Un rey árabe en Gran Bretaña
Por Robert Fisk / La Jornada
Es su acento lo que llama la atención. Habla un inglés típico del centro de Inglaterra, de la clase media alta, con un toque de Oxford y Sandhurst, universidades a las que asistió. Si tan sólo, dicen algunos jordanos, este rey hablara el árabe tan bien como el inglés. Pero el rey Abdullah de Jordania está mejorando su fluidez en su lengua materna de la misma forma en que es capaz de tocar el corazón de la Cámara de los Comunes e incluso -lo que es ligeramente más difícil- el de Tony Blair.
No invadan Irak, es su mensaje. No comiencen una nueva guerra en la región. Pónganle fin primero a la guerra que ya existe -la de Palestina- antes de desatar una segunda. ˇAy! George Bush junior no quiere saber de esto.
Hubo un momento revelador el mes pasado cuando el rey Abdullah -o bien, el teniente general Abdullah, como llaman en el ejército al Valiente Reyecito Número Dos- fue a Rusia. Le ordenó a su primer ministro que dejara claro durante su ausencia que Jordania no colaborará -y repitió: "No colaborará" sirviendo como base de operaciones a las legiones estadunidenses en caso de que se desatara una guerra de Washington contra Irak.
Al tiempo que el rey se entrevistaba con el presidente Putin en Moscú, su primer ministro en Ammán obedeció sus órdenes. De ninguna manera -dijo- Jordania se dejará usar como punto de partida para un ataque estadunidense contra Irak. Al día siguiente el New York Times anunció en primera plana que 250 hombres integrarían las tropas que podrían ser usadas para invadir el feudo de Saddam Hussein. żY cuál sería uno de sus principales puntos de partida? Pues Jordania, desde luego.
El rey, al igual que muchos otros líderes de Medio Oriente que se supone son aliados de Estados Unidos en la región, está cada vez más temeroso del gobierno de Washington. Los ciegos y frenéticos intentos de Dick Cheney para granjearse el apoyo de los árabes para una guera contra Irak no afectaron para nada el entusiasmo que Washington muestra por un "cambio de régimen" en Bagdad.
Los asesores pro israelíes en el entorno de Bush parecen haber cegado al presidente estadunidense a las realidades de Medio Oriente. A los ojos del rey Abdullah, el presidente Mubarak y el príncipe heredero Abdullah, de Arabia Saudita, la política estadunidense en Medio Oriente es actualmente una política israelí. O viceversa. Esto es lo que Saddam Hussein ha afirmado durante años.
El rey Abdullah de Jordania podría ser capaz de convencer a Blair de que exprese sus preocupaciones sobre una guerra en Irak, pero Bush no se dejará disuadir por un disfraz de caballero inglés, aunque el rey haya estudiado una maestría en Georgetown.
Un ataque contra Irak sería "un tanto absurdo" a juicio del rey Abdullah, pero el presidente estadunidense quiere un "cambio de régimen"; y sostiene: "no he cambiado de opinión", y lo dice con tal velocidad que sugiere que la reflexión no forma se cuenta entre sus cualidades eseciales. Si Abdullah alguna vez pensó que podía influir en la Casa Blanca, ahora ha salido de su error.
Pero Bush habría hecho bien en escuchar a Abdullah con más atención, dado que este rey probablemente sabe más del combate armado que su altamente militarizado padre, el rey Hussein, quien para los británicos fue el Valiente Reyecito Número Uno. Abdullah fue adiestrado como paracaidista en una brigada armada británica, y Hussein, su padre, lo nombró jefe de las Fuerzas Especiales Jordanas cuatro años antes de morir. Dichas unidades constan de dos batallones antiterrorismo y una brigada aérea, las cuales entrenan regularmente en terrenos desérticos muy similares a los territorios del oeste de Irak donde los estadunidenses tendrían que combatir.
Sin embargo, quien realmente preocupa a Abdullah es un líder militar que le queda mucho más próximo. Ariel Sharon fue de los primeros en sugerir que Jordania debía ser Palestina. Esto, aunado a su efectiva destrucción de la Autoridad Nacional Palestina, su exigencia de un exilio -si no la muerte- para Yasser Arafat, y su continua colonización en tierras palestinas, hacen de Sharon el más peligroso vecino del rey.
Cuando Bush alentó a Sharon para golpear más a los palestinos esta semana -al expresar su "furia" por la bomba palestina que mató a siete estudiantes de la Universidad Hebrea, después de una leve reprimenda a Israel por su "rudeza" cuando mató a 11 niños junto con un líder de Hamas en Gaza, el rey Abdullah debe de haberse quedado sin aliento. Su desencanto con cualquier posible coup d'etat se hizo de lo más evidente la semana pasada, cuando el monarca públicamente le llamó la atención a su hermano Hassan por haber asistido a una reunión de opisitores iraquíes que se celebró en Londres.
Hassan, por supuesto, era la primera opción del rey Hussein para ser su sucesor, pero cambió de opinión días antes de morir, lo que provocó una permanente aflicción para Hassan, así como el muy obvio deleite de Abdullah. Si Hassan creía que podía regodearse en los asuntos de política exterior jordanos -él, que siempre ha sido considerado dentro de la familia real como el "hombre de Estados Unidos" en segundo lugar después del mismo rey Hussein-, cometió una grave equivocación.
Por lo tanto, está claro que el rey Abdullah puede confiar en muy pocos hombres. No puede confiar en Ariel Sharon ni en George W. Bush. No puede confiar seriamente en Tony Blair. Puede esperar muy poco apoyo del presidente Mubarak y de los sauditas, por muy comprensivos que se muestren. Y en un país donde cada vez más y más ciudadanos palestinos en Jordania preguntan por qué el rey mantiene un tratado de paz con Israel, sería imposible venderle a su pueblo una guerra de Estados Unidos contra Irak. Por ello, el trono del rey Abdullah sigue siendo el más endeble y tambaleante en el paisaje de un Medio Oriente plagado de dictaduras.
©The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca