16 de diciembre de 2002
La Ética de Fernándo Savater.
Muma editorial
Rebelión
Hará unos tres años, poco después de haber montado nuestra
editorial, pensamos que un buen método para conseguir llamar la atención
de la gente hacia unos libros que considerábamos interesantes sería
conseguir que autores de cierto renombre nos escribieran prólogos a modo
de reclamo. Así de ingenuos éramos. Tanto, que pensamos en Fernando
Savater como posible prologuista para la novela de Jack London, "El Vagabundo
de las Estrellas", que acabábamos de traducir y estábamos
a punto de publicar. La idea nos la había dado un amigo que sabía
de la admiración de Savater hacia Jack London, admiración expuesta
en su obra "La infancia recuperada" y que a nosotros nos pareció
justificación suficiente para solicitar su colaboración. Y así
lo hicimos. Tenemos que decir que por aquel entonces poco o nada sabíamos
de la singular personalidad pública de Savater, a caballo entre el victimismo
mediático a la Rushdie y la fascinación por ese deporte
tan popular y comprometido que es la hípica. Nuestra ignorancia y nuestra
ingenuidad fueron las culpables de un estúpido error que nunca podremos
enmendar: asociar el nombre de Fernando Savater al de Jack London.
Pero el asunto es otro: tras un primer contacto por correo electrónico,
Savater accedió a enviarnos un prólogo ad hoc. A las pocas
semanas recibimos un texto de cinco párrafos con un mensaje no mucho
más escueto: "Aquí está el texto. ¿Os parece bien
un pago de 50.000 ptas?" ¿50.000 ptas? Aquello nos chocó. Poco antes
habíamos recibido un prólogo de Guillermo Cabrera Infante quince
veces más extenso que el de Savater por un precio cincuenta mil pesetas
más barato, y estábamos preparando por aquellas fechas la edición
de Futuro Primitivo, de John Zerzan, quien como tantos otros difunde
libremente sus escritos. ‘Qué extraño’, pensamos entonces, ‘Savater
lleva muchos años en esto y debe conocer bien las dificultades que atraviesan
las pequeñas editoriales como la nuestra. Lo lógico es que aquellos
que están establecidos ayuden en la medida de lo posible a los que empiezan’.
Cuidado: no estamos diciendo que Savater no deba cobrar por su trabajo, eso
es asunto suyo; del amor a la literatura, por sincero que sea, no se come; y
tampoco era compasión lo que íbamos buscando: honestidad, mesura,
ética, ese tipo de cosas. Lo que nos sorprendió, en fin, fue lo
elevado del precio. Hicimos nuestros cálculos: 50000 pesetas por 598
palabras salía a 83 pesetas por palabra. Una cifra un tanto desbocada,
o al menos eso nos pareció a nosotros. ¿Cuánto habría tardado
en escribirlas? ¿Diez minutos? ¿Era aquélla una propuesta lógica,
tratándose del autor de Ética para Amador? ¿Era cinco
mil pesetas por minuto una propuesta ética? Ahora nos atrevemos
a decir que no, pero el caso es que en aquel momento fuimos lo bastante insensatos
como para enviarle un talón por esa cantidad.
Cuando meses más tarde le enviamos un par de ejemplares acompañados
de una nota de agradecimiento, no nos llegó siquiera una nota acusando
recibo. ‘No habrá podido mandarla’, pensamos, ‘debe de ser un hombre
muy ocupado. Sin duda la defensa de la Libertad le quita mucho tiempo’. Pero
tampoco contestó a los correos electrónicos en los que amablemente
le pedíamos que nos confirmara que había recibido el paquete con
los libros. Comenzábamos por fin a entender la película: Toma
el dinero y corre.
Pronto llegarían nuevos indicios: nuestro contable nos comunicó
al final del siguiente trimestre que no teníamos ninguna factura que
justificara la salida de las cincuenta mil pesetas; el Profesor de Ética
había preferido no declararlas. Más tarde encontramos indicios
más graves. Mucho más graves: artículos en los que animaba
y luego celebraba el cierre de la revista Ardi Beltza y el encarcelamiento de
su director, Pepe Rei, como había hecho anteriormente con el cierre del
Egin y haría algo más tarde con la ilegalización de Batasuna
y la persecución de numerosas asociaciones vinculadas a los movimientos
sociales. Mientras tanto publicaba aquí y allá sus crónicas
ecuestres –suponemos que a 83 pesetas por palabra- y salía por la tele
en estrenos de cine o en manifestaciones gubernamentales con las manos manchadas
de pintura y la cara tapada con careta, sin olvidar su aparición, solemne
y sonriente, en el programa de Carlos Dávila, todo un ejemplo de periodista
ético, objetivo y amante de la libertad.
Y ahora lo de Marcos.
Es cierto, esto que estamos contando no dejaría de ser un chisme sin
demasiado interés si no fuera porque, lamentablemente, todavía
hay quien piensa que Fernando Savater tiene alguna legitimidad como intelectual,
y es por ello que nos hemos decidido a aportar nuestro grano de arena, por pequeño
que sea, al desenmascaramiento del farsante, desenmascaramiento que se hace
cada día que pasa más urgente. Sus recientes insultos al Subcomandante
Marcos, cuyo único propósito -cualquiera puede verlo- es propiciar
un diálogo que pueda ser de alguna utilidad para buscar soluciones al
conflicto vasco, demuestra lo que muchos sospechan desde hace tiempo: las verdaderas
intenciones de Fernando Savater podrán o no estar directamente relacionadas
con su desmedida ambición personal o con su condición cada vez
más patente de vocero orgánico, pero desde luego no apuntan a
la búsqueda de una salida dialogada y democrática a un conflicto
político, que es lo que cabría esperar de cualquier intelectual
mínimamente comprometido con la defensa de la libertad.
¿Pero qué se puede esperar de un Catedrático de Ética que
levanta cincuenta mil pesetas a unos inocentes muchachos de provincias?