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Trascendencia y límites de la pueblada del 19 y 20 de diciembre
El 19 y el 20 de diciembre,
vísperas de la celebración del nacimiento del campesino galileo
Jesús de Nazaret, el pueblo argentino -sectores populares, villeros,
trabajadores desocupados, estudiantes, maestros y maestras, profesores y profesoras,
amas de casa, componentes diversos de la denominada "clase media"- se encontró
con lo mejor de su historia.
Al decir "lo mejor de
su historia", me refiero a las luchas indígenas en contra de la dominación
española, la de los calchaquíes, la de los tobas y los mapuches,
por citar algunos de los pueblos más significativos; a la resistencia
frente a la invasiones inglesas de 1807; a las luchas por la independencia;
a la gesta sanmartiniana; a las luchas de las montoneras federales; a las
luchas de los obreros patagónicos y de las hacheros de la Forestal;
a las luchas de los obreros anarquistas y socialistas; al pueblo que protagonizó
el 17 de octubre de 1945 y el Cordobazo; a los 30.000 desaparecidos, por citar
algunos de los hitos más significativos de la larga lucha popular por
la liberación.
Es evidente que esas jornadas
marcan un momento histórico en el devenir del pueblo argentino. Hacía
mucho tiempo que no se daba una acción mancomunada de todos los sectores
populares, incluida la clase media. Importante es, en consecuencia, hacer
algunas reflexiones al respecto.
Trascendencia de la pueblada
La trascendencia de la pueblada radica, en primer lugar, en la recuperación
de la dignidad.
En muchos juicios referidos
especialmente, aunque no únicamente, a la clase media se subraya despectivamente
que reaccionó cuando le tocaron el bolsillo. Es la "bancarización"
la que la sublevó y la hizo salir a la calle con sus armas, las cacerolas.
Ello es cierto sólo medias y, en consecuencia, cuando se lo afirma
sin matices es una mentira.
En todas las acciones
sociales y políticas siempre intervienen múltiples causas, múltiples
motivos, pero alguna constituye el desencadenante. Esto lo sabemos por lo
menos desde que Hegel desentrañó el misterio del salto de lo
cuantitativo a lo cualitativo. En dialéctica marxista oficial esto
muchas veces fue banalizado, pero ello no quita que contenga verdad. La acumulación
de contradicciones que sufre un sujeto, sea éste individual o colectivo,
en un determinado momento hace que cambie de ámbito, que produzca un
salto.
El neoliberalismo, con
sus ajustes repetidos al infinito, venía aplicándose ininterrumpidamente
desde 1976 por obra de Martínez de Hoz. Alfonsín, tanto por
debilidad como por concepción, no fue capaz de cambiar el plan impuesto,
pero su no implementación con la fuerza que los grupos económicos
nacionales y extranjeros querían lo obligó a entregar el gobierno
antes de tiempo.
La infausta década
menemista significó la implementación a fondo y sin atenuantes
del más crudo neoliberalismo. La prédica neoliberal más
ortodoxa, la predicada por teóricos como Milton Friedman y Friedrich
Hayek, fue aceptada como revelación divina. Para aplicar dicha doctrina
fundamentalista se aceptó que la Argentina se encontraba "de rodillas"
frente a las corporaciones transnacionales. Así lo afirmó taxativamente
el ministro Dromi, cuando se presentó ante la Legislatura para informar
sobre la "privatización" de Aerolíneas.
La expresión de
Roberto Dromi, en el sentido de estar el país arrodillado, fue acompañada
por otros gestos igualmente significativos, como el de "relaciones carnales"
con Estados Unidos, del canciller Guido Di Tella, el del envío de los
dos barquitos en la Guerra del Golfo, el de los referentes más importantes
del menemismo exponiendo sus enormes y lujosas mansiones. Un sentimiento de
humillación se fue incubando en sectores cada vez más amplios
de la población.
No fue menor el sentido
de humillación que se fue incubando debido a la corrupción de
la justicia que, si bien no era un fenómeno nuevo, sí lo era
en los niveles que alcanzó en esa etapa. Una Corte Suprema de In-Justicia,
presta siempre a avalar todas las iniciativas del Ejecutivo, un manto de impunidad
en todos los niveles.
Durante los años
del menemismo hemos visto desfilar por los grandes medios de comunicación
a figuras repulsivas como María Julia Alsogaray, Adelina Dalesio de
Viola, a Alberto Kohan, a Vladimiro Corach, y sobre todo a Carlos Menem, no
sólo mintiendo, como en general ha hecho siempre la denominada "clase
política", sino haciéndolo de manera triunfalista, como quien
te pisa y encima te insulta.
Escuchar la defensa que
hacía el entonces ultramenemista Jorge Yoma de la gestión de
Menem, era indignante, pero no menor era la indignación de escuchar
al gobernador de La Rioja, Mazza, exponer con "toda seriedad" que la pista
[aérea] de Anillaco [en La Rioja] era para exportar aceitunas. A todo
ello es necesario agregar el ver al presidente y su comitiva hacer galas de
sus relaciones amistosas con nuestros opresores.
Es una tradición
de la política burguesa, en general, formular promesas electorales
que nunca se pensó en cumplir. Pero siempre hay un cierto pudor en
confesar que las cosas son de esa manera. Nunca se lo confiesa abiertamente,
sino que se buscan excusas por el no cumplimiento de las promesas. El recurso
a la "herencia recibida" es el más mentado. Menem no tenía escrúpulo
ninguno. Directamente le dijo al pueblo que si decía lo que iba a hacer
nadie lo hubiese votado. O sea, "te mentí, te engañé",
ży qué?
Todo esto fue soportado
por nuestro pueblo. Hubo reacciones, luchas esporádicas, pero la reelección
de Menem no deja dudas sobre los niveles a los que habíamos descendido
en cuanto a nuestra dignidad. En este sentido, el proceso de que se inicia
en las jornadas del 19 y 20 de diciembre constituye una bocanada de aire fresco.
El pueblo vuelve a ponerse
de pie. Ya lo venía haciendo a través de las luchas que llevaban
a cabo los trabajadores desocupados, los jubilados, grupos estudiantiles y
barriales, pero no se había logrado la masividad que se expresó
en las jornadas citadas.
Límite
de la pueblada
La pueblada expresa el
poder y los límites que hasta el momento tiene el movimiento popular.
El poder se manifiesta en los límites que es capaz de imponerle a la
dominación. En este sentido es muy importante hacer una comparación
entre lo que sucedía en la década del 90 y lo que está
pasando ahora.
Recordemos la década
del 90. Luego de la hiperinflación llega el señor del "Síganme,
no los voy a defraudar", quien aceptó a rajatabla el fundamentalismo
neoliberal. Las denominadas "privatizaciones", que fueron verdaderas entregas
o regalos a grupos monopólicos, previa sabrosas coimas a sus gestores.
Los sectores populares convalidaron esa política votando masivamente
la reelección del gran "privatizador".
Si tenemos en cuenta eso,
sabremos valorar la reacción popular presente. Se puede afirmar que
los sectores populares están "de vuelta" de las privatizaciones, del
neoliberalismo, de la economía de mercado y otros espejitos de colores
que en otro momento aceptaron.
Ello implica que hoy los
poderes económicos concentrados no pueden hacer todo lo que quieren.
Hoy el pueblo les pone límites. Ése es el poder y el límite
que hoy tiene el movimiento popular. No puede todavía imponer su política,
pero sí puede imponer límites, lo que no es poco.
Cacerolazos y asambleas
El huracán que
se desató en las jornadas del 19 y 20 de diciembre circuló como
viento fresco y bienhechor por todos los vericuetos de los barrios porteños,
arremolinándose en asambleas de vecinos que no cesan de multiplicarse.
Se ha producido una especie
de "milagro", algo impensado, que ningún analista pudo adelantar. Es
la puesta en práctica de lo que en la COPA hemos comenzado a pensar
y realizar como construcción del poder horizontal. No quiero ser triunfalista,
teniendo en cuenta, sobre todo, que estoy reflexionando a partir de la práctica
asambleísta que se está realizando en Buenos Aires, cuyos protagonistas
inmensamente mayoritarios son los que comúnmente conocemos como componentes
de la "clase media".
La salida a la calle con
las cacerolas, echando al aire toda la bronca acumulada en años de
humillación y pillaje, el encontrarse vecino con vecino puteando a
grito pelado, el sentir que juntos han tenido la fuerza de expulsar a un gobierno
y obligar a los sectores del poder a replantearse su accionar, hizo que gran
sector de la denostada clase media lograse niveles de conciencia insospechados.
Efectivamente, la eficacia
de los cacerolazos los llevó a las asambleas. El cuestionamiento a
la denominada "clase política", a los bancos, al Estado, etc. comenzó
a tomar forma en asambleas que comenzaron a brotar como hongos en la ciudad.
Es ésta una novedad histórica, una innovación como son
los escraches, los cortes de ruta y los cacerolazos.
Las asambleas barriales
tienen a su favor varios aspectos positivos que debemos valorar:
1) Los vecinos salen del
aislamiento en que viven en la gran ciudad y se encuentran en un espacio público,
es decir, en la calle, un parque o una plaza no simplemente para escuchar
y transmitir chimentos, sino para tratar seriamente de los problemas que los
aquejan a todos.
2) Hacen, de esa manera,
su primera experiencia política, es decir, de práctica política.
Esto parece contradictorio con lo que suelen expresar en esas asambleas, en
las que no quieren hablar de "política". El problema es que identifican
la política con la práctica de la denominada "clase política"
a la que, afortunadamente, abominan visceralmente.
3) Esa experiencia política
es una experiencia de "poder popular", es decir, de construcción de
poder. Las asambleas son horizontales. Todos pueden hablar, no hay agrupaciones
políticas o sindicales que "bajen línea". Es una experiencia
nueva que entusiasmaría a Rousseau.
4) Se ha avanzado, desde
las diversas asambleas barriales que se realizan durante la semana, a la gran
asamblea interbarrial que se realiza los domingos. Todavía el proceso
es bastante caótico. Se hace camino al andar.
5) A pesar de la gran
heterogeneidad de reclamos, poco a poco se va logrando unificarlos alrededor
de algunos que figuran como centrales. Tales son la exigencia de renuncia
de la Corte Suprema de In-Justicia, el rechazo al pago de la Deuda Externa,
la devolución del 13% a los jubilados y la condena a la Banca que se
robó el ahorro popular y a la "clase política" que avaló
toda la política de expoliación.
Nos encontramos ahora,
más que nunca, en un proceso abierto, heterogéneo, contradictorio,
con buenas perspectivas y grandes peligros. Nada está terminado ni
predeterminado. Si las circunstancias cambian al hombre, éste cambia
las circunstancias, como decía el viejo Marx.
Buenos Aires, 21 de enero de 2002