La palabra belleza fue el sustantivo más repetidamente utilizado para describir la multiplicidad de sensaciones generadas ante la grandiosa manifestación del 9 de noviembre en Florencia. La belleza, como la poesía, es capaz de expresar ese inasible algo más, que no se deja atrapar fácilmente en determinados acontecimientos.
La belleza con cara de pueblo, de todas las edades, de países distintos, no se vio ese día en los museos. Ocupó con la fuerza pacífica de la masiva presencia de centenares de miles de personas, las calles de una de las ciudades más hermosas del mundo. Derribó muros de prejuicios y de ignorancia y declaró frente a todos los poderes de la dominación, frente a casi todos los políticos y la gran mayoría de los medios de comunicación, que la guerra se puede parar.
Mientras el Foro Social Europeo llamaba a Florencia a declararse ciudad abierta, una circular de la Confcommercio invitaba a cerrar a cal y canto todos los comercios. Todo tipo de desastres habían sido anunciados – la mayor parte de los diarios abrían sus portadas con la palabra "Invasión" en grandes caracteres - y, a medida que se acercaba la fecha de la manifestación, las bellísimas callejuelas de la capital de la Toscana se fueron oscureciendo tras las vallas de madera de la mayor parte de los establecimientos.
La ausencia absoluta de incidentes evidenció la imagen esperpéntica de los poderosos encerrados tras sus murallas, mientras los centenares de miles que ocuparon las calles se limitaban a colocar en los cierres modestas pegatinas, la mayor parte escritas a mano, que decían: "Stop Banca armada" o "Quien piensa mal, actúa mal". Una de ellas dejaba constancia de la sutil ironía florentina en una lujosa tienda cuyo blindaje sólo dejaba a la vista el letrero "Decamerone", con el siguiente texto: "Bocaccio te habría dicho que eres un estúpido".
Para encontrar semejanzas con algún acontecimiento anterior, los más mayores se retrotraían a las manifestaciones de la Liberación en 1945. Sin entrar en guerras de cifras, los hechos hablan por sí solos. Si en un recorrido de más de 6 Km., cuando la cabeza de la manifestación había llegado al Campo de Marte, el último cortejo – las 200.000 personas de la CGIL – aún no habían iniciado la marcha, cerca de un millón de personas recorrió las calles de Florencia.
Mucha, muchísima gente; pero hubo algo más. Esos cientos de miles se sintieron convocados por una inmensa voluntad colectiva plural y unitaria, que se siente parte de un movimiento internacional que cuestiona las raíces mismas del sistema de dominación en el mundo. El movimiento de movimientos se confirma, con una potencia que supera cualquier previsión, como el mayor fenómeno político de los últimos tiempos.
Paso a paso, en cientos de debates, talleres y seminarios en los que participaron decenas de miles de personas, jóvenes en su inmensa mayoría, se van construyendo análisis que cuestionan radicalmente la tiranía del mercado, la dictadura del imperio, de los fabricantes de armas, del capital y se recrean palabras y conceptos secuestrados, como internacionalismo, democracia, paz, derechos, propiedad social, justicia y solidaridad.
La presencia sindical masiva de los COBAS, de los sindicatos de base, de la CGIL – incluida la participación nutrida y aplaudida a rabiar de los trabajadores de la FIAT- , confirma la vinculación amplia y fecunda entre el sindicalismo y el movimiento antiglobalización. Después de Génova y de las dos huelgas generales de este año en Italia muchas cosas están cambiando, incluido el cuestionamiento de la representación, de "quién decide" en el movimiento obrero; hecho del cual la FIOM (Federación de la Metal-mecánica de la CGIL) afirma haber tomado buena cuenta.
El proceso estratégico de la recomposición de la unidad de clase (fijos, precarios, emigrantes, parados) no puede hacerse sin una estrecha relación entre el movimiento de movimientos y el movimiento obrero y para ello hay cosas que cambiar. Los dirigentes sindicales italianos lo expresaban con claridad: "Nos une la lucha contra la precariedad y contra la guerra". Una propuesta del sindicalismo alternativo surgió con fuerza en los debates: huelga general, si se inicia la guerra contra Iraq. Explotación salvaje y militarización de la economía se identificaron como caras de la misma moneda de la globalización capitalista. Análisis que está pendientes de ser abordados en nuestro país y que constituyen la columna vertebral del imprescindible diálogo entre el sindicalismo y el movimiento antiglobalización.
El espléndido comienzo del Foro Social Europeo en Florencia afirma que sí, se puede, organizar el poder de la gente; que parar una guerra contra la cual están la inmensa mayoría de los pueblos, es posible.
Quizás, frente a barbarie que se manifiesta cada día ante nuestros ojos y que expropia nuestra dignidad individual y colectiva como seres humanos, se está construyendo una nueva forma de la política que representa a la mayoría de la población. Madrid, 10 de noviembre de 2002