18 de septiembre del 2002
Así recordamos el 11 de Setiembre
Björn Kumm
Liberación
¿Porqué se pusieron, inmediatamente después del 11 de septiembre,
mis compatriotas, inclusive nuestro primer ministro, tan ciegos y tan acríticos
del lado del sheriff del mundo? ¿Será necesario para entender esto tener
que volver a lo más antiguo, a esa casi consanguinidad y lealtad con
Estados Unidos donde tantos primos tenemos, a esa Norteamérica cuya cultura
en gran medida la hemos hecho nuestra -desde Duke Ellington al Pato Donald en
Navidad- a esa nación cuyas contribuciones durante la segunda guerra
mundial y durante la guerra fría fueron tantas, y a quien le concedemos
la exclusividad de habernos salvado, a nosotros y al resto del mundo tanto bajo
el nazismo como cuando el comunismo, habiendo nosotros siendo tan acríticos?
No sólo falta sentido crítico. Padecemos también de una
evidente falta de sentido histórico.
En la práctica después de la época de Hjalmar Branting
durante el primer cuarto de siglo de 1900 ha existido una vieja y buena tradición
sueca de justamente defender el derecho de los pueblos, luchar por la construcción
de un derecho internacional en un mundo donde una u otra gran potencia ha querido
imponer brutalmente su propio derecho.
Sólo por un sentido moral general, pero también por nuestros propios
intereses del lado sueco - sostuvieron consecuentemente esta posición,
el canciller Östen Undén y nuestro asesinado primer ministro Olof
Palme- cuando subrayaron que las pequeñas naciones tenían motivos
extra para cuidar y conservar el derecho internacional. Especialmente en una
situación tan delicada como la que se produjo después del inesperado
ataque contra Estados Unidos del 11 de septiembre pasado, hubiera sido importante
de defender esa vieja y buena tradición sueca.
Pero mucha agua ha corrido bajo los puentes desde los días de Branting,
Undén y Palme, y muchas cosas han cambiado. Estados Unidos tiene permiso
para actuar.
Casi inmediatamente después de los ataques, un unánime Consejo
de Seguridad declara que Estados Unidos de acuerdo al artículo 51 de
los estatutos de Naciones Unidas tiene derecho a atacar en defensa propia contra
un enemigo que absoluta e indiscutiblemente ha atacado lugares simbólicos
de Estados Unidos de Norteamérica. Al mismo tiempo Estados Unidos hizo
efectivo el primer pago de su abultada deuda con la ONU y vió como algo
totalmente importante que la llamada comunidad internacional apoyara la inminente
guerra contra "el terrorismo internacional". Y a esta se la describió
como una guerra de defensa.
Ya en el otoño de 2001 se escucharon sobre todo en Estados Unidos y en
Suecia críticas muy ponderadas, pero ninguna se oyó de parte del
gobierno sueco. ¿Le daban los estatutos de la ONU el derecho de autodefensa
pleno a Estados Unidos para un mes después destruir con bombas Afganistán,
porque el gobierno de ese país se negaba a a entregar al líder
de al- Qaida, Osama bin Laden, declarado como el criminal de guerra número
1? Otros terroristas andan sueltos.
Un domingo a principios de agosto camino a un bosque de hongos escuché
en un programa veraniego en la Radio Suecia P1, al director iraní-sueco
Reza Parsa. El hizo una justa comparación entre bin Laden y otro criminal
de guerra. En el otoño de 1998 fue arrestado en Londres Augusto Pinochet
a pedido del juez español Baltasar Garzón que exigía su
extradición para juzgarle, por ser responsable de la muerte de 3000 personas
-una cifra por otra parte similar a las víctimas del World Trade Center
y del Pentágono- como consecuencia del golpe del 11 de septiembre de
1973 en Chile.
Ninguna bomba cayó entonces sobre Londres en el otoño de 1998.
El gobierno británico que albergaba a un criminal de guerra no se consideró
entonces comprometido por los estragos de Pinochet. En el caso de Afganistán
por el contrario, se vió como una tarea totalmente legítima derrocar
al gobierno talibán que alrededor de 8 años antes había
tomado el poder en Kabul con el un claro apoyo de Estados Unidos y de su satélite
Pakistán, pero que ahora era un paria político mundial en razón
de su política cultural antioccidental y su dura línea contra
las mujeres del país.
