6 de septiembre del 2002
Gran Bretaña: en la ruta de la renacionalización
Una privatización eléctrica fracasada
Susana Berruecos
La Jornada
Apenas seis años después de la privatización, en Gran
Bretaña ya se discuten las opciones para resolver la grave crisis financiera
de la industria. Una de las alternativas sería la renacionalización
de British Energy. Se suponía que el traspaso de la industria eléctrica
a manos privadas significaría una carga menor para las finanzas públicas,
pero el resultado ha sido que del erario ha tenido que destinarse fuertes sumas
al rescate de empresas que enfrentan la bancarrota económica o moral,
como en el caso de los trenes británicos. El modelo de privatización
eléctrica de Margaret Thatcher y John Major, no debe olvidarse, ha servido
de constante referente al gobierno mexicano.
Cada vez existe mayor evidencia que la privatización parcial o
la venta de utilidades públicas llevadas a cabo desde los ochenta en
diversos países en el mundo, no ha asegurado un servicio más barato,
ni necesariamente más eficiente para los clientes, ni tampoco ha librado
a los gobiernos de la necesidad de destinar fuertes subsidios. En meses recientes,
los gobiernos de Estados Unidos, Nueva Zelanda y Reino Unido han tenido que
destinar importantes sumas de dinero para rescatar diversas empresas que después
de haber sido privatizadas parcial o completamente, ahora se encuentran cerca
de la bancarrota. Tal es el caso de Air New Zealand, que fue rescatada de la
quiebra con el dinero de los contribuyentes el año pasado, y la creación
del Kiwibank, creado por el gobierno de dicho país para atender a los
cientos de clientes que no podían pagar las cuotas de servicio cobradas
por los bancos privados. En California, Estados Unidos, se ha criticado una
torpe desregulación de la industria eléctrica por lo sucedido
con las empresas más grandes del estado, Pacific Gas and Electric y Southern
California Edison.
Asimismo, a la luz de los actos terroristas del 11 de Septiembre, el gobierno
estadunidense se vio obligado a retomar la seguridad aeroportuaria de las compañías
privadas después de descubrir que continuamente habían violado
las regulaciones de seguridad. En el Reino Unido se han destinado 30 millones
de libras esterlinas al sistema de control de tráfico aéreo (Nats)
y más de un billón de libras esterlinas a los accionistas de la
compañía de trenes Railtrack (en una renacionalización
disfrazada), por lo que la posible ruina financiera de British Energy (BE) resulta
particularmente embarazosa para el gobierno británico.
El domingo 25 de agosto pasado, el diario británico The Independent
publicó una nota en sus ocho columnas alertando sobre la crítica
situación que enfrenta la planta núcleo-eléctrica British
Energy, la compañía generadora de electricidad más grande
del Reino Unido, la cual produce un cuarto del total de la energía eléctrica
en este país. En este artículo se reporta que se ha descubierto
un plan secreto, denominado Proyecto Azul, elaborado por un grupo de expertos
del Departamento de Comercio e Industria (DTI, por sus siglas en inglés),
dirigidos por el especialista en temas nucleares, Stephen Spivey. En este plan
se advierte, según el reportaje, la creciente posibilidad de renacionalizar
dicha empresa, en un movimiento que costaría al gobierno británico
por los menos 500 millones de libras esterlinas.
Al día siguiente de dicha publicación, el ministro de Energía,
Brian Wilson, confirmó que el gobierno británico estaba estudiando
diversas opciones para ayudar a la gigantesca planta nuclear a enfrentar la
crisis financiera por la que atraviesa. No obstante, Wilson evitó en
todo momento hablar de una posible renacionalización, sobre todo cuando
todavía se encuentra tan fresco el malestar público por el fiasco
que representó el rescate de la compañía de trenes Railtrack.
Cabe mencionar que British Energy fue privatizada hace tan sólo seis
años y que dicha compañía maneja ocho plantas eléctricas
en el Reino Unido, así como operaciones núcleo- eléctricas
en Estados Unidos. Sin duda alguna, el mes de agosto no fue particularmente
bueno para BE al haberse hecho pública su crítica situación
financiera y haber cerrado dos plantas en el Reino Unido: la primera en Dungeness,
Kent fue cerrada por problemas de mantenimiento, mientras que el reactor en
Torness, en East Lothian, fue cerrado por una falla técnica. Es así
que además de la posibilidad de renacionalizar British Energy, también
se contemplan otras opciones que incluirían un trato para comprar las
ocho plantas núcleo-eléctricas que posee BE o bien pagarle a BE
para que retome seis reactores Magnox de la compañía pública
BNFL.
Las privatizaciones
Después de dos años de intensas discusiones para acordar los arreglos
regulatorios y contractuales, el 31 de marzo de 1990 la empresa pública
Central Electricity Generating Board (CEGB) se dividió en cuatro subempresas
con recursos limitados del Estado: National Grid Company (NGC), PowerGen, National
Power y Nuclear Electric. La nueva compañía National Grid retomó
las actividades de transmisión de la CEGB y las actividades de generación
se dividieron entre las otras tres empresas. A las 12 empresas eléctricas
regionales (REC) de Inglaterra y Gales –antes conocidas como las Area Boards–,
dueñas de las ganancias de la distribución de la energía
local, se les dieron acciones de la National Grid y fueron vendidas en diciembre
de 1990 por 8 millones de libras esterlinas.
