24 de diciembre del 2002
El espectáculo serbio
Nacho Álvarez Peralta
Rebelión
Con el título que reza sobre estas líneas abría la editorial de El País del martes 10 de diciembre de 2002. Dicha editorial no es más que otro nuevo ejemplo que ilustra la desinformación y la parcialidad a la que el periodismo realmente existente en nuestras latitudes nos tiene acostumbrados.
El proceso de recopilación, transformación y generación de información periodística susceptible de ser consumida por la sociedad, sometido a la implacable ley capitalista del máximo beneficio de las multinacionales que llevan a cabo dicho proceso, termina por sesgar y deformar sistemáticamente la información transmitida y, en definitiva, las referencias del entorno que nos rodea, deformando con ello nuestra propia percepción de dicho entorno. Bajo el convencimiento de que OTRO MUNDO ES POSIBLE, hagamos también que OTROS TITULARES SEAN POSIBLES, generando con ello capacidad intelectual suficiente como para hacer entendible (es decir, modificable), el mundo que nos rodea.
La editorial en cuestión pretende hacer un análisis, valorativo sin duda, de las recientes elecciones a la presidencia de Serbia celebradas en primera ronda el 13 de octubre de 2002, y en segunda ronda el día 8 de diciembre. El editorialista en cuestión plantea que "Serbia está dando un espectáculo lamentable. Por tercera vez en 70 días, no ha logrado elegir nuevo presidente por no acudir a votar más de la mitad del censo. Es un acto de incivismo por parte de una ciudadanía que sólo hace dos años se supone que inició su transición a la democracia al lograr derribar a Milosevic". La editorial continúa con tan mordaz análisis recordando además que en dicha situación "también tiene una gran responsabilidad el enfrentamiento entre Kostunica, que pretende pasar de la presidencia yugoslava a la serbia, y el primer ministro serbio, Djinjic". Como se puede observar, nos enfrentamos una vez más a esa sibilina capacidad periodística de omitir la verdad sin por ello tener que mentir, y de situar las causas explicativas de los procesos sociales precisamente en las consecuencias y mecanismos que dichos procesos desencadenan.
¿La clase trabajadora serbia está realmente dando un espectáculo lamentable? ¿Es un acto de incivismo ejercer el derecho constitucional a abstenerse en unas elecciones presidenciales? ¿Qué explica el supuesto enfrentamiento entre los líderes Kostunica y Djinjic? Lo que en ningún caso la editorial del El País se plantea (más allá de las simplistas afirmaciones de "desencanto") son las razones de fondo de ese supuesto "lamentable espectáculo" que la población serbia está ofreciendo al mundo. Tratar de entender las razones de dicho "desencanto electoral" situaría la carga de la prueba y el carácter de "espectáculo lamentable", no ya en la coherente clase trabajadora serbia sino en el particular proceso de transición que está experimentando en estos momentos la economía yugoslava (y por el que ya pasaron las restantes economías de los países de la órbita soviética). La necesidad de que la población mundial no entienda las coordenadas en las que se sitúa la anexión del antiguo bloque de la Europa del Este a los marcos de acumulación y valorización del capital transnacional, así como las consecuencias económicas y sociales de ello, explica semejantes omisiones analíticas en los media occidentales.
Las razones que explican y contextualizan el hecho de que de los 6,5 millones de electores serbios sólo hayan votado un 45%, y que del total de votos casi el 60% fueran para el candidato nacionalista Kostunica y un 36% para el ultranacionalista Partido Radical de Serbia (de Vojislav Seselj), hay que buscarlas en la secuencia histórica que ha marcado el desarrollo político y económico de Serbia en esta pasada década. Pretender explicar esta situación desde la lógica del "desencanto" de la clase trabajadora serbia (tradicionalmente algo más politizada y activa que la del resto de países del Este) no es más que una nueva prueba de la escasa voluntad de nuestros media por facilitar una información veraz. Más bien, la respuesta abstencionista, así como el mantenimiento de posiciones claramente nacionalistas y antioccidentales de la población serbia, debe ser entendida como una negativa en toda regla al proceso de transición económica que se le está imponiendo al país desde la OCDE, el Banco Mundial y el FMI. Veamos la secuencia histórica en cuestión.
