14 de diciembre del 2002
Putin, autoritario y liberal
Carine Clement
Rouge
La reacción del poder a la toma de rehenes en Moscú ha venido a recordar el autoritarismo de Vladimir Putin y su determinación de no retroceder ante nada, ni siquiera ente el sacrificio de vidas humanas. Todo ha sido hecho para salvaguardar la reputación de un poder fuerte: asalto al teatro, empleo masivo de un gas cuya composición permanece en secreto, terroristas ejecutados de un balazo en la nuca, medidas que ensalzan una operación "perfectamente realizada", censura sobre el estado de los rehenes y el número exacto de víctimas, quasi-consenso de la Duma para aplaudir la política del poder. No, decididamente, la vida humana, cualquiera que sea su nacionalidad, no vale nada ante los intereses todopoderosos del estado. Desde el drama, asistimos a un auge, en Rusia, de la ola nacionalista y patriotera, sabiamente orquestada por medios firmemente controlados. Sobre una salida política a la guerra de Tchechenia, ni se habla.
Tengo a veces la impresión de que el aletargamiento no acabará nunca. Sin embargo , no faltan las críticas. Las acciones de protesta recuperan vigor como consecuencia de las reformas ultraliberales llevadas por el gobierno. Algunas evoluciones positivas se observan incluso en el plano organizativo, y se constituyen algunas coaliciones políticas y sindicales. Pero todo esto sigue siendo una gota de agua en el océano de indiferencia y desconfianza política.
Este rechazo de la política toma sus raíces en el pasado soviético, pero ha sido fuertemente reforzado por las desilusiones consecutivas a la terapia de choque, el hundimiento brutal del nivel de vida y la pérdida no menos brutal de las referencias existenciales. La sociedad no puede soportar más seguir sufriendo un golpe tras otro, una crisis política tras una crisis financiera, una guerra después de otra. Es en esta postración social, en la que cada cual está ocupado ante todo en aguantar y sobrevivir, donde toma sus raíces el fenómeno Putin.
Todo va mal, todo se hunde, entonces hay que agarrarse a la última esperanza. Se ve a V. Putin en la televisión hablando de igual a igual con Bush, se le ve como un joven deportista dinámico, se le oye hablar con una voz firme y segura, en un lenguaje cercano al del pueblo. Si se dudara de ese hombre, que tiene el aspecto de un verdadero jefe de estado, ¿qué quedaría como motivación para "vivir juntos"?.
Las reformas
Incluso las reformas que impulsa no son juzgadas negativas, al admitir la mayoría que Rusia tiene necesidad de reformas para relanzar su economía, frenar su hundimiento social y "poner orden" en una sociedad corroida por la corrupción y la falta de cumplimiento de las leyes. En apariencia, Putin actúa en ese sentido.
Los oligarcas parecen haber sido llamados al orden, las reformas van a buena marcha, apoyadas por una Duma bajo control. Pero el contenido de esas reformas no es discutido, no ha sido ciertamente ni hecho público. Sin embargo, son todas reformas inspiradas en el programa ultraliberal del Fondo Monetario Internacional y demás instituciones internacionales. El ultraliberalismo se acompaña con un autoritarismo de moda nuevamente a causa de la lucha contra el terrorismo internacional.
Esta mezcla produce, entre otras cosas, un código del trabajo recientemente reformado para hacer más fáciles y menos costosos los despidos y las horas extras, y para arrebatar a los sindicatos alternativos (los más combativos) los recursos jurídicos que tenían hasta hoy. Es también la reforma de la ley sobre los partidos políticos, que les obliga a un arduo recorrido de obstáculos para tener el derecho de ser reconocidos legalmente (registro obligatorio -y costoso- de las organizaciones locales del partido en más de la mitad de las regiones de Rusia). Es la nueva ley sobre el extremismo que asimila extremismo y crítica del poder. Es la ley sobre la privatización de las tierras agrícolas que va rápidamente a beneficiar a los grandes capitalistas rusos.
Es la privatización que comienza a arrollar al sector público. Es la nueva ley sobre los extranjeros que transforma la estancia en territorio ruso en un infierno, aumentando aún el número de papeles y autorizaciones a obtener (en general no sin soborno previo).Es la reforma fiscal que obliga a las regiones a entregar una parte cada vez mayor de los impuestos locales al centro, mientras el poder central delega cada vez más obligaciones financieras a las regiones. Es el sistema de protección social que no para de encojerse: introducción de los fondos de pensiones, asignaciones sociales afectadas (que no llegan más que al 8% de una población de la que más de un tercio vive bajo el umbral de la pobreza), subsidios de paro inexistentes...
Económicamente, se asiste ciertamente a una estabilización en la depresión. Pero los retraso en el pago de los salarios vuelven a producirse desde hace algunos meses y el salario medio a penas aumenta (60 euros). El salario mínimo (15 euros) sigue existiendo solo de forma simbólica. Sin embargo, precisamente en estas condiciones se disminuyen los subsidios sociales (de alguna parte hay que economizar para poder reembolsar la deuda externa!) y aumentan los gastos de los hogares: crecimiento del coste del teléfono, transportes, electricidad, gas, agua, alquileres y mantenimiento de las viviendas municipales. Estos gastos acumulados exceden ya el montante total de los recursos de muchísimos hogares.
