaso a la España clandestina
El País
MIGUEL MORA | Madrid
Hombres sin dientes ni mantas ni posibilidad de conseguir ninguna de las dos
cosas; mujeres que desayunan whisky con café; tascas miserables que ponen
películas porno a las siete de la mañana para atraer clientes;
licenciados en Química o Literatura recogiendo naranjas de sol a sol;
gente de todo el mundo tratando de sobrevivir a la explotación, el racismo
y la nostalgia. Todo eso y más, narrado por un sutil y agudo poeta marroquí
que llegó en autobús desde Rabat a Benidorm con un visado de un
mes y se quedó a vivir tres años en España como inmigrante
sin papeles. Es Diario de un ilegal (Ediciones del Oriente y el Mediterráneo),
el testimonio a medias lírico y desgarrado sobre la España que
no va bien del ex inmigrante Rachid Nini: hoy vive en Rabat, es periodista en
la televisión marroquí y tiene una hija de dos años con
una mujer española.
'No hay nada de ficción en el libro', cuenta Nini. 'Todo es real al 100%'.
La historia arranca a su llegada a España, en 1997. 'Me había
licenciado en literatura árabe en Casablanca y decidí montar un
periódico: duró tres números. Desde pequeño tenía
la idea de emigrar, así que saqué un billete de bus, sólo
ida, a Benidorm. Tenía 60.000 pesetas y un amigo. Fue muy amable. Me
dejó su cama y él dormía en el suelo. Como no entendía
castellano, me fui a Francia. Pero no me gustó. Y a Bruselas, pero tampoco.
Cuando se acabó el dinero volví a Benidorm. Dos amigos argelinos
me dijeron que en Oliva se podía trabajar en la naranja. Estuve un año.
Terminé mi libro de poemas. En verano, me contrató un bar de Benidorm.
Luego, fui albañil en Pego. Después, pizzero en el restaurante
de un judío marroquí que era un cabrón. Me pagaba 6.000
pesetas al día y trabajaba 10 horas de pie. Siempre sin contrato. Cuando
me llamaron de Marruecos porque habían abierto un periódico nuevo,
me volví'.
En bares y tascas, Nini había ido escribiendo lo que veía. 'El
borrador lo escribí en servilletas y papelitos. Cada semana enviaba un
capítulo al periódico Al Alam. Luego se publicó entero
y vendió 3.000 ejemplares'. Un best seller: 'Es lo que vende Ben Jelloun'.
Ahora, Nini ha vuelto a España para presentarlo: dice que es para lectores
españoles. 'Allí se sabe todo lo que digo. Aquí no. Aquí,
de nosotros, sólo se sabe lo que sale por televisión. Los clichés:
la patera, los ahogados, la pesca, el hachís. A las personas no las conocen.
Y creo que no quieren saberlo. Hay un bloqueo psicológico histórico.
Y los medios y los políticos ayudan a que ese bloqueo no se acabe'.
Respeto
¿Cómo podría acabarse? 'Primero, con mucho respeto. Luego, alejándose
de los cálculos pequeños, del corto plazo y el electoralismo.
Sólo se habla de inmigrantes cuando llegan elecciones. El resto es para
culparlos de la delincuencia. Nadie habla de los que trabajan como esclavos
en los campos, en los plásticos. El Gobierno marroquí también
tiene la culpa. No da trabajo a la gente para que se quede. Y muchos de los
que vienen son gente sin estudios que se juegan la vida para llegar. Luego,
están dispuestos a todo'.
Nini cree que hay que luchar por la integración, pero no a cualquier
precio. 'Si integración quiere decir dejar tu cultura, tus raíces
y tu religión, no puede ser. Hay que respetar la diferencia. Pedir que
seamos iguales es fascismo. Dicen que los ecuatorianos se adaptan mejor. Pues
claro. Comen y visten igual... Que los moros somos otra cosa. Pues sí,
venimos de otro tiempo, de otra cultura. Tenemos otra manera de pensar, de reír,
de sentir. Allí, la gente habla todo el rato. En el mercado, en el autobús,
en el baño turco. Hay calor humano. Aquí las relaciones son muy
cerradas. Para hablar tienes que pagar un psicólogo. Así que los
marroquíes se juntan con similares'.
Hace dos años, Nini se casó con una española: tiene permiso
de residencia. Pero ya no lo quiere. 'Mi trabajo no está aquí.
Mi sitio, tampoco'.