El próximo 24 de marzo se cumplirán cuatro años del comienzo de los bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia. Desde entonces hasta hoy muchos han sido los acontecimientos que han tenido lugar en el corazón de los Balcanes, entre los que destacan especialmente la revuelta del 5 de octubre del 2000 y la llegada al poder de la Oposición Democrática de Serbia. Sin embargo, dichos acontecimientos no pueden ser presentados ni entendidos como hechos aislados. Para comprenderlos en profundidad resulta necesario, como decíamos, abordar una secuencia interpretativa de lo sucedido en el país a lo largo de esta última década, desde la guerra civil hasta la llegada de Kostunica al gobierno federal.
Entre 1970 y 1980 Yugoslavia vivió una tremenda crisis económica a consecuencia fundamentalmente de su endeudamiento exterior. Los planes de ajuste del FMI de 1983, 1988 y 1990, en su intento por asegurar el pago de la deuda al capital transnacional, sumirán al país en la recesión económica e impondrán una caída total de los salarios reales del 25%. Estas medidas terminarán por catalizar el surgimiento de los dormidos nacionalismos en la antigua Yugoslavia, un país de precarios equilibrios interrepublicanos y de profundas diferencias económicas interregionales. Dicho surgimiento nacionalista, junto con la intervención exterior alemana, llevará a la cruenta guerra civil de la primera mitad de los noventa.
A lo largo de la guerra civil irá conformándose en Serbia un modelo económico y político claramente "heterodoxo" respecto a las transiciones al capitalismo que los países de Europa Central y Oriental estaban experimentando tras la caída del muro de Berlín.
Mientras que Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Macedonia se incorporarán rápidamente al resto de países del Este enmarcados en la estrategia imperialista norteamericana y europea para la zona, en Serbia se va desarrollando lo que se ha dado en llamar la "transición hacia atrás".
La estrategia imperialista de EE UU y la UE para la Europa Central y Oriental durante la década de los noventa, que militarmente se expresa en la expansión de la OTAN hacia el Este (Polonia, República Checa y Hungría), se desarrolla en el plano económico a través de la imposición de una estrategia liberal de transición, vigilada por el FMI y el BM y sujeta a la condicionalidad de nuevos créditos. Dicha estrategia económica, con la que Serbia irá entrando en creciente conflicto, estará basada en la liberalización de los mercados (especialmente el de trabajo), la desregulación legal, las privatizaciones masivas y la apertura externa de estas economías al capital transnacional, en un intento por incorporar a la economía mundial nuevos espacios internacionales de acumulación y ganancia. El objetivo final de la estrategia será la progresiva inserción subordinada de estas zonas en la economía mundial capitalista.
Con la llegada de la guerra civil de 1990-1995 la república de Serbia acometerá la construcción de una "economía de guerra" (también lo hizo Croacia, pero la tendencia fue revertida pronto). Dicho modelo económico nacional se caracterizará por la consolidación de un fuerte poder centralizado en torno al Partido Socialista de Serbia y una reestatalización de la antigua propiedad autogestionaria. Es decir, la República de Serbia, que durante más de 40 años y en el marco de la antigua Yugoslavia se caracterizó por un funcionamiento económico mucho más descentralizado que el soviético (nominalmente basado en la propiedad social frente a la propiedad estatal, libre mercado regulado, autogestión empresarial en un marco asambleario…), pasará a desarrollar una tendencia inversa a la de dichas economías en el proceso de transición.
Las elites políticas y económicas serbias terminarán por consolidar, una vez terminada la guerra, un sistema económico que entrará en conflicto con la estrategia imperialista de transición liberal que occidente estaba diseñando para la región. En vísperas de los bombardeos de la OTAN, el capital estatal suponía el 35% del total de la economía, el capital social (formalmente en manos de las empresas autogestionarias pero de facto en la esfera de poder del PSS) suponía otro 40%, y el restante 25% era privado1. La contribución del sector privado al producto manufacturero era marginal; se da una escasa liberalización y desregulación de los mercados nacionales (especialmente del mercado de trabajo), existen importantes controles discrecionales internos y del sector exterior, y la entrada de capital extranjero se permite siempre y cuando no entre en conflicto directo con los intereses de las elites serbias. Milosevic deja además de pagar la deuda externa a los acreedores extranjeros.
Dicho modelo económico nacional, cuya mejor definición es la de cleptocrático, tendrá su razón de ser en la consolidación de la posición de poder y de los monopolios empresariales de las elites locales, alzándose dicho poder sobre un discurso fuertemente nacionalista capaz de establecer una implícita alianza estratégica con la clase trabajadora del país. Dicho imaginario nacionalista será el que vincule explícitamente a las elites locales con la clase trabajadora yugoslava, haciendo confluir falsa y tácticamente a ambos grupos sociales en la defensa de sus intereses particulares frente al capital transnacional. Será esto lo que explique el importante apoyo social de Milosevic durante toda la década.
