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12 de junio del 2002
Guillermo Cieza
Retruco
Mas de tres mil integrantes de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Anibal Verón ocuparon una dependencia oficial ubicada en calle 55 entre 6 y 7 La Plata que pertenece al Ministerio de Trabajo y Desarrollo Humano. Este edifició que años en mejores épocas albergó a la Dirección de Energía de Buenos Aires (DEBA), se convirtió en un símbolo de la politica social de la Gobernación Duhalde. Allí funcionaba el Ministerio de la Familia y Desarrollo Humano y desde allí se intentó proyectar la figura de la actual primera dama, Chiche Duhalde. De allí el nombre de Chichelandia.
Hoy Chichelandia ha sido reabsorbido por el Ministerio de Trabajo y las publicitadas politicas sociales del matrimonio Duhalde reducidas a subsidios de desempleos que abarcan apenas al 25% de los jefes de familias desocupados, con sumas de dinero que apenas cubren la mitad de una canasta de subsistencia.
Los reclamos puntuales que movilizaron a los desocupados eran mínimos y urgentes: que se cumplieran con las promesas de planes de empleos acordados, muchos de los cuales han quedado entrampados en laberintos burocráticos; que se hiciera efectiva la provisión a los comedores; que se renovaran los planes en curso, aflojando la presión que ejercen los municipios sobre los movimientos y los proyectos productivos autogestionados. El acta - acuerdo firmada con los funcionarios del ministerio, supone un reconocimiento de estas demandas y un triunfo de los desocupados. Pero, como bién saben los MTD, solo una tensa vigilia y nuevas movilizaciones garantizan el efectivo cumplimiento de los papeles firmados con el Gobierno.
Desde lo simbólico, que los hijos y los nietos de los cabecitas negras del 17 de octubre ocupen este edificio símbolo de las politicas sociales de este justicialismo devaluado y patético, significa mucho mas que un tironeo por los planes de empleo.
El ensordecedor aluvión humano que subía las escaleras del Consejo, la certeza que los propios empleados del Ministerio -expropiados ellos también sus salarios- eran cómplices o por lo menos simpatizaban con los invasores, la presencia en la calle de docentes enfurecidos que desde la calle apoyaban a los desocupados, la dominancia de los bombos y de jovenes con poco que perder y mucha bronca acumulada, completaban un cuadro que hizo entrar en pánico los pocos funcionarios justicialista sorprendidos en el edificio.
No era para menos. Era ver la propia imagen del enterrador que los ha descubierto e invade sus oficinas para tomarles las medidas.