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La Haine
CACEROLAZO CONTRA LAS
MULTINACIONALES Y BANCOS ESPAÑOLES
Sábado 19 de enero a las 12:00 frente al BSCH del cruce Uría con Toreno (esquina
parque S. Francisco), Oviedo
La dictadura militar del general Videla (1976-1981) se caracterizó por
una agresiva política de endeudamiento del Estado y de las empresas públicas.
El endeudamiento de Argentina era una de las principales prioridades de los
intereses extranjeros que estaban detrás de la dictadura: inmediatamente después
del golpe militar, el Fondo Monetario Internacional (FMI) otorgó un crédito
multimillonario a Argentina y declaró a los bancos occidentales que este país
era un lugar privilegiado para reciclar el exceso de petrodólares [1]. La
dictadura justificó el endeudamiento irracional alegando su necesidad de divisas
fuertes para sostener el descabellado aumento de las importaciones, especialmente
de armas (compradas a los mismos países y empresas que promovieron el golpe
militar y el endeudamiento). Sin embargo, las fortunas enviadas por capitalistas
argentinos a países occidentales y paraísos fiscales durante la dictadura
suman más que el total de deudas contraídas por Argentina en ese periodo.
Desde el comienzo de la
dictadura (marzo de 1976), la deuda externa argentina creció de menos de 8.000
millones de US$ a más de 170.000 millones [2]. Argentina reembolsó alrededor
de 200.000 millones de US$ en el mismo período, pero la deuda sigue creciendo
debido sobre todo a la fuerte subida de intereses decidida por Reagan y Thatcher
a comienzo de los 80s.
La dictadura provocó deliberadamente
la bancarrota del sector público, preparando el terreno para su privatización.
Por ejemplo, la principal empresa pública argentina, la petrolera YPF (Yacimientos
Petrolíferos Fiscales, hoy perteneciente a Repsol-YPF) fue forzada a endeudarse
en el exterior, pese a no necesitarlo en absoluto. En el momento del golpe
militar, la deuda externa de YPF era de 372 millones de US$. Siete años mas
tarde, al terminar la dictadura, esta deuda se elevaba a 6.000 millones de
US$. Casi todos los créditos quedaron en manos de la dictadura, que además
redujo a la mitad las comisiones que iban a YPF por la venta de combustibles
para aumentar sus ingresos. YPF fue obligada a refinar el petróleo que extraía
en las multinacionales privadas Shell y Esso, aunque dada su buena situación
financiera al comienzo de la dictadura, podía haberse dotado de una capacidad
de refinación acorde a sus necesidades, complementando la de sus tres refinerías
ya existentes. Al final de la dictadura, YPF estaba asfixiada por las deudas,
pese al despido de 13.000 de los 47.000 trabajadores que tenía la empresa
en 1976.
De manera general, los
créditos multimillonarios contratados por el Estado o las empresas públicas
con los banqueros del Norte eran inmediatamente recolocados como depósitos
en estos mismos bancos o en otros bancos competidores. En 1979 el 83% de estas
reservas estaban fuera del país. El Banco Central argentino colocaba discrecionalmente
dichos fondos en los bancos estadounidenses, apoyado por la generosa intermediación
de la Reserva Federal estadounidense. En todos los casos, el interés recibido
por las sumas depositadas era inferior al interés pagado por la deuda. El
Banco Central argentino fue dirigido durante la dictadura de Videla por Domingo
Cavallo, que luego fue ministro de economía con Carlos Menem (del partido
peronista) y con De la Rúa (del partido radical). El Secretario de Estado
para la Coordinación y la Programación Económica de 1976 a 1981, Guillermo
Klein, dirigía al mismo tiempo una oficina privada que representaba los intereses
de 22 bancos extranjeros [3].
Al final de la dictadura,
el Estado asumió las deudas (reales o ficticias) de los capitalistas argentinos
y extranjeros. El Banco Central argentino declaró que no tenía registro de
la deuda externa pública, pese a lo cual el gobierno de Alfonsín decidió asumir
el conjunto de la deuda, tanto privada como del Estado, basándose en las declaraciones
de los acreedores extranjeros y en los contratos firmados por los miembros
de la dictadura. El estado argentino asumió también las deudas contraídas
por filiales argentinas de empresas y bancos multinacionales con sus casas
matrices o con bancos internacionales, fácilmente fabricables por un juego
de contratos ficticios. Sólo se mantuvieron las deudas que la dictadura impuso
sobre las empresas públicas, por lo que Menem esgrimió el argumento de su
endeudamiento para privatizarlas, previa transferencia de las deudas al Estado.
