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La
creatividad colectiva
Argentina: Un mes de ebullición
Raúl Zibechi
El estado de honda conmoción
y amplia movilización social que viven desde hace un mes los argentinos,
está provocando el nacimiento de nuevas prácticas sociales,
ancladas en la participación y la responsabilidad, y alientan el surgimiento
de nuevos imaginarios.
"Creo, cada vez más, que lo que debemos esperar de la política
son éxtasis, momentos de gracia, de comunión, de comunicación,
de confraternización, momentos fugaces y sublimes como los grandes
momentos de amor, y que son los únicos que dan vida a nuestra vida
al embriagarla", sostiene Edgar Morin en su autobiográfico Mis Demonios,
al recapitular su experiencia militante. Recordaba así los momentos
más intensos, aquellos que vivió durante la Liberación
de París, el Mayo del 68 y en la Revolución de los Claveles
en Lisboa, que describió como "momentos de ruptura de cadenas y coacciones,
de liberación y de fiesta, de alegría colectiva".
Esta visión más laica y terrenal de la política, la coloca
junto a otras actividades que, como el deporte y la música, consiguen
romper las cadenas de la rutina y abren espacios de honda comunión
humana. Se producen así, en algunas ocasiones, en tribunas y conciertos,
momentos que resultan inolvidables para quienes los vivieron, capaces de instalarse
en la memoria y de agigantarse con el paso del tiempo, justamente por la profundidad
de la vivencia. Por el contrario, la élite de los partidos consiguió
erradicar la pasión de la política, temerosa de que produzca
desbordes, pero sobre todo con el secreto afán de reservar esa actividad
en manos de una ínfima minoría que se perpetúa en una
posición de, y para, los privilegios.
Un largo e intenso mes
Algo similar a lo que describe Morin parece estar sucediendo en amplios sectores
de la sociedad argentina desde la noche del 19 de diciembre, cuando se produjo
el primer cacerolazo en respuesta al estado de sitio. Hace justo un mes. Si
conseguimos saltar el silencio de los grandes medios, empeñados cada
vez más en mostrar sólo lo inocultable, aparece una sociedad
en ebullición. Para ello habrá que acercarse a sitios en internet,
recién creados, como www.elcacerolazo.org o www.todosjuntos.foros.org,
dejar que hablen los que participan en las miles de asamblea que se suceden
en todos los barrios, darle la palabra a los motoqueros y, muy en particular,
escuchar a los jóvenes y a las mujeres.
Un mes después, aquella brutal irrupción de una parte de la
sociedad civil parece ir tomando forma. Aunque la participación sigue
siendo muy alta, los diferentes espacios comienzan a estabilizarse y articularse.
El domingo 13 de enero, se realizó en el Parque Centenario de Buenos
Aires el primer encuentro de asambleas barriales. Asistieron unas mil personas
que representaban a 25 asambleas, aunque seguramente existen muchas más.
Discutieron durante horas al aire libre, sin una "mesa" que dirigiera los
debates, sin "orden del día" ni estrados. O sea, sin dirigentes. Sin
embargo, se escucharon todos, todos pudieron decir lo que querían,
hasta que la lluvia disolvió a los asistentes, que se autoconvocaron
para el próximo domingo.
Vale la pena echar una mirada a este movimiento. Más que el qué,
importa el cómo. Más que las conclusiones o resoluciones, el
camino que recorrieron, los pasos que van dando. Lo primero, constatar que
nadie los convocó. Se autoconvocaron mediante el "boca a boca", un
modo popular de comunicación que exige un cuerpo a cuerpo al que nuestras
sociedades están desacostumbradas.
Luego constatar que, aunque no existe un patrón común, la mayoría
de las asambleas se gestaron a partir de los tres grandes cacerolazos, pero
sobre todo luego del primero. ¿Cómo? Como comienzan todos los caceroleos:
un vecino empieza a golpear, lo siguen otros y luego otros.
Salen primero a las ventanas y balcones; al rato bajan a la calle, siempre
de noche, y allí permanecen horas, algunos hasta el amanecer, casi
todos hasta las dos o las tres de la madrugada. En general, son tantos que
cortan la calle, cantan y bailan. Una periodista de Página 12 asegura
que el tono es carnavalesco.
Hay quien dice que durante el día la gente hace vida normal, pero durante
la noche se vincula con los vecinos. O sea, no encendieron el televisor. Incluso
durante el día, muchos vecinos se juntan en las esquinas y hablan,
hablan y hablan. Algunas asambleas se realizan durante los cortes de calle;
otras empiezan a ser programadas y convocadas por los propios vecinos que
están caceroleando o cortando. Lo cierto es que los vecinos se descubren
y autodescubren. Allí, en conjunto, son otros. Kelly Pereyra, una psicopedagoga
uruguaya con casi treinta años en Buenos Aires, escribe: "La gente
descubrió el valor del otro. Nadie puede pelear por alguien que no
valora. Nuevamente vemos escenas como la de un joven dándole el asiento
a un anciano, hablar con cualquiera en cualquier lado; ya no se piensa que
todos tenemos la culpa de todo, sino que se comienzan a asumir responsabilidades".