La privatización de todas las demás áreas, excepto la nuclear,
continuaron tanto en Escocia e Irlanda del Norte, como en Inglaterra y Gales.
En marzo de 1991, 60 por ciento de las empresas National Power y PowerGen fue
vendido por 2.2 billones de libras esterlinas y 40 por ciento restante se puso
a la venta en febrero de 1995. La Planta y la Hidroeléctrica Escocesas
(Scottish Power y Scottish Hidroelectric) fueron privatizadas en junio de 1991
en 2.9 billones de libras esterlinas. En suma, 13 billones de libras esterlinas
–cerca de 230 billones de pesos– fueron recaudadas, haciendo de la industria
eléctrica británica una de las dos privatizaciones más
cuantiosas en el Reino Unido, sólo después de las telecomunicaciones.
Después de la exitosa privatización de National Power y PowerGen,
la compañía pública Nuclear Electric logró mejorar
sus niveles de eficiencia y productividad, por lo que en mayo de 1995 el gobierno
conservador bajo el liderazgo de John Major anunció que privatizaría
las plantas nucleares más modernas. Fue así como el 15 de julio
de 1996, dichas plantas fueron finalmente removidas del dominio estatal.
En tan sólo un año, British Energy se había convertido
ya en la planta generadora de electricidad más productiva del mundo,
produciendo 80% de la electricidad de la que tenía capacidad de producir.
No obstante, después de cinco años, la historia parece no haber
resultado del todo exitosa.
A principios de 2001, se firmaron los Nuevos Acuerdos de Comercio Eléctrico
(NETA, New Electricity Trading Agreements) como parte de una reforma a la industria
eléctrica en Inglaterra y Gales, que tenían el objetivo de abrir
este mercado a la competencia y reducir los costos domésticos, como sucedió
después privatizar el gas en 1987. Los NETA crearon un mercado para la
distribución eléctrica, permitiendo a los distribuidores (como
London Electricity, TXU o British Gas) obtener el mejor precio de los generadores
(que incluyen a proveedores como TXU o PowerGen, así como British Energy
y AES, que no venden al público).
No obstante, según un reportaje de reciente aparición en The
Independent, los NETA se encuentran en una situación crítica
derivada, en gran parte, del fracaso de la compañía Enron. Como
la compañía comerciante de contratos eléctricos más
grande del mundo, el colapso de Enron dejó un importante vacío
en dicho mercado.
Compañías rivales en Estados Unidos como Entergy, Dynegy y Aquila
Energy no han podido llenar ese vacío. Lo anterior significa que algunas
de las innovaciones de NETA, como los derivados eléctricos que pueden
ser comprados por generadores para lidiar con problemas como el que enfrentó
British Energy con el cierre de su planta escocesa Torness hace unas semanas,
no han sido desarrollados.
Otro problema, según el diario, tiene que ver con la posibilidad de compañías
como TXU, London Energy o EON, la utilidad alemana que es dueña de PowerGen,
puedan comprar para sí mismas y sacar su propia electricidad del mercado.
Aunque los precios de venta todavía tienen que bajar a pesar del decremento
de 33% en el precio de distribución eléctrica en los últimos
dos años. De acuerdo con el reportaje, estos y otros asuntos relacionados
con el programa NETA, han tenido como resultado que British Energy solamente
obtenga 16 libras esterlinas por hora de megawatt (MWh), comparadas con un precio
esperado de 27 libras cuando la compañía fue privatizada y 21
libras para salir tablas al menos. En total, el grupo perdió 493 millones
de libras esterlinas el año pasado, 300 millones de los cuales tienen
que ver directamente con las políticas de NETA.
En resumen, la crisis en British Energy se debe en gran parte a las políticas
seguidas por el gobierno laborista, con las reformas introducidas al mercado
energético en 2001 bajo el nombre de NETA. Si bien este programa logró
reducir en 25% los precios de la distribución eléctrica, también
se ha convertido en una de las principales causas de la inminente quiebra de
BE. Al final, el precio de venta de la electricidad se estableció por
debajo del costo al que British Energy podía producir en este país.
La reciente crisis de British Energy vuelve a poner en duda la supremacía
del sector privado sobre el público, sobre todo en áreas tan sensibles
y estratégicas para un país. Después de seis años
de haber privatizado una de las plantas productoras de electricidad más
importantes del Reino Unido, ahora se discuten varias opciones para sanear la
fuerte crisis financiera que atraviesa BE, incluyendo la posible renacionalización
de British Energy. Lo cierto es que la búsqueda del paradigma de la eficiencia
económica en manos del capital privado no ha significado necesariamente
mayores niveles de bienestar para la sociedad en su conjunto. Muy al contrario
de lo que se suponía sería una carga menos para las finanzas públicas,
ha resultado ser un peso mayor al erario ya que se han tenido que destinar grandes
sumas para rescatar a las empresas que enfrentan bancarrota económica
o moral, como en el caso de los trenes. Así, como el modelo de privatización
eléctrica seguido por los gobiernos de Margaret Thatcher y John Major
ha servido de constante referente al gobierno mexicano, vale la pena tener presente
los recientes acontecimientos que presentan evidencia en contra de la eficiencia
y seguridad de la industria eléctrica o núcleo-eléctrica
en manos privadas.