La consigna "que se vayan todos" sintetiza mejor que cualquier otra el sentimiento que anima a las mas amplias masas del pueblo. Es lo que explica la desaparición del radicalismo; que en apenas dos años la expectativa "progresista" que había intentado encarnar la Alianza se borrara. Que el peronismo de ser una organización de masas quedara reducido a un aparato que solo puede movilizar asentado en la entrega de prebendas que le permite el manejo del aparato estatal. Y aun así, no es ni el reflejo pálido de lo que fuera antaño. Si parece que fuera hace años que Fernández Meijide incursionó en la vida política, o el Chacho Álvarez. Todos devorados por la impresionante dinámica de la lucha de clases.

Ningún candidato en la actualidad recoge mas del 19% de intención de voto. Y según las mismas agencias encuestadoras, datos aceptados por los propios políticos, por lo menos el 50% del electorado no concurriría a las urnas. Argentina viene siendo sacudida periódicamente por rebeliones populares, de las cuales la del 19 y 20 fue la más importante hasta el momento, pero no debemos olvidar los sucesos de Mayo del 89, el Santiagazo, Cutral-Có, Entre Ríos, Corrientes, Mosconi, Jujuy, etc, etc.

De todas esas rebeliones las clases dominantes argentinas han sabido salir casi indemnes y pudiendo recomponer –aunque sea temporariamente- el poder o la influencia perdida. En ese sentido la característica distintiva de la actual crisis es la división que enfrenta a las distintas fracciones de las clases dominantes. El mismo 19 y 20 no pueden entenderse si no es a la luz de esto último.

Es por todo sabido que esas jornadas estuvieron precedidas por una acumulación de luchas del movimiento piquetero, por una intensificación de las penurias económicas y por las disputas entre el ala devaluadora –encabezada por Duhalde y de Mendiguren- y la fracción dolarizadora del gran capital, expresada por Menem. Disputa que significó un realineamiento dentro de la propia CGT, con el ala Moyanista apoyando la propuesta devualadora, y la oficial defendiendo los intereses de las privatizadoras y los grandes bancos.

Tal era el panorama previo al 19 y 20 que incluía la convocatoria a un paro general para esa fecha. Paro que fue levantado inmediatamente ante la independencia política ganada por los sectores populares mas combativos que, aunque inorgánica y espontáneamente, se habían hecho dueños de las calles. (...)

(...) La clase trabajadora y el pueblo argentino todo no han logrado construír una referencialidad única en su lucha económica y mucho menos a nivel político. De la oleada de asambleas populares masivas que parió el 19 y 20 (y que fueron su expresión más genuina) quedan muchas que, aunque hoy no agrupan a más de 50 vecinos –las más numerosas- implican un salto grande con respecto a la situación anterior a las jornadas de Diciembre del 2001. Ese proceso de baja del movimiento asambleario tiene su explicación en varias causas: uno es la lógica propia de todo movimiento espontáneo, otra la composición de clase del mismo y por último la acción de los partidos politicos de izquierda como nuestra propia incapacidad en otros casos.

El movimiento de recuperación de empresas significa un avance aunque sin dar aún un gran salto lo que lo coloca permanentemente al acecho de los esbirros de las patronales y el Estado, que no pierden oportunidad para intentar recuperarlas. Por ahora logran sobrevivir, aunque es importante mencionar que el fenómeno se da: ante la inminencia de la pérdida de la fuente de trabajo, con trabajadores con escasa o nula formación política y en sectores periféricos a las ramas centrales de la economía. Zanón, IMPA, y una fábrica de tractores en Córdoba ( una cooperativa) son las que se destacan en importancia y capacidad de producción.

Sólo el movimiento piquetero ha conseguido mantenerse e incluso incrementar su capacidad movilizadora. Esto a pesar de los dos intentos (más serios) puestos en marcha por el gobierno para desorganizarnos. Primero, con el engañoso llamado a la universalización del autdenominado derecho de inclusión social, y luego con los aprestos represivos de Puente Pueyrredón, y de Jujuy mas tarde.

En los últimos casos fue la formidable demostración popular en las calles –mostrando el grado de adhesión que habían alcanzado los piqueteros- la que transformó en derrota lo que parecía una victoria para el gobierno.

Sin embargo esta referencialidad ganada por el movimiento piquetero no se condice –aún- con el grado de dispersión existente en sus filas, donde aún tienen peso las posiciones populistas, conciliadoras y burocráticas. Si bien la constitución del Bloque Piquetero Nacional es una fuerza de gran importancia en la batalla por dotar a este movimiento de una perspectiva clasista, esta tarea se ve enormemente dificultada por la falta de una real vocación de poder, lo que se expresa no sólo en tácticas diferentes (que sería lo de menor importancia) sino en la falta de convicción en la tarea de afrontar en común la construcción de un nuevo movimiento de masas que se eriga en alternativa real en cada una de las zonas en que confluímos varias de las organizaciones que componemos el Bloque Piquetero. Y si éste es un déficit del Bloque, ni que decir del resto de la Asamblea Piquetera.

Pareciera ser que por unidad entendemos nada mas que las reuniones para organizar una marcha o un corte.

El movimiento piquetero afronta una gran responsabilidad, la de sin perder la "frescura" que lo caracteriza, ser capaz de dar el salto político que la situación le reclama. (...)