Al parecer, la ruptura de la rutina, juntarse, hablarse, comunicarse, se convierte
en un poderoso imán. Es la derrota del aislamiento.
La catarsis
La pueblada en Casilda, el martes 15, puso en evidencia que con el correr
de los días la gente sigue estando muy enojada, quizá más,
pero afina la puntería. Los miles de productores rurales arruinados,
los jóvenes y las familias enteras que salieron a la calle, un tercio
exacto de la población local, tenían claro que el "enemigo"
son los bancos y las empresas privatizadas. Por la tarde, luego de la destrucción
de las sedes bancarias y de algunos cajeros automáticos, una señora
decía ante las cámaras que habían sido muy cuidadosos
de no destrozar ningún negocio pequeño o mediano. En Jujuy sucedió
algo similar, y así hasta en más de 40 ciudades de todo el país.
Pero lo más significativo es lo que sucede a escala micro, ya que refleja
más acertadamente los cambios que se están produciendo en la
vida cotidiana, en los corazones, los sueños y las cabezas de unos
cuantos argentinos. En la gran asamblea de coordinación del Parque
Centenario, los vecinos de la asamblea de Villa del Parque pidieron que los
delegados que se elijan duren un tiempo en su cargo y sean revocables "para
no tener los mismos hábitos de los políticos actuales".
Un vecino de la asamblea de Urquiza dijo que "como nadie nos representa somos
nosotros los que tenemos que generar una organización distinta para
controlar". Otros dijeron que no aceptaban la intromisión de partidos,
porque "se busca la conciencia, no el poder".
Pero es a través de las propuestas que llevaron las asambleas barriales
o las que formularon allí los vecinos, como se puede vislumbrar mejor
el carácter de este movimiento, ya que la falta de filtros organizativos
permitió la expresión libre de eso que, erróneamente,
se llama "la base". De forma muy resumida:
- "Hablar del miedo que genera esta situación. Elaborarlo con los vecinos
para ir perdiéndolo".
- "Hacer compras comunitarias".
- "Hacer carteleras en las esquinas denunciando a los comercios que aumentan
precios y señalando dónde se consiguen mejores precios. Usar
las carteleras como alternativas a los medios de comunicación".
- "Escrachar a los bancos
de cada barrio pegando volantes".
- "Exigir que el impuesto a las petroleras no vaya a los bancos sino a los
desocupados".
- "Difundir caras y direcciones de funcionarios, jueces y legisladores para
comenzar a controlarlos".
- "Establecer mecanismos para que las asambleas barriales den mandato revocable
a sus representantes y que éste no sea renovable. La idea es horizontalizar
todo lo que se pueda y prevenir acuerdos a espaldas del pueblo".
- "Realización de acciones pacíficas para no hacer el caldo
gordo a los infiltrados".
Fugacidad
Sabemos, por mil experiencias, que momentos fermentales, de "embriaguez",
como el actual en Argentina, no pueden durar en el tiempo.
De ahí que Morin conceda que se trata de "momentos fugaces", pero capaces
de darle un sentido a nuestra vida.
Ciertamente, la situación es dramática. Pero, ¿qué otra
cosa que un drama existencial es capaz hoy de sacar al ser humano de la rutina
de la privatización de su existencia? Seguramente, harán falta
situaciones extremas para que dejemos de hacer zapping como sonámbulos
frente al televisor o de lanzarnos como animales encima de las ofertas de
los supermercados. En Hecho y por hacer, Cornelius Castoriadis sostenía
que una sociedad autónoma sólo puede instaurarse mediante la
actividad autónoma de una colectividad. Pero eso supone que "la pasión
por la democracia, la libertad y los asuntos comunes a todos, ocupe el lugar
de la distracción, el cinismo, el conformismo y la loca carrera por
el consumo" (p. 97).
La recuperación del espacio público, mediante y para la recuperación
de la sociabilidad, fue durante un largo y apretado mes una verdadera brecha
en el sistema, una suerte de "línea de fuga" de la dominación
y el control. Que miles y miles de personas le roben tiempo al sueño
y a las tares y comodidades del hogar para compartir su espacio-tiempo con
desconocidos, es toda una revolución en la vida cotidiana que tendrá,
a no dudarlo, consecuencias de largo aliento. Y es que los momentos de "comunión"
(común-unión) poseen una fuerza mágica, como la de un
terremoto.
La fugacidad de toda actividad social y política intensa es motivo
de preocupación para muchos. Y con razón, porque que la salida
autoritaria se vislumbra ya en el horizonte. Sin embargo, la incertidumbre
y los riesgos son inevitables, y son el precio a pagar por la creatividad
social, como apuntara el filósofo griego, en su obra póstuma,
Figuras de lo pensable: "La historia humana es creación. Una vez ésta
ha tenido lugar, es posible elucidar algunas de sus características
generales o sus contenidos concretos. Pero no podemos ni 'explicar' ni 'predecir'
tal creación, pues no está determinada; es, más bien,
determinante".
Semanario Brecha, Uruguay