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La vieja Europa

12 de junio del 2002
Europa y EU: Los nuevos feudos

Editorial de La Jornada 6 de junio

De manera casi simultánea, en esta semana la Unión Europea (UE) y Estados Unidos anunciaron la adopción de férreas medidas policiales en puertos, aeropuertos y fronteras terrestres para controlar el ingreso de extranjeros.
En el primer caso, los ministros del Interior de los estados miembros de la UE acordaron conformar un cuerpo policial especializado, apoyado por un enorme dispositivo tecnológico y de inteligencia, cuya misión será detectar, vigilar, detener y deportar a migrantes que sean considerados indeseables por los gobiernos de Europa occidental.
En el segundo, el secretario de Justicia de Washington, John Ashcroft, anunció ayer la puesta en vigor de procedimientos migratorios cuyo concepto data de la segunda Guerra Mundial, pero ahora con tecnología de punta para capturar, comparar e identificar las huellas dactilares de quienes pretendan internarse en territorio del país vecino por aire, mar o tierra, con el fin de detectar y capturar a presuntos terroristas.
El blindaje de las fronteras europeas contradice la tradicional política de asilo e inmigración que caracterizó a la mayor parte de las naciones de la UE durante la segunda mitad del siglo recién pasado, y que les permitió un desarrollo social diverso, multicultural y cosmopolita. Las nuevas disposiciones migratorias responden, en cambio, al desarrollo de las ideologías de ultraderecha y al avance electoral de los movimientos neofascistas y neonazis en casi todos los integrantes de la UE.
Por lo que hace a Estados Unidos, el endurecimiento adicional de los controles anunciados por Ashcroft confirma las tendencias xenófobas y paranoicas al alza en el país vecino --sobre todo, después de los atentados terroristas del 11 de septiembre-- y reafirman las políticas de Estado persecutorias contra los migrantes.
En uno y otro casos la ubicación de los extranjeros en el ámbito policial prefigura la conformación de nuevos feudos en un mundo supuestamente globalizado y constituye una aproximación frívola, superficial e inhumana al fenómeno, el cual tiene sus raíces en las patentes asimetrías económicas entre las naciones de origen y las de destino de los flujos migratorios. Ahora, las segundas imponen a las primeras la demolición de sus fronteras comerciales, pero pretenden erigir barreras inexpugnables a los trabajadores migratorios expulsados de sus países de origen por la misma liberalización comercial y sus consecuencias sociales desastrosas.
Tanto en Europa como en Estados Unidos, las nuevas estrategias oficiales de control, vigilancia y hostigamiento de extranjeros habrán de traducirse en un incremento de las violaciones a los derechos humanos de los migrantes, en un impulso al tráfico clandestino de personas y en la disminución de las libertades civiles en general. El huevo de la serpiente se incuba, hoy, en los reglamentos migratorios del Occidente rico, desarrollado y pretendidamente humanitario, tolerante o, cuando menos, promotor de los derechos básicos.