Mientras que las elites políticas y económicas locales defenderán su espacio de poder, ganancia y acumulación frente al capital extranjero, la clase trabajadora, tanto desde aquellos espacios oficiales de representación a su alcance, como desde fuera de ellos, defenderá sus condiciones de vida, oponiéndose al ajuste fondomonetarista y a la estrategia liberal de transición impuesta desde occidente (privatizaciones, desregulación y liberalización del mercado de trabajo, supresión del fuerte marco de negociación colectiva…). La confrontación entre las elites locales y el capital transnacional por la apropiación del excedente económico, en lugar del "reparto" impuesto por occidente en otros modelos de transición en el Este, vendrá dada por la particularidad económica, histórica, política y social del modelo autogestionario yugoslavo.
Ya desde 1996, una vez retirado el embargo económico de la ONU a Yugoslavia, EE.UU. fijará una estrategia unilateral de acoso y derribo del régimen de Belgrado.
Mediante la imposición de la llamada "muralla exterior" de las sanciones, EE.UU. impedía la entrada de Yugoslavia en la ONU, en el GATT, así como en los principales organismos financieros internacionales (FMI, BM…). La retirada de dichas sanciones, que se mantendrán hasta los bombardeos, "requería profundas reformas estructurales que las elites políticas se han negado a acometer"2. Finalmente, el creciente conflicto que suponía el modelo económico serbio, tanto por las importantes restricciones de las elites en torno a una economía ampliamente estatalizada, como por las significativas conquistas de la clase trabajadora aun no suprimidas (potente marco de negociación social y salarial, regulación del mercado de trabajo…), así como la nula perspectiva de cambio de éste modelo, catalizarán el estallido de la guerra contra la OTAN.
Sin embargo, el que la OTAN pretendiese alzarse en brazo ejecutor de la estrategia liberal que el capital transnacional demandaba en su necesidad sistémica por recomponer espacios internacionales de ganancia y de acumulación, no quiere decir que el conflicto económico entre los diferentes grupos sociales serbios y el capital transnacional sea la única, ni tan siquiera la principal, causa que explica la guerra imperialista de la OTAN.
Posiblemente dicho conflicto por sí sólo no habría resultado suficiente para desencadenar la guerra.
Dejando de lado las interesadas explicaciones "humanitarias" de los bombardeos de 1999, mera cortina de humo de los media occidentales, los factores causales que se sitúan en el origen de aquella guerra han ido quedando al descubierto con el paso del tiempo: asentamiento occidental en los Balcanes como "cabeza de puente" hacia Eurasia y hacia el crudo del Mar Caspio, control geoestratégico de los corredores de transporte y oleoductos balcánicos (Serbia es un importante cruce de caminos desde el punto de vista geográfico), expansión de la OTAN hacia el Este y debilitamiento estratégico de Rusia, superación del restrictivo marco legal de la ONU, necesidades del complejo militar- industrial norteamericano, afianzamiento de la supremacía económica y militar de EE UU sobre la UE…etc. La guerra tuvo básicamente motivos económicos, pero no sólo los estrictamente vinculados a la implantación de la estrategia liberal de reforma estructural en Serbia. En cualquier caso, todos estos motivos apuntarán a la necesidad de recomponer los maltrechos marcos de valorización del capital a nivel mundial.
La necesidad de incorporar a una "nación díscola" como Yugoslavia, si es necesario incluso por vía militar, al proceso de transición liberal e inserción exterior subordinada de los países del Este, se sitúa como vemos en el crisol explicativo de la guerra contra la OTAN. Sin embargo, lo que aquí se plantea no es establecer la relación correspondiente entre bombardeos e inserción subordinada (que desde luego es notable), sino destacar la total funcionalidad que la guerra ha tenido para con la llegada de la estrategia liberal del cambio sistémico a Yugoslavia.
La llegada tras la caída de Milosevic de la Oposición Democrática de Serbia al gobierno republicano supone el principio del fin del modelo económico y político arriba descrito, y con ello, el principio del fin del permanente conflicto frente al capital transnacional. La transición democrática de Kostunica ha sido posible fundamentalmente por dos motivos:
el hastío definitivo de la clase trabajadora serbia frente a Milosevic tras los importantes daños civiles de los bombardeos, y la presión de las potencias occidentales, condicionando estas últimas el levantamiento de las sanciones económicas a la caída de Milosevic y financiando periódicos, radios y la propia campaña electoral de la DOS3.