Todas estas reformas son presentadas como una racionalización económica que permitirá lograr unos fondos necesarios para los trabajos de renovación de las infraestructuras colectivas. Pero el bonito esquema se enfrenta a una realidad completamente diferente. Las tarifas aumentan desde hace ya varios años, sin que la población note ninguna mejora de los servicios públicos. Peor incluso, paga a veces más que los famosos 100% del coste real, objetivo afirmado de las reformas. Es principalmente lo que ocurre con el gas y el agua, al soportar los ciudadanos las consecuencias de la mala calidad de las conducciones y de la sobreevaluación de las normas de consumo. Otra justificación, liberal y aparentemente supuesta, es poner fin al sistema de ventajas sociales (las rebajas aplicadas con infinitos criterios afectan a más de 16 millones de personas). El razonamiento podría estar socialmente fundado si se acompañara de la preocupación de poner en pie una real protección social, sistemas de subsidios sociales suficientes para las personas sin recursos, y sobre todo si el salario mínimo estuviera fijado legalmente a la altura del mínimo vital. Sin embargo, las declaraciones de los responsables gubernamentales dan claramente a entender que ese tipo de reformas queda para las calendas griegas.
Políticamente, el poder putiniano toma las riendas de la economía y del estado. V. Putin ha logrado apartar a los oligarcas del poder ejecutivo. Pero, mientras el poder de los mayores hombres de negocios rusos se quede exclusivamente en el terreno económico, no hace nada por contrarrestarlo sino muy al contrario. Ciertamente, prefiere que sus hombres ("el equipo de San Petersburgo") tomen los mandos de los sectores más rentables. Ha permitido así poner al petersburguense Iachin a la cabeza de las telecoms rusas, el holding Sviazinvest. Lo mismo ocurre en numerosas grandes empresas. Por el momento, A. Tchoubais, a la cabeza del monopolio de la electricidad, parece disfrutar de los favores putinianos y tiene las manos libres para llevar a cabo la reforma en ese sector (privatización por el momento parcial, aumento de las tarifas) y retirar la mayor cantidad de ganancias posible, incluso si hay que cortar la electricidad a los malos pagadores. A la cabeza de los ferrocarriles en vías de privatización, , G. Fadeev, un hombre sometido al poder, ha reemplazado a N. Axionenko, no menos dispuesto a la ganancia individual, pero más integrado en los círculos de Boris Yeltsin.
En estos movimientos de la dirección económica, solo una pequeña parte de los nombres cambia. Los métodos siguen siendo los mismos y casi no se diferencian entre los de una empresa estatal y los de una privada: la regla es el beneficio personal, subordinado a las buenas relaciones establecidas con hombres del poder y una inversión lo menos importante posible en la producción. En cuanto al poder estrictamente político, está también pasando a control del Kremlin. Sin su asentimiento y su apoyo, los gobernadores de las regiones no pasan la prueba de las elecciones. El Consejo de la federación (la Cámara alta rusa)) está presidida por un hombre de San Petersburgo, S. Mironov y , debido a su nuevo modo de nominación, ha perdido casi toda su autonomía. Finalmente, la Duma está a las órdenes y no ha devuelto un solo proyecto gubernamental desde el comienzo de la era putiniana.
Contra este dominio del poder, pocos son los que atreven afirmarse en la oposición. El Partido comunista ha sido devuelto a la oposición (al menos retórica) por el despido de todos los comunistas de la presidencia de las comisiones parlamentarias en abril. Luego, sus partidarios retoman un poco más el camino de la calle, pero para condenar en bloque y de forma abstracta la política antipopular del poder. Las asociaciones de defensa de los derechos humanos están cortadas de la sociedad y sostienen posiciones liberales que las desconsideran. Numerosas de ellas están también en la órbita del poder.
Una esperanza
Los únicos que llevan a cabo acciones y campañas sobre problemas concretos y susceptibles de ser retomados por la población son las asociaciones que movilizan a un público concreto (asociaciones de jubilados, de veteranos del trabajo, de inválidos, ecologistas, feministas... ) y sobre todo los sindicatos alternativos, que ven sus filas aumentar como consecuencia de la ofensiva patronal sobre los derechos de los trabajadores que se refuerza desde la reforma del Código del trabajo. Estos sindicatos comienzan utilizando la única posibilidad que les ha sido ofrecido por la nueva legislación del trabajo: el derecho de huelga en caso de no pago del salario. Algunos de ellos se han unido para formar el Partido del Trabajo de Rusia, que, al precio de inmensos esfuerzos por parte de sus militantes, ha logrado registrarse.
Es alrededor del Partido del Trabajo que se lleva la campaña actual contra las reformas municipales, mediante concentraciones y piquetes en las regiones, peticiones y cartas a los diputados, una campaña de prensa. Por su representante en la Duma -Oleg Shein-, han presentado un proyecto alternativo de reformas que prevé el mantenimiento de las reducciones de tarifas para las categorías sociales sub vencionadas, la instalación de contadores de gas y agua a cargo del estado, la transparencia y el control de gestión de las empresa de mantenimiento de los alojamientos municipales. Esta campaña ha logrado un cierto éxito, habiendo sido atrasado ya tres veces por parte del gobierno el voto sobre estos temas.
Sin embargo, no hay que exagerar el peso de este partido, muy marginal en el sistema político, y que actúa menos como un partido que como un vector de movilización social sobre temas concretos que afectan a la vida cotidiana de la población. Es sin embargo la esperanza política más real de estos últimos tiempos para miles de personas, obreros, asalariados, jubilados. Si logra romper la barrera mediática y conservar el rumbo de oposición y de lucha social, debería al menos a ayudar a la removilización social.
05/12/2002
Carine Clement vive desde hace años en Rusia. Allí milita al lado de las escasas fuerzas de resistencia social a la política ultraliberal de Vladimir Putin.