El comedor que molesta a alguien
Empezó como una olla popular, se mudó a un terreno baldío.
Creció y empezaron los ataques y las intimidaciones en Merlo.
Laura Alen, una de las fundadoras del comedor. El lugar fue atacado de noche,
hubo amenazas.
Por Martín Piqué / PAGINA 12
Al principio, las amenazas fueron veladas, miradas desconfiadas, vecinos que
se negaban a colaborar y un clima de miedo que se instaló para quedarse.
Por ese entonces, los organizadores del comedor del barrio Lagos del Bosque,
en Merlo Norte, eran sólo dos miembros de la asamblea popular de Merlo,
que no estaban ligados a partido político alguno, y dos vecinos de la
zona preocupados por la situación social. A mediados de noviembre, cuando
el comedor se incorporó al Movimiento Teresa Rodríguez (MTR),
las intimidaciones ganaron en intensidad, hasta que el 1º de diciembre los agresores
anónimos pasaron de la advertencia a la acción: varios desconocidos
entraron por la noche, rompieron paquetes de harina y botellas de aceite, destrozaron
algunos libros y a otros los prendieron fuego.
A la mañana siguiente, luego de hacer la denuncia ante el instructor
Carlos Brizuela, de la Fiscalía General de Morón, María
Antonia Pipero y Laura Alen descubrieron las dificultades que sufren las organizaciones
sociales en el partido de Merlo, que gobierna el peronista Raúl Othacehé.
Es un distrito con un pasado turbulento: en el último año, las
asambleas, los choferes de la empresa General San Martín y los partidos
de izquierda sufrieron agresiones, y todos denunciaron un clima de vigilancia
silenciosa y amenazas veladas.
Laura Alen estudia trabajo social en la Universidad de Luján. A mediados
de año, una noche que esperaba el colectivo con su marido Benjamín
Márquez, presenció una escena que la dejó pensando. Sobre
la avenida Libertador, en pleno centro de Merlo, unas cincuenta personas peleaban
por las sobras de comida del McDonald’s. Laura y Benjamín, entonces,
organizaron una olla popular en la puerta del fast-food. Una noche, Laura fue
arrestada y llevada a la Comisaría 1ª del distrito. La olla popular molestaba
a unos cuantos. Al final, por la decisión de las familias que recibían
la comida, la olla se trasladó al barrio Lagos del Bosque, de donde provenía
la mayoría de la gente.
María Antonia Pipero, licenciada en Ciencias de la Educación,
y su hijo Martín Koczwara, sociólogo, participaban de la asamblea
vecinal de Merlo. En febrero, participaron de la marcha por el agua, que terminó
en golpiza y huida desesperada, tras la intervención de las barras de
Deportivo Merlo, Argentino de Merlo y Club Atlético Midland. La asamblea
de Merlo se fue diluyendo con el paso del tiempo. "La asamblea se disolvió
por culpa de los partidos políticos que vienen a aparatear y terminan
trayendo gente para que vote", aseguró María Antonia, a quien
sus amigos llaman Yanny.
Laura, Benjamín, María Antonia y Martín se conocieron en
las puertas del McDonald’s, mientras el grupo de cartoneros y vecinos comía
su guiso de la olla popular. Se hicieron amigos y colaboraron en el traslado
al barrio Lagos del Bosque. Allí se establecieron en un terreno baldío
que ocuparon con 40 familias, lo que generó un duro conflicto con el
secretario de Tierra y Vivienda local, Nicolás Terrara. Finalmente, los
miembros del comedor se trasladaron a otro lote, también desocupado,
ubicado a unas ocho cuadras de la ruta sobre la calle Braille. En ese lugar
levantaron una casilla, armaron una huerta e hicieron un horno para cocinar
pan y facturas.
A fines de octubre, el comedor comenzó a funcionar en pleno. Además
de la huerta, todas las tardes se realiza apoyo escolar, a la mañana
se hace pan, facturas y churros que se venden en la calle. Los sábados
a la tarde se dan clases de malabares, y todos los lunes, de cinco a seis de
la tarde, se realiza una asamblea donde se toman las decisiones más importantes,
obviamente por votación. Hasta allí no había problemas
graves con el PJ local, pero a mediados de noviembre, cuando el comedor decidió
incorporarse al Movimiento Teresa Rodríguez (MTR) –organización
piquetera con mucho peso en Mar del Plata y el sur del Conurbano– empezaron
las intimidaciones, amenazas y agresiones físicas. Primero fueron sospechas
de que alguien entraba por las noches. No faltaba nada, pero la comida, los
papeles, los libros aparecían tirados por el piso. Las sospechas se convirtieron
en temor, directamente, cuando en la noche del 1º de diciembre extraños
entraron en la casilla de madera, rompieron y tiraron todo al piso, y dejaron
varios papeles a medio quemar, con fósforos esparcidos por el suelo.
El 3 de diciembre, Laura denunció el hecho en la fiscalía de Morón,
y otro militante hizo lo mismo en la Comisaría 1ª de Merlo. A los pocos
días, dos adolescentes del barrio se quedaron a hacer guardia por la
noche. Tuvieron que escapar a las corridas porque un grupo de vecinos entró
en el terreno, tiró piedras sobre el techo y los amenazó de muerte.
Las intimidaciones continuaron. Personajes conocidos, ligados al municipio y
a un puntero de apellido Lozano, advirtieron a los vecinos para que no se acerquen
a "los zurditos". "Ojo que son extremistas", prevenían
a las humildes familias de la zona. Muchos vecinos se asustaron y dejaron de
participar. El viernes 6 de diciembre al mediodía, un Fiat 147 con vidrios
polarizados se detuvo delante del comedor –un terreno pequeño con una
huerta al frente, una casilla precaria de madera y un cartel celeste con la
sigla MTR– y preguntó de mal modo si estaban preparando un corte de ruta
frente a la fábrica de cigarrillos. En el comedor habían estado
discutiendo eso. Los visitantes se presentaron como policías de la Comisaría
1ª de Merlo.
El ¿final? de la sucesión de hechos extraños se produjo el jueves
pasado, cuando un auto desconocido frenó ante el comedor: un individuo
se asomó por la ventana, y sin abrir la puerta sacó unas cuantas
fotos. Otra vez, las familias del comedor se asustaron