Dicha transición, en el plano económico, ha venido acompañada por fin del tan ansiado ajuste fondomonetarista en el marco de una estrategia liberal de reforma para Yugoslavia (liberalización de los mercados, desregulación, privatizaciones y apertura externa al capital internacional). Se sientan las bases con ello para la supresión del modelo colectivista y cleptocrático forjado a lo largo de la última década, pero también de las conquistas obreras históricas que habían sobrevivido a la época de Milosevic y que aún seguían en pie conviviendo precariamente con dicho modelo. La incorporación de Yugoslavia al Pacto de Estabilidad para los Balcanes, al FMI y al BM, así como la disponibilidad del nuevo gobierno de la DOS, en el momento de llegar al poder, de comenzar a aplicar el ajuste condicional que dichas instituciones imponen y de pagar los casi 12.000 millones de dólares de deuda externa que el país tiene, así lo atestiguaron en su momento.
Es en este contexto histórico (por supuesto completamente obviado y silenciado por la editorial de El País) donde hay que encuadrar el "lamentable espectáculo" que la clase trabajadora serbia está dando en las actuales elecciones presidenciales, así como el supuesto enfrentamiento entre Kostunica y Djinjic. A diferencia de lo que pasó en el proceso de transición del resto de países de la Europa Central y Oriental, en los cuales la clase trabajadora sometida al estalinismo abrazó con relativo entusiasmo, al menos en un primer momento, la llegada del capitalismo en sus diferentes expresiones politicosociales (democracia formal, libre mercado, etc.), el proceso de transición económica al capitalismo en Yugoslavia parece estar encontrando una mayor resistencia por parte de dicha clase trabajadora. Desde luego una mayor resistencia pasiva, cuando no activa como demuestran las últimas huelgas contra las privatizaciones en Belgrado y Novisad.
Dos pueden ser las razones que se sitúen en el origen de esa mayor resistencia de la clase trabajadora serbia al ajuste fondomonetarista: una, sin duda, el hecho de que el proceso de transición se iniciara una década después que en el resto de los países de la órbita soviética y, la segunda, las particulares (aunque ya muy desfiguradas y mermadas) características del modelo autogestionario yugoslavo que aún sobrevivían bajo la represión de Milosevic (especialmente en lo relativo al funcionamiento del mercado de trabajo).
En relación a la primera de ellas, diferentes intelectuales y autores serbios (véase la obra de Tatjana Djuric Kuzmanovic4) constatan la conciencia que tiene la población yugoslava de que la transición al capitalismo se traducirá en una serie de beneficios y costes entre los que estos últimos tendrán un significativo peso (aumento del desempleo, aumento de la dispersión salarial y de las desigualdades en general, pérdida de importantes conquistas sociales en términos de educación pública, sanidad, jubilación, seguros de enfermedad y viudedad, aumento de las tasas de pobreza, relegación de la mujer al hogar aún en mayor medida), tal y como se ha puesto de manifiesto en las transiciones resultantes en Rusia, Polonia, Hungría, Bulgaria, Rumanía, etc. El hecho de que la población serbia conozca de antemano los resultados que tendrá el ajuste del FMI en la economía yugoslava, sin duda está haciendo que se enfrente a ese ajuste de una forma más consciente y tajante que las poblaciones de los restantes países del Este.
Pero además, en segundo lugar, los cambios que se han empezado a desencadenar en el mercado de trabajo están siendo claves para entender la posición de la población serbia en relación a las elecciones presidenciales. Los primeros intentos de flexibilización y liberalización del "rígido" mercado de trabajo serbio, caracterizado por numerosas regulaciones legales provenientes aún de las décadas de los sesenta y setenta que aseguraban un trabajo estable, así como por un marco de negociación colectiva donde los sindicatos aún conservaban un importante papel, han comenzado a generar ese importante "desencanto" en la población del que nos habla la editorial de El País.