Parece claro que no era para vengarse de la destrucción de las estatuas
de Buda o para liberar a las mujeres de Afganistán, la razón por
la que Estados Unidos y sus aliados se lanzaron al ataque, pero repentinamente
se vió el caso talibán como un importante derivado de la guerra
-y la llamada comunidad internacional suspiró aliviada y aceptó
que Estados Unidos, el imperio, tuviera el derecho a intervenir donde considerara
necesario para proteger la vida de las gentes, y sobre todo lo norteamericano.
¿Pero al fin qué derecho concede la cláusula de la ONU sobre la
defensa propia? ¿Puede Estados Unidos defenderse todo el tiempo que quiera?
¿Tiene derecho Estados Unidos completamente a defenderse de antemano? Los expertos
en jurisprudencia internacional comenzaron luego del 11 de septiembre ha sostener,
de que existía ahora la necesidad de un derecho internacional más
amplio, que le permitiera a Estados Unidos a golpear a un enemigo terrorista
antes de que este atacara -como medida preventiva.
Este derecho internacional preventivo, dere-cho no sólo a defenderse
contra un ataque sino también hacer impotente al enemigo antes de que
alcance a atacar, como EE.UU. -sheriff mundial- quiere ahora que la comunidad
internacional apruebe: una fuerza de primer golpe, que la única superpotencia
existente está en condiciones de poner en acción, con o sin el
consentimiento de la comunidad internacional.
Estamos acercándonos a pasos agigantados a una situación donde
Estados Unidos piensa usar otra vez el derecho a la autodefensa y lanzar una
guerra preventiva contra Sadam Husein, quien es hoy por hoy "el más grande
bandido internacional". El término "guerra preventiva" nos trae recuerdos
de los días de la guerra fría, donde los más dispuestos
guerreristas entre los halcones en Estados Unidos hablaban abiertamente de la
necesidad del "first strike", el primer golpe contra el enemigo comunista. Hoy
el "terrorismo" ha sustituído al "comunismo" como el más sobresaliente
mal mundial que el sheriff norteamericano debe atacar, y toda crítica
es rechazada categóricamente como enemiga. "O están con nosotros,
o contra nosotros" acostumbra a decir George W Bush con su forma texana de referirse
a las cosas.
¿Porqué no es posible que Suecia y la Unión Europea tengan una
política diferente a la tibia posición en que se han ubicado frente
a la de los norteamericanos, que desembocará con certeza en un completo
fracaso?
La razón es que nuestros mandatarios han aceptado sin crítica
la definición norteamericana. La que tiene George W Bush de lo que es
"terrorismo y "terroristas". Como "terroristas" se denomina hoy arbitrariamente
todo lo que ya el gobierno de Estados Unidos definió como enemigo. La
amenaza viene, (según esta visión norteamericana del mundo), de
grupos coordinados a los que llaman "terroristas" o "eje del poder del mal"
y que es necesario destruir. El ejemplo a seguir es la lucha librada concientemente
por Israel después de los Juegos Olímpicos de Munich en 1972,
donde el servicio de seguridad israelí liquidó sistemáticamente
uno tras a los líderes palestinos; el otro es la planificación
desde el Estado de asesinatos en serie. Método éste por otra parte,
al cual el ex-primer ministro sueco Carl Bildt inmediatamente después
del 11 de septiembre lo describió como "discreto".
Hoy Israel se toma el derecho de atacar al contrario de antemano, porque considera
que este está en una fase preparatoria. Al terrorismo se le destruye
-creen ellos- cuando se les destruyen sus viviendas en Gaza o cuando desde helicópteros
se atacan con cohetes los automóviles ocupados con líderes palestinos.
En su tiempo como joven oficial, participó el actual primer ministro
Ariel Sharon en una suerte de acción de limpieza de pueblos palestinos,
y su antecesor en el puesto Ehud Barak, desembarcó en una playa de Beirut
en 1973, para matar a un importante dirigente de la OLP.
