20 de octubre del 2002
Italia Frente a Berlusconi
Textos de Nanni Moretti, Darío Fo, Umberto Eco y Roberto Beningni
El 14 de septiembre un millón de manifestantes roderaron el Parlamento
italiano, que se aprestaba a aprobar una ley a la medida de los problemas judiciales
del primer ministro Silvio Berlusconi. La iniciativa partió del movimiento
de los "girotondi" (rondas), liderado por el cineasta Nanni Moretti. BRECHA
reproduce el discurso de Moretti ese día y opiniones de Umberto Eco,
Dario Fo y Roberto Beningni.
Recuperar la plaza
Nanni Moretti
No nos perdamos de vista. Ahora que nos reencontramos, sigamos en contacto.
Nosotros, los ciudadanos, podemos hacer política, podemos hacerla con
placer y podemos hacerla cada uno según sus propias ideas, pero permaneciendo
unidos. Hoy acá estamos unidos. El 31 de julio estábamos frente
al senado: nuestra manifestación, esta manifestación, nace de
ese día, cuando según el gobierno la ley Cirami parecía
ser el asunto más urgente para el bien del país. Ese día
ahí, en el senado, por primera vez se alternaron para hablar senadoras
y senadores de la oposición y representantes de diferentes movimientos.
Los parlamentarios por fin hacían una oposición seria y nosotros,
los electores, estábamos afuera, dándoles coraje y fuerza para
las futuras batallas. Los representantes de la mayoría parlamentaria
hablaron de un asedio salvaje; pero no hubo ningún asedio. Estábamos
ahí para defender a las instituciones a las que esa mayoría estaba
humillando puertas adentro.
Asedio salvaje... Lo más violento que vi fue un amigo mío que
le gritó al ministro de Justicia Castelli, de la Liga del Norte, cuando
pasaba su auto. También dijeron que somos extremistas. Nuestro movimiento
viene demostrando intransigencia, sí, pero dentro de los principios fundamentales
de la democracia. Somos moderados, pero eso no significa que seamos pasivos,
que nos acostumbremos a las peores anormalidades italianas, que aceptemos vivir
con estos hábitos. Queremos a la Constitución, y como moderados
primero quedamos perplejos, luego horrorizados, después enfurecidos por
lo que está pasando en Italia. Yo mismo, después de las elecciones
de mayo de 2001, me había resignado a esta legislatura, a cinco años
de un terrible gobierno de centroderecha, porque a la vez pensaba que la situación
era menos mala que en el 94; más política, más democrática.
Y en cambio demostraron ser más arrogantes e incapaces de lo previsto.
Más descarados a la hora de secundar los intereses personales de Berlusconi
y de algunos de sus amigos. Pero también había algo a lo que no
me había resignado: a ver cómo hacían pedazos la Constitución,
que es en este momento una mina preciosa para extraer recursos a la hora de
la convivencia democrática.
PESADILLAS
En el contrato que Berlusconi firmó por televisión con los
italianos nunca figuró la ley sobre la repatriación de capitales
previamente exportados ilícitamente al exterior, como no figuraba la
ley para despenalizar el falseamiento de presupuesto ni la ley que dificulta
los exhortos internacionales. Los italianos votaron a Berlusconi persiguiendo
un sueño y se despertaron con pesadillas. La nota dominante de este gobierno
es la oscuridad, la inseguridad, la debilidad. Nosotros queremos ser la fuerza
de la tranquilidad, queremos defender las instituciones democráticas.
En mi ingenuidad un poco torpe, durante estos años creí que antes
o después Gianfranco Fini (ex fascista) se autonomizaría de Berlusconi.
Pensaba: ya está, ahora va a decir algo opuesto a Berlusconi, porque
al menos debe tener alguna noción de lo que es el Estado. Ya está,
ahora va a decir algo sobre el conflicto de intereses o sobre la ley antimonopolios
de la que Berlusconi consiguió escurrirse. Pero evidentemente no entendí
nada. No entendí que con cinismo, manteniéndose a la sombra de
Berlusconi, Fini lo estaba usando políticamente para conseguir algún
pedacito de poder. Subestimé políticamente a Fini, justamente
porque lo había sobrevalorado moralmente. Pero, ¿valía la pena
dedicar toda la vida a la política, la energía, el tiempo, el
esfuerzo para volverse democrático? Tironeos, discusiones, peleas, rupturas.
Toda la vida para convertirse ni siquiera en el único sino en uno de
los tantos "sí, señor" de Berlusconi.
¿Cómo se puede decir -como lo hizo Berlusconi- que una manifestación
es "inconveniente"? ¿De qué está hablando? "Inconveniente"...
y se ríe. Cuanto más inseguro, más se ríe. Pero,
¿por qué se ríe? Si no hay nada de que reírse. Nosotros
no estamos haciendo una manifestación "inconveniente" sino hermosa: alegre,
pacífica, combativa, que parte de la exigencia de que la ley sea igual
para todos. Pero hoy no queremos que se hable sólo de justicia. Y en
ese sentido, ¿qué pasó en todos estos años que recién
ahora pedimos que "la ley sea igual para todos", cuando en los hechos ni siquiera
lo era antes de la ley Cirami? ¿Qué pasó en todos estos años
que tenemos vergüenza, como incluso yo la tengo, de recordar una simple
verdad por miedo a convertirnos en demagogos y ordinarios: la verdad de que
nuestra justicia es una justicia de clase, y que frente a la ley un inmigrante
no es igual a uno de nosotros? Por eso hicieron bien quienes nos criticaron
por nuestra distracción culpable durante la aprobación de la ley
(antiinmigratoria) Bossi-Fini. En estos meses me preguntaba por qué tanto
nerviosismo por parte del gobierno con nuestro movimiento, todas esas bromas
tontas que tuvimos que aguantar sobre los girotondi, que no hacían reír
a nadie. Y después entendí que existen al menos dos motivos: el
primero es que con nuestra libertad de pensamiento, con nuestra autonomía,
desligada de cualquier lógica partidaria, con nuestras críticas
a la cúpula de la centroizquierda, les dimos energía, fuerza,
coraje a la izquierda y centroizquierda, y esto, naturalmente, generó
mucha molestia.
El segundo motivo es que a través de nuestras manifestaciones conseguimos
hablar y comunicarnos con una parte del electorado de centroderecha. Y no quiero
usar la expresión desagradable y un poco racista de "electorado bien"
u "honesto" de centroderecha. Lo que digo es que les hicimos recordar a los
electores menos perezosos de la centroderecha que los principios fundamentales
de la democracia no son sólo de una parte del electorado sino que involucran
a todos los ciudadanos. El monopolio de la información, el tema de la
justicia, la escuela pública, la salud, son temas que atañen a
todos.
VALORES Y VOTOS
Hoy estoy feliz de que en esta plaza haya personas que votaron a la centroderecha
y personas que nunca, nunca, habían ido a una manifestación. Así
que es cierto que podemos coincidir con electores que son distintos de nosotros
sin alejarnos de los valores democráticos, ni andar a tientas hacia un
fantasmal centro político. Con los valores no se pierden votos. Al contrario.
Por eso les rogamos a los dirigentes de la izquierda y centroizquierda: discutamos,
discutan, pero asuntos concretos. No pierdan tiempo peleándose por nada.
Discutan de política, de guerra y de paz, de si es o no necesario un
referéndum, discutan los derechos de los trabajadores, los servicios
públicos, la forma más eficaz de hacer oposición y de cómo
ganar las próximas elecciones. Pero dejen los caprichos. Dejen de perder
tiempo con esas continuas y agotadoras luchas personales en el vértice
del poder. Siglas partidarias, recelos, rivalidades, despechos que no nos importan
nada.
Sí, seguiremos delegando nuestra representación en los partidos,
pero en vistas de que estamos un poco más despiertos, nuestra delegación
no será siempre un cheque en blanco. Y como parece que a la izquierda
italiana en cada siglo le llega su oportunidad, si en este siglo le toca más
temprano que tarde, ojalá que sea dentro de pocos años y esta
vez hagan, por favor, una ley sobre el conflicto de intereses entre lo público
y lo privado. Y después, por favor, hagan una ley antimonopolios seria,
pero no contra una persona: una ley válida para todos, y por ende para
la democracia. En la izquierda hay algunos que piensan que es demasiado grosero
y vulgar recordar que el jefe de Forza Italia tiene tres cadenas de televisión,
y que eso tal vez pueda darle una pequeña ventaja frente a sus adversarios
e, incluso, frente a sus aliados.
Pareciera ser una consideración banal. Televisión, y además
diarios, y además radios. Yo sólo doy mi opinión. A mí,
como ciudadano, como telespectador, no me interesa que haya una red de medios
de izquierda. No creo que a una facción de derecha deba contraponerse
una facción igual pero de izquierda. Yo quisiera que hubiera información
independiente dentro de una televisión y una radio decentes. ¿Tanto miedo
les da la cultura? ¿Qué temor les producía Radio 3, qué
necesidad había de desmantelar una red tan bien hecha y con tanta audiencia?