En tan sólo unos meses tras la llegada de la oposición DOS al gobierno, el trabajo temporal ha pasado de ser el 1% del total a situarse en torno al 5%, produciéndose además ya las primeras privatizaciones de algunas industrias clave y los primeros despidos masivos. En concreto, la nueva administración ha promulgado dos leyes el año pasado (la Ley de Privatización y la Ley del Trabajo), que van encaminadas en primer lugar a acabar con lo que se ha denominado "el monopolio del puesto de trabajo", y además, que tratarán de "animar al incremento de la productividad media del trabajo a través de una reducción en las horas de trabajo o en el número de trabajadores […]. Los cambios estructurales esperados demandarán una mayor movilidad y flexibilidad de los trabajadores, competitividad y selección entre los empleados"5. En definitiva, el ajuste en el mercado de trabajo trata de acabar, entre otras cosas, con la existencia de una cifra de "sobreempleo" en las plantillas de las empresas serbias cercana al 30% de la población ocupada, según estimaciones recientes, población que, supuestamente, pasará a integrar, al menos temporalmente, las cifras del ya abultado desempleo. Si a la ya maltrecha situación de la población serbia (con salarios ciertamente bajos y una tasa de paro que ronda el 30%) se le añaden los incipientes intentos mencionados de flexibilización y liberalización del mercado de trabajo, y la supresión de las históricas conquistas del marco laboral, llevadas a cabo por la nueva administración, se entenderá la "incívica" actitud de la clase trabajadora serbia de no acudir a las urnas a sancionar su propia defunción.
Es en este contexto donde debe ser entendida esa masiva abstención de la población serbia en las últimas elecciones, el afianzamiento de un nacionalismo serbio radical y antioccidental, así como ese supuesto enfrentamiento entre Kostunica y Djinjic (ciertamente existente, en cuanto a la existencia de un diferente planteamiento en relación a los ritmos que debe seguir el proceso de transición, así como en cuanto a la "tajada" que obtendrán en dicho proceso los diferentes segmentos de la clase dirigente).
No se puede decir, no obstante, que esta respuesta masivamente abstencionista, así como el mantenimiento (e incluso fortalecimiento) de posiciones claramente nacionalistas y antioccidentales en Serbia, venga explicado exclusivamente por el rechazo de la población a la política de ajuste neoliberal impuesta desde las instituciones monetarias internacionales. Indudablemente, dicha respuesta soterrada de la población frente a los nuevos líderes políticos del país, viene también explicada por otra serie de factores sociológicos de diversa índole (entre los que destacaría sin duda el sentimiento colectivo de humillación y agravio del pueblo serbio después de estos años de confrontación con occidente). Ahora bien, el incipiente proceso de reorganización sindical independiente y la contundente respuesta de algunos de estos sindicatos a los primeros intentos de privatización, muestran bien a las claras la relativa importancia que está teniendo el rechazo popular a la política económica neoliberal de ajuste estructural (lo cual, obviamente, tiene su reflejo en las elecciones presidenciales).
De esta forma, pretender entender la actitud que recientemente viene mostrando la población serbia en lo que a la elección del presidente de la república se refiere, como un "acto de incivismo" como plantea el diario El País, resulta, cuando menos miope y desacertado, cuando no a todas luces desinformador y tergiversador de una realidad que no interesa que sea conocida: la del histórico combate de la clase trabajadora mundial por unas condiciones de vida dignas, frente al ajuste impuesto por el capital transnacional en las últimas décadas en todas las latitudes del planeta (mediante privatizaciones, liberalización de los mercados, desregulación y apertura externa de las economías), en un intento desesperado y genocida por invertir la secular tendencia a la caída de la tasa de beneficio empresarial.
La población serbia no sólo no cae en un acto de incivismo al negarse a sancionar en las urnas su propio descalabro, sino, muy al contrario, ofrece una muestra de oposición cívica, pasiva (aunque a todas luces despolitizada, desorganizada y, posiblemente, llamada a fracasar), al proceso de transición política y económica que vive su país.
Notas 1 Kovaèeviæ, Milan R. (2000): "Privatization in Serbia", Yugoslav Economic Monthly Review, Group 17, Nº 4, Abril, Belgrado. Véase también Serbia-Montenegro Country Profile 1998/1999, The Economist Intelligence Unit Limited, London. 2 FY 1998 Country Commercial Guide: Serbia and Montenegro, Embajada de los EE UU en Belgrado, 1998, pag. 1-2. 3 Véase el artículo de Michael Dobbs: "U.S. advice guided Milosevic opposition", Washington Post, lunes, 11 de diciembre de 2000, p. A01. 4 Djuric Kuzmanovic, T. (2002): "Transition, privatization and gender in Serbia. Impact on labour market", en Papeles del Este: Transiciones poscomunistas, nº 4, UCM, Madrid, 2002. 5 Ibid. (pag. 9)