Cuando los militares torturadores
obtuvieron la impunidad, los responsables económicos de la dictadura no sólo
se beneficiaron de la misma clemencia, sino que la mayoría mantuvieron sus
puestos y muchos fueron promocionados. Tras la dictadura se creó una comisión
parlamentaria para investigar el saqueo del país, que fue disuelta por el
mismo Alfonsín pues sus resultados hubieran desacreditado su política económica,
que ya había estatizado la deuda privada. Pero una querella presentada por
el periodista Alejandro Olmos en 1982 permitió que, 18 años más tarde, la
Corte Suprema dictaminase que la deuda tiene por origen un mecanismo de dilapidación
y desvío de fondos del que son responsables el Gobierno argentino, el Fondo
Monetario Internacional, los banco privados del Norte y la Reserva Federal
de EE.UU.
La sentencia (del 13 de
julio del 2000) revela que el Estado asumió las deudas de 26 bancos con los
que el mismo Estado argentino estaba endeudado, tales como Citibank, Deutsche
Bank, Chase Manhattan Bank, Bank of America, etc. Señala que "la deuda externa
(...) ha resultado groseramente incrementada a partir del año 1976 mediante
la instrumentación de una política económica vulgar y agraviante que puso
de rodillas el país (...) y que tendían, entre otras cosas, a beneficiar y
sostener empresas y negocios privados -nacionales y extranjeros- en desmedro
de sociedades y empresas del estado que, a través de una política dirigida,
se fueron empobreciendo día a día" (p. 195). La Corte Suprema declaró "ilegítima"
la deuda contraída por el régimen Videla y recomendó al Congreso utilizar
esta sentencia para negociar su anulación. El Congreso ignoró la recomendación,
pues los oligarcas que lo componen también se benefician del pillaje: los
capitalistas argentinos compran en los mercados financieros norteamericanos
y europeos los títulos de la deuda de su propio país con el dinero que han
sacado del mismo, y reciben por tanto una parte de los reembolsos.
El régimen de Menem, que
sucedió al de Alfonsín, se lanzó a una política generalizada de privatizaciones,
liquidando a precios de saldo una gran parte del patrimonio colectivo por
su "endeudamiento", un argumento ridículo dado que el Estado asumió esas deudas
antes de privatizar las empresas públicas. Nuevamente, miles de millones de
dólares fueron transferidos a manos privadas (generalmente norteamericanas
y españolas) a través de la colectivización de pérdidas para privatizar beneficios
y de manipulaciones que sólo pueden ser descritas como rapiña de bienes públicos.
Por ejemplo, la empresa Merril Lynch, a quien Menem encargó la tasación de
YPF, redujo deliberadamente en su estimación las reservas petroleras explotables
por YPF en un 30%, para subestimar su valor antes de la venta. Estas reservas
reaparecieron en las cuentas tras la privatización, provocando fabulosas ganancias
en bolsa a sus nuevos dueños. Según el diario El País [16 febrero 2001 y 8
enero 2002], los beneficios declarados de Repsol-YPF en el año 2000 ascendieron
a 404.151 millones de pesetas, de los que el 45% provienen de Argentina.
Peor aún fue el saqueo
de Aerolíneas Argentinas (propiedad de SEPI, o sea, Iberia). Sus Boeing 707
fueron "vendidos" por un dólar (US$ 1,54 exactamente), y ahora la compañía
privatizada debe pagar un "leasing" por utilizarlos. Los derechos de uso de
las rutas aéreas de la compañía, de un valor de 800 millones de dólares, fueron
estimados en 60 millones. La empresa fue cedida a Iberia por un monto líquido
de 130 millones de US$, el resto lo constituyó la anulación de créditos de
una deuda ficticia y odiosa sin ninguna conexión con el pueblo argentino.
Iberia tomó créditos para comprar la empresa y transformó la totalidad de
la deuda contraída en deuda de la nueva entidad Aerolíneas Argentinas, que
se encontró de golpe al borde de la quiebra por culpa de sus nuevos propietarios,
después de que el Estado argentino asumiera las deudas por las que fue privatizada.
Repsol e Iberia no son
una excepción: en un alarde de entusiasmo neocolonial, los bancos y las multinacionales
españolas han tomado el control de sectores estratégicos de la economía argentina.
El BBVA y el BSCH son dueños de Banco Francés y Banco Río de la Plata, respectivamente,
pero su poder va mucho más allá: su control del crédito les permite tener
un papel dominante en múltiples sectores de la economía. Entre las multinacionales
españolas que más poder tienen en Argentina se encuentran Repsol, Telefónica
(que en el año 2000 declaró unos beneficios de 384.000 millones de pesetas),
Iberia, Aguas de Barcelona (que posee partes de Aguas Argentinas y Aguas Cordobesas,
varios centros médicos y la constructora Acsa), Endesa (EDESUR y Costanera)
y Dragados y Construcciones (Aguas de Misiones y las constructoras Ausol y
Dycasa). Estas empresas invierten premeditadamente en sectores estratégicos,
pues en un contexto de crisis puede caer la demanda (y por tanto los precios)
de todos los productos o servicios prescindibles, pero es difícil prescindir
de agua, salud, energía, comunicación, vivienda y movilidad, por lo que los
precios se pueden mantener o incluso subir (como quiso hacer Repsol recientemente).
Una parte creciente de
la población no puede pagar estos productos y servicios vitales, pero eso
forma parte de las reglas del juego capitalista, y siempre quedará gente (aunque
sea poca) dispuesta a pagar. Eso explica que las cotizaciones en bolsa de
las multinacionales españolas presentes en Argentina no se haya visto apenas
afectada por la crisis. La de los bancos ha caído levemente, debido a la devaluación
que ellos han contribuido a provocar con sus transferencias masivas de fondos
a paraísos fiscales y países occidentales. Más que pequeñas caídas en bolsa,
merecen ser expropiados, al igual que las multinacionales.
Un cuarto de siglo después
del golpe militar y del comienzo de la era neoliberal, el país está desangrado.
El 90% de los bancos y el 40% de la industria se hallan en manos de capitales
internacionales, el país está desde julio de 1998 en su más grave recesión,
la salud y la educación están hechas jirones, el salario medio (tras descontar
la inflación) sólo alcanza a la mitad del de 1974, el desempleo es altísimo,
los servicios públicos están en un estado lamentable, la pobreza se extiende
a sectores cada vez mayores de la población, las cajas del Estado están vacías,
una gran parte del aparato productivo está abandonado y el resto en manos
extranjeras. Ya no queda gran cosa que privatizar y todos los flujos de capital
(argentino y extranjero) apuntan hacia el exterior.
Las principales beneficiarias
de la explotación que ha puesto al país en esta situación son los bancos y
multinacionales extranjeras (especialmente estadounidenses y españolas) y
las grandes instituciones financieras internacionales como el Fondo Monetario
Internacional (FMI), el Banco Mundial, etc., que poseen más del 80% de la
deuda externa argentina. Casi todos los países del Sur han sufrido atropellos
semejantes y son dirigidos por el FMI, las multinacionales y los bancos. Rusia
y otros países del Este van por el mismo camino, tras cambiar las burocracias
inhumanas del marxismo autoritario por un capitalismo atroz.
El neoliberalismo fue
impuesto en Argentina por un régimen dictatorial abiertamente despiadado y
fascista que no dudó en asesinar, torturar y desaparecer a decenas de miles
de personas para alcanzar su objetivo. Hoy día es mantenido por un sistema
global centralizado de poder económico, político y militar, más sutil y menos
tangible que Pinochet o Videla, pero igualmente genocida. La Unión Europea
es una parte fundamental de ese sistema, y quienes más responsabilidad tienen
por su política neocolonial son los ministros de economía y finanzas y los
gobernadores de los bancos centrales nacionales y europeo. Estos señores se
reunirán del 12 al 14 de abril en Oviedo, y les estaremos esperando.
Comité de Solidaridad