Tampoco se ha podido mostrar que el régimen de Bagdad, haya colaborado
o ayudado a Osama bin Laden. No existe ninguna conexión entre Iraq, Irán
y Corea del Norte, o entre esos países y al-Qaida., aunque mucho habla
Bush de esos estados como "el eje del poder del mal". Pese a todo, Estados Unidos
prepara sus fuerzas para una guerra de gran envergadura contra Iraq. Mientras
tanto desde Europa se escuchan solamente tímidos señalamientos:
de que si éste piensa atacar a Sadam Husein sobre la marcha, debe tener
primero el consentimiento del Consejo de Seguridad de la ONU. Justo cuando este
consentimiento ya "amplió" y "modernizó" el derecho internacional,
porque en los hechos se autoriza a la comunidad internacional para usar la violencia
contra una nación, contra un régimen, cuando según esta
apreciación el mismo no se comporta según las reglas del juego.
De esta manera se le permite a EstadosUnidos decidir el orden del día,
incluso atacar a quién en cada ocasión se le considera una amenaza
para la paz mundial.
En mi opinión, las nuevas leyes europeas antiterroristas se usarán
en los próximos años para cazar a los opositores de la Unión
Europea, a quienes escondan y ayuden refugiados, a los miembros de movimientos
de liberación de todos los países del mundo. Mediante la aceptación
de la antojadiza definición norteamericana de "terrorista" la UE se arriesga
a crear sus propios terroristas en su territorio mismo, entre otros en las minorías
más marginadas, donde muchos pueden ver a Mohamed Atta como un ejemplo
a seguir.
El islamólogo iraní Navid Kermani ha dicho irónicamente
que no es necesario haber leído a Nietzsche para pensar como un nihilista.
Más que el Corán, piensa él, fue Nietzsche el que inspiró
a los hombre del 11 de septiembre.
Mediante un solo crímen -es la tesis de Kermani que yo agradecido cité
en mi libro Terrorismens historia crearon los del atentado del 11 de septiembre
un sustituto para lo que ellos, y no sólo ellos creen que falta en la
sociedad moderna, es decir un sentido de interiorioridad, algo que le de a cada
individuo un lugar en la totalidad. Desde ese vacío, disparan o explotan
una bomba, buscando la significarse. Durante algunos minutos él o ellos
tienen se sienten que adquieren total. Desde la nada se elevan para ser Dios.
El nihilismo de Nietzsche, escribe el filósofo francés André
Glucksmann en su libro Dostoievski en Manhattan , tenía el deseo de alcanzar
la nada, el aniquilamiento. La Biblia y el Corán se horrorizan de la
inmolación, del suicido, de lo más atroz de todo. Pero para Nietzsche
en cambio el exterminio, el atentado, el suicidio, pasan ha ser la salvación
misma. Nietzsche ve en el nihilismo -y fue justo al mismo tiempo que mi compatriota
Alfred Nobel, inventara la dinamita- una dinamita del alma, del espíritu,
y en su descubrimiento una suerte de sustancia explosiva que podría incluso
emplearse para la muerte masiva.
Es un privilegio de los humanos el poder destruirse a sí mismos -borrarse
a sí mismos, tacharse a sí mismos, como una oración deficientemente
construída.
Los nihilistas han elegido la intensidad en las vivencias, la eternidad en su
forma más inmediata. ¿Porqué los nihilistas -se pregunta André
Glucksmann- van a interesarse con la promesa de un día del mañana?
Mohamed Atta, al comando del avión de pasajeros que pulverizó
contra una de las torres gemelas del World Trade Center, en los últimos
minutos de su vida logró la más especial y absoluta exaltación.
Para ser lo más moderno, dijo en su tiempo el poeta francés Rimbaud,
hay que irse para Africa. Kermani ve al pensamiento de Nietzsche hoy, como la
expresión profética del moderno instinto más extremo de
elevarse hacia el cielo y al mismo tiempo inmolarse.
Desde este punto de vista, este aparece como un pensamiento realmente moderno.
La historia no tiene porque acabarse, escribe Glucksmann en una clara respuesta
al filósofo norteamericano Francis Fukuyama, que cuando el colapso del
comunismo consideró que se había alcanzado ya el ideal liberal
y que toda lucha ideológica había acabado. Pero, -escribe Glucksmann-
la historia podría seguir pudriéndose allí mismo donde
está.
* Björn Kumm, periodista y escritor autor entre otros libros de Terrorismens
historia (2002-La historia del terrorismo)y de Kalla kriget (1999-La guerra
fría)