Y después Berlusconi dice que la izquierda no es democrática.
Primero debería aprender qué es la democracia. Y seguramente algo
podría aprender de la misma izquierda italiana. Por eso lamento que,
moribundo como está desde hace años, el Partido Comunista italiano
no haya sabido hacerle entender al país que su historia tenía
más en común con la desarrollada región de Emilia-Romagna
que con la Unión Soviética.
Berlusconi no está en contra de la democracia. Berlusconi es otra cosa.
Es ajeno a la democracia. Es íntimamente ajeno porque se trata de algo
que no conoce, que no entiende y que para colmo le hace perder un montón
de tiempo.
Una última cosa. Me preguntan -yo mismo me pregunto- por qué organicé
todo este movimiento en estos meses. Porque la situación se volvió
demasiado seria para simular que no pasa nada. Y porque si el día de
mañana el hombre más parcial que está actualmente en circulación,
ese que diariamente ofende a la mitad de los ciudadanos italianos, se convirtiera,
Dios no lo quiera, en presidente de la República, y por lo tanto de todos
los italianos, entonces mañana, reflexionando sobre este momento, si
hoy no hubiese hecho nada, me sentiré demasiado avergonzado.
Por qué hay que estar en la plaza
Dario Fo
La de Piazza San Giovanni es una cita obligada porque la manifestación será una verdadera sorpresa, marcará un cambio y será una ocasión espléndida para el crecimiento del movimiento que nació en estos últimos meses. Quiero estar en la calle junto a la gente. Quiero sentirla, de algún modo podría decirse que es necesario investigar qué va a pasar. El clima será importante:
estaremos todos ahí para manifestarnos, pero también para comunicarnos. Para hablarnos. Porque el mensaje es que, de frente a lo que está sucediendo, y no sólo en relación a la justicia, no podemos quedarnos escondidos detrás del vidrio.
Creo que esta vez los partidos políticos finalmente entendieron una cosa: ya no pueden ignorar la ola de indignación que recorre el país, y tienen que tener en cuenta qué es lo que está pidiendo esto que ya es un verdadero movimiento. Por eso deben evitar un error que ya cometieron, y es que no deben dejar solos a quienes protestan. Creo que ahora los partidos empiezan a ir por el buen camino, porque en este caso están demostrando que al menos quieren escuchar. Esta vez, los jefes de los partidos no pretenden subir al palco a imponer la línea.
Y, finalmente, los intelectuales se están dando cuenta de que tienen una tarea que asumir, tal vez hayamos entendido la importancia de lo que en Francia se expresa con la palabra s'engager [comprometerse]. Es un nuevo inicio, pero el discurso no vale únicamente para los intelectuales. Todos han tenido una prueba de la fuerza de este movimiento con las manifestaciones anteriores. Hasta Berlusconi y sus socios están tomando conciencia. De hecho, tienen miedo. Miedo de que con esta manifestación se amplíen y extiendan como una mancha de aceite los motivos de quienes nos oponemos a su violencia. Una violencia dirigida incluso contra la razón. Lo mío es mucho más que esperanza. Lo repito: Piazza San Giovanni será una gran sorpresa. Para todos.
La plaza
Umberto Eco
En la situación en la que vivimos, se advierte un nuevo clima de desconfianza hacia la plaza. Claro que hacia la plaza de los demás, no hacia la propia. Sin embargo, en democracia no debe haber diferencias entre la Piazza del Popolo, Piazza Risorgimento y Piazza San Pietro. Las plazas son todas iguales, son de todos, abiertas a todos. Y cuando permanecen vacías, apenas ocupadas por tanquetas o carros de asalto, se suele hablar de república bananera.
Un millón de amigos
Roberto Benigni
Justo en el día de la belleza, un virus horrible me dejó en cama. Pero así de enfermo como estoy los abrazo y beso a todos. Y aprovecho estos días de reposo obligado -broma- para poner al día algunas cosillas que me habían quedado pendientes: falsificar dos o tres presupuestos y permitir que reingresen algunos de mis capitales del extranjero; es que tengo tantos que nunca los había necesitado. De todos modos, aun enfermo los beso a todos, uno por uno. Un beso dado con pasión mata cualquier virus. Gracias por haberme curado.