La vieja Europa
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3 de diciembre del 2002
La salida alemana
Timo Berger
Rebelión
Después de la cumbre de la ONU en Praga de repente todo suena distinto: Los voceros del gobierno alemán salen a desmentir que el canciller Schroeder revocó su decisión de no participar en una guerra contra Irak. Pero la frecuencia de esas declaraciones, hace sospechar que ya se tomaron las medidas necesarias para apoyar un posible ataque del ejército norteamericano desde sus bases militares en Alemania. Aún así Alemania no va mandar sus propias tropas, tampoco podría. En la llamada guerra contra el terrorismo, ningún país salvo EE.UU. está tan activo: diez mil soldados alemanes se encuentran en distintos áreas del mundo, ni siquiera se sabe exactamente dónde están y qué hacen. Las reiteradas negativas de Schroeder a una guerra contra Irak, son en realidad no más que un maquillaje que intenta esconder que de hecho esperan tanques alemanes en Kuwait y debido al retroceso de las tropas estadounidense en Afganistán, Alemania junto con Holanda van recibir el mando principal en Kabul el año que viene. Así no quedarían más tropas habilitadas para misiones fuera del país.
Si de hecho no cambiaron mucho las políticas de Alemania que encaminan la nación cada vez más hacia una mayor participación en los conflictos mundiales –llegando a ser el suplente de EE.UU- por vías diplomáticas se produjo un congelamiento de las relaciones entre ambos países. Vale narrar la trama de ese desencuentro, que tiene como desenlace la separación del Alemania de su aliado más importante.
Todo comenzó con una palabra de Schroeder que habló frente a los primeros planteos de una guerra contra Irak de la necesidad de concebir políticas exteriores independiente de EE.UU. Políticas que él llamó desgraciadamente "deutscher Weg", una salida alemana.
Cómo pudo llegar a declarar semejante imprudencia que remitió directamente a la política exterior del Tercer Reich en sus comienzos? Poco después de los atentados del 11 de septiembre Schroeder había salido con una declaración completamente opuesta: "Solidaridad ilimitada" prometía al gobierno de George Bush. Hasta jugando su puesto como jefe de gobierno forzó a los miembros disidentes de su coalición a aceptar la participación de Alemania en la guerra de Afganistán. Ligó la decisión parlamentaria sobre la misión a una votación por su cargo.
Pero después vinieron las elecciones federales: El oportunista de Schroeder se dio cuenta que la mayoría de la población alemana estaba en contra de una nueva guerra, además de eso Alemania mantiene fuertes vínculos económicos con Irak. Aun antes de que el gobierno de Bush le hubiese pedido su apoyo, Schroeder salió a declarar que Alemania no participaría en una guerra contra el régimen de Bagdad. "No nos queremos arriesgar en tales aventuras" declaró y ofendió con esa palabra a su par norteamericano. Durante la campaña electoral miembros de su gobierno destacaron con desviaciones verbales aun más graves: Un secretario de estado comparó la administración de Bush con el imperio romano, la entonces secretaria de Finanzas, Herta Däubler-Gmelin (socialdemócrata) comparó a Bush con Hitler. Como el canciller nazi en su gobierno siempre desviaba las atención de problemas internas ocupándose de asuntos exteriores, Bush también se empeña en una misión en Irak en vez de arreglar el estado de su propio país.
Esas declaraciones publicadas un día antes de las elecciones desataron una tormenta de indignación y congelaron las relaciones diplomáticas entre Washington y Berlín. Schroeder le concedió aún tiempo a Däubler-Gmelin para corregir sus declaraciones con lo cual sólo las empeoró, hasta que finalmente ofreció su liberación del cargo. Para calmar las aguas, el canciller alemán le mandó una carta a Bush, que comezón con "Dear George, sorry..." Pero el presidente norteamericano es bastante susceptible en cuanto a la etiqueta. Ni siquiera le respondió. Se inició una etapa de desencuentros que se prolonga hasta hoy en día. Ya en su primer visita a Berlín, en Mayo de este año, Schroeder dejó ver la falta de protocolo. En el antiguo Hotel Adlon Bush, Schroeder y el sectretario de relaciones exteriores, Fischer, tomaron el café de la tarde. Bush y Fischer acompañaron su café con un strudel, Schroeder optó por una salchicha con salsa de curry. Bush lo notó con un aire extrañado.
Fue Fischer que después del desencuentro entre los dos países, salió a buscar una reconciliación. En su viaje a Estados Unidos en Octubre solo le recibió el general Powell, el menos guerrerista del gobierno de Bush. Otra vez el juego de desmentidas. Mientras que el secretario de defensa Rumsfeld no recibió a su par alemán Struck, lo comprometió con su negativa delante de todo los secretarios reunidos de la OTAN. Hace dos semanas se produjo la primera charla telefónica entre Schroeder y Bush, pero las diferencias en relación a Irak persisten, declararon ambos partidos. Con el resultado de que en la cumbre de Praga Bush no le concedió un encuentro personal a Schroeder, mientras que sí recibió a Jaques Chirac y Tony Blair. El jueves una secuencia fantasmagórica recorrió los medios masivos alemanes: En los preparativos para la foto en conjunto de todos los jefes de estados de la OTAN, un Bush alegre pasa delante de un Schroeder solemne sin prestarle atención, Schroeder trata de disimular, después Bush se da la vuelta y en unos segundos le alcanza la mano y le susurra algo al oído; Schroeder empieza a sonreír a las cámaras. Una demostración de unidad superficial. El costo político de sus declaraciones inoportunas antes de las elecciones es muy alto. Para reconciliarse con EE.UU. tiene que cederles ahora apoyo financiero, concederles el derecho de usar las bases militares y comprometerse a trabajos extras para que las tropas norteamericanas puedan operar con más facilidad. Si no EE.UU. amenaza con romper lazos económicos y frenar inversiones estadounidense en el país. De hecho Alemania apoya así una guerra que nadie quiere en el país. Y Schroeder una vez más, por su rara mezcla de imprudencia y cálculo, mintió al electorado. Una verdadera salida alemana.