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El trueque en tiempos de cólera
Desde las ruinas del consumismo
En plena crisis, el sistema del trueque se convirtió en una verdadera
economía paralela, dejó de ser un fenómeno marginal para
volverse la forma específica en que millones de personas resuelven su
existencia.
Verónica Gago
Desde Buenos Aires
No es sólo una modalidad de supervivencia: el trueque involucra -a través
del intercambio multirrecíproco- uno de los tantos conceptos que el fenómeno
utiliza para pensarse a sí mismo, prácticas alternativas en las
relaciones con el dinero, los objetos y las instancias de producción,
circulación y consumo. El trueque rompe la distribución normalizada
que impone el mercado y apuesta así a la creación de sociabilidades
solidarias.
No se puede negar que la imagen que aparece al entrar al galpón que acaba
de inaugurar la ex fábrica textil La Bernalesa, uno de los nodos más
grandes del país, se parece a las descripciones arltianas de Los siete
locos: productos de utilidades y procedencias extrañas junto a sus inventores-vendedores,
compradores que deambulan entre las mesas de madera para concretar la selección
adecuada según criterios que a simple vista parecen incomprensibles,
y un trasfondo que remite a un pasado remoto: el tinglado de una gigante algodonera
que alguna vez albergó a miles de obreros.
ABASTECIMIENTO Y AFECTOS. Por La Bernalesa transitan actualmente más
de 25 mil personas cada día de feria. Muchas de ellas recuerdan el "otro
sistema" como un tiempo lejano y ausente: aquel en el que estaban incluidos
en el mercado formal. Pero esa rememoración no proviene de "excluidos"
del sistema que pugnan por volver a entrar. Más bien lo contrario, cada
uno de los testimonios insiste en "el cambio de vida" que significó para
ellos y sus familias ingresar al sistema del trueque como red de contención
social y afectiva y como forma alternativa de abastecimiento.
El trueque se volvió una forma vital para los casi cinco millones de
personas que el neoliberalismo planeó dejar morir. Además de una
forma de supervivencia, el trueque es una experiencia que implica muchas más
dimensiones que las del puro intercambio económico. La existencia de
otra moneda -tan a contrapelo de la unificación monetaria que practican
los grandes conglomerados de países ricos- permite el despliegue de otras
lógicas, diferentes a las que admite el mercado formal. "żVos conocés
algún desocupado que compre orquídeas?", pregunta, provocativo,
Carlos, uno de los impulsores del Eco Trueque, una rama de "prosumidores" (término
que sintetiza la característica fundante de lo que trocan: son productores
y consumidores a la vez) que se dedica al cultivo orgánico de frutas,
verduras y plantas. "Yo hasta que ingresé al trueque nunca había
ido a un pedicuro, ahora me atiendo una vez por mes", agrega su socio, Ricardo
Jordán. Y sigue: "Entré aquí como un muerto de hambre y
ahora soy embajador del trueque", y explica que la semana que viene parte a
recorrer Uruguay en bicicleta promocionando la creación de nuevos nodos
en territorio oriental.
EVADIR INTERMEDIARIOS. Graciela Draguicevich es una de las integrantes de la
Mutual Sentimiento, una agrupación de ex presos políticos y exiliados
ubicada en un edificio pegado a la estación de tren Federico Lacroze,
en el barrio de Chacarita. Allí funciona el nodo más grande de
la ciudad de Buenos Aires, también perteneciente a la Red Global del
Trueque. Graciela, junto a un grupo de compañeros, recorrió "la
ruta del arroz": se fue a Corrientes, habló con los pequeños productores
-muchos de ellos pertenecientes a las Ligas Agrarias de los años setenta-
y con los transportistas y concluyeron que el quilo de arroz que cuesta hasta
2,50 pesos en cualquier supermercado lo pueden conseguir por algo más
de 80 centavos, incluyendo el pago de sueldos para quienes se ocupen de obtenerlo.
El secreto es simple, evitar los intermediarios y la publicidad. Pero esa investigación
práctica les reveló otro problema: la cuestión de los transgénicos.
Los productores son obligados por la empresa Pérez Companc a usar los
agroquímicos que importa y les vende en dólares; y deben hacerlo
porque es la misma empresa la que les compra las producciones y la que les arrienda
los campos. La cuestión es cómo escapar del círculo.
El nodo de Chacarita proyecta conseguir una canasta de productos básicos
a muy bajo precio, garantizar así la alimentación de quienes participan
en la Red Global y reconstruir una red de rutas nacionales que permita volver
a encontrar las capacidades productivas de los pequeños y medianos productores
con las necesidades comunitarias. La Mutual inauguró el 22 de mayo una
farmacia de medicamentos genéricos y ya tiene contratos de intercambio
y compras comunes con impa, la fábrica de aluminio retomada por sus trabajadores,
y con varias asambleas vecinales.
Mirta Callejo, coordinadora de Jujuy, no entiende cómo es posible que
se tiren 20 mil quilos de tomates a 30 quilómetros de un pueblo donde
los chicos se mueren, literalmente, de hambre. Esa virtualidad propia del mercado
capitalista es la que el trueque pretende destruir por medio de prácticas
concretas que reconstruyen el lazo social entre las diferentes comunidades,
entre el productor y el consumidor. En toda la provincia de Jujuy, en sólo
seis meses, se crearon 124 nodos.
NO SÓLO SUBSISTENCIA. Mirta, que trabaja junto al padre Jesús
Olmedo, explica: "Los clubes del trueque tienen un desafío, hacer de
ese lugar un espacio que trascienda la satisfacción de lo que se conoce
como necesidades básicas". Las posibilidades de compra con los créditos
(la moneda del trueque) alcanzan prácticamente todas las áreas
de la economía y no, como se supone, sólo los rubros más
urgentes. Quien va al trueque encuentra posibilidades de consumo de todo tipo,
las mismas que en el mercado formal se vuelven prohibitivas: ropa, artículos
de decoración, atención psicológica, peluquería,
talleres de música y una variedad que se reformula según los barrios
y las especificidades de cada territorio.
Además, la relación con ese otro "dinero" es sustancialmente diferente:
"En cada crédito figura el teléfono del tesorero, Raúl
Raventos. O sea, si alguien tiene un problema lo llama a él. En cambio,
si a vos te dan un peso o un dólar trucho ża quién le reclamás?",
ironiza Alejandro Marothi, un ex propietario de una fábrica de plástico
reforzado que quebró en 1982 "gracias a un plan igual al actual: el de
Martínez de Hoz".
Las prácticas del trueque no significan que emergen espacios puros o
incontaminados. Allí aparecen quienes intentan especular, falsificar
créditos y conseguir ganancias rápidas. Pero los organizadores
apuestan a la autorregulación de precios que producen de hecho, no comprando,
los propios prosumidores y, en algunos lugares, en la capacidad del propio nodo
de conseguir productos de una "canasta básica" a bajo precio que limita
la especulación.