2 de noviembre del 2002
Irlanda: Leyendo entre lineas
Txente Rekondo
Gara
El nuevo movimiento táctico del IRA, pues así podría
definirse su ultimo comunicado, ha estado precedido por dos hechos que han podido
marcar esta nueva situación. Uno es la suspensión del Gobierno
autónomo de Irlanda del norte y de la Asamblea; y dos, el discurso del
primer ministro británico Blair en Belfast hace unos días, quien
sin usar la palabra «disolución», dejaba claro que a su entender la organización
armada republicana debería desaparecer, acercándose peligrosamente
al discurso unionista que exige la disolución del IRA.
En un primer momento el nerviosismo se ha apoderado de la mayoría de
los observadores ajenos al proceso de paz; sin embargo una lectura detallada
del comunicado puede aportar algunas claves muy interesantes. Así, leyendo
el texto entre líneas se pueden destacar varias cosas. Por un lado la
organización republicana anuncia «la suspensión» de los contactos
con la Comisión Internacional Independiente de Decomiso (CIID), y no
la ruptura definitiva de los mismos, dejando una puerta entreabierta para en
un futuro poder retomar esos contactos si el contexto lo permite. Y por otro
lado, el IRA vuelve a reafirmar su compromiso con «la búsqueda de una
paz justa y duradera», lo que significa su total apoyo al proceso de paz y al
Acuerdo de Viernes Santo.
La fotografía resultante de este movimiento de la organización
republicana está bastante clara: el IRA no va a aceptar que nadie, es
decir, ni Londres ni el unionismo, les vaya a imponer nada. Sus actuaciones
no se van a regir por ningún ultimátum o chantaje, y en el pasado
ha demostrado capacidad para «actuar de modo unilateral para salvar y fortalecer
el proceso de paz».
La denuncia que refleja el comunicado tampoco puede ser menospreciada, el Gobierno
británico ha admitido públicamente su fracaso a la hora de cumplir
lo acordado. Por eso desde el conjunto del movimiento republicano se insiste
en que el Acuerdo debe aplicarse en su totalidad y en todos sus aspectos. Esto
requiere que el Gobierno británico lleve adelante lo firmado en temas
tan importantes como la reforma judicial o policial, las agendas de Derechos
Humanos y de Igualdad, la desmilitarización, el tratamiento a todas las
víctimas y la solución de la situación para exiliados y
huidos.
En medio de este chaparrón, los unionistas miran hacia otro lado ante
la continua violencia de los paramilitares lealistas, al mismo tiempo que arrecian
sus ataques contra los republicanos. Y es que no tienen ningún problema
para compartir estrategias con el lealismo violento, tal y como ya lo han hecho
en el pasado en votaciones o en manifestaciones.
Las muestras de hipocresía unionista se suceden. Todavía hace
unos días algunos unionistas señalaban que los continuos ataques
contra la comunidad nacionalista no eran sino «mera propaganda» para desviar
la atención. Ahora la propia Policía ha señalado que la
existencia de esos ataques es evidente y que su autoría corresponde a
grupos lealistas que actúan sin que medie ninguna provocación
nacionalista.
En los próximos meses la atención se va a centrar sobre el DUP
de Paisley, que se está preparando para convertirse en el primer partido
unionista. Y de ser así podría darse el caso de que se vea forzado
a pactar y gobernar con el Sinn Féin, de confirmarse también las
buenas expectativas de este partido. Ante ello, y a pesar de las públicas
declaraciones de su anciano líder, Ian Paisley, la figura de Peter Robinson,
dirigente del DUP, va ganando fuerza y se puede presentar como la opción
más realista del hasta ahora intransigente partido unionista. En recientes
fechas se han producido tres debates televisados donde se han encontrado frente
a frente miembros del DUP y del Sinn Féin, algo impensable hace no tanto
tiempo.
Este futuro panorama para Irlanda del Norte puede surgir de las próximas
elecciones de mayo. Y los llamados demócratas, tanto en Londres como
en Belfast, no lo quieren aceptar, dando a entender que la «única democracia»
que ellos entienden es en realidad la que les beneficia a ellos y a sus intereses.
Los cambios dentro del Ejecutivo de Londres han afectado también a la
escena irlandesa; el galés Paul Peter Murphy ha sustituido a John Reid
como ministro británico para Irlanda del Norte. Este nombramiento puede
tener consecuencias positivas para el conjunto del proceso. Por un lado es una
persona que conoce muy bien la realidad de los seis condados, no en vano fue
portavoz de la oposición laborista para Irlanda del Norte entre 1994
y 1995, además de ministro de Estado para Irlanda del Norte entre 1997
y 1999. Tampoco hay que olvidar su presencia en Belfast mientras se negociaba
el Acuerdo de Viernes Santo.
Es evidente que la coyuntura política ha variado en los seis condados
desde entonces, pero no es menos cierto que su conocimiento de la zona y de
los actores evitará comenzar de cero para realizar su labor. En un primer
momento ha señalado como prioritaria la restauración de la confianza
entre los diferentes partidos políticos, y su experiencia anterior puede
ayudarle mucho, pues es un buen conocedor de gran parte de los entresijos que
llevaron a la firma del Acuerdo.
Paralelamente a este cambio político, desde algunos sectores del unionismo
se aboga por impulsar cambios más profundos, pero que impliquen un cambio
del Acuerdo. Eso no es posible, no hay otra solución para profundizar
en el proceso de paz que el cumplimiento integro de lo acordado y aprobado por
el conjunto de la población.
De todo lo acontecido se puede resaltar que no cabe marcha atrás. Ya
no hay vuelta a los tiempos de la violencia ni del veto unionista. El pueblo
irlandés camina hacia una unificación política, económica,
social y cultural, que englobará a las dos comunidades y que generará
un bienestar para el conjunto de la población, y ante esto los unionistas
no pueden hacer nada para detener ese tren en marcha. Por eso esta sucesión
de crisis muestra con claridad que es su crisis, la gran crisis que está
viviendo el unionismo, y a pesar de lograr suspender las instituciones, no han
logrado detener el proceso de paz.
El escenario del futuro es cada vez más evidente. Con la casi totalidad
de la población del sur de Irlanda y la mayoría de la del norte
apostando por un proyecto común, un estado, confederal o federal o de
otra forma, pero en definitiva una Irlanda unida que dotará de mayor
estabilidad, prosperidad y justicia al conjunto de su ciudadanía. Y como
señala una militante republicana, «este es en definitiva el debate que
debe afrontar el unionismo».
(*) Txente Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).