La Cumbre Unión Europea-América Latina, celebrada en mayo pasado, no sirvió sino para constatar la brecha existente entre los intereses económicos de las potencias del viejo continente y las necesidades de los países del nuevo. La UE, aunque con frecuencia trate de presentar un rostro amable a través de proyectos de cooperación, practica una política que, en lo sustancial, no se diferencia de la de Estados Unidos, potencia con la que compite abiertamente por hacerse con los mercados latinoamericanos. La XII Cumbre Iberoamericana, celebrada estos días en la República Dominicana y en la que la UE ha estado representada por el Estado español y Portugal, ha puesto en evidencia que esa brecha constatada en mayo no sólo no se ha mitigado, sino que se ha agudizado en apenas unos meses. Es más, los países latinoamericanos cuyos gobiernos, dicho sea de paso, no son en general progresistas se han mostrado especialmente beligerantes con el Estado español y Portugal, que, so capa de un cierto paternalismo con sus antiguas colonias, no dudan en utilizar sus relaciones privilegiadas para hacerse con un mayor trozo de tarta.
El caso de Argentina, cuya crisis sin precedentes la ha convertido en protagonista de la Cumbre, es paradigmático. Compañías transnacionales españolas como Iberia, Repsol o Telefónica han obtenido pingües beneficios amparadas en las recetas neoliberales del Fondo Monetario Internacional que han llevado a Argentina a la actual situación.
Los países de América Latina echan en cara a la UE fundamentalmente el mantenimiento de unas relaciones económicas asimétricas. Sus mercados, en nombre de la libre competencia, han de estar absolutamente abiertos a los productos y servicios europeos. Sin embargo, los mercados europeos no están abiertos a los productos de América Latina justo en el sector en el que ésta puede ser especialmente competitiva, es decir, el agroalimentario. Y no están abiertos porque la agricultura y la ganadería de la UE se hallan fuertemente subsidiadas. Son precisamente el Estado español y Portugal quienes más se benefician de estos subsidios. El presidente portugués, Antonio Martins da Cruz, lo ha reconocido en la Cumbre: ĞUna vaca en Europa tiene más subsidios que un niño en América Central. Esta cumbre no sirve para cambiar esa realidad, pero sí para conocerlağ. Los países de América Latina dicen que la UE la conoce de sobra y que, si quiere tener amigos en el nuevo continente, ha de abandonar la pugna con EEUU por ver quién les desangra antes y emprender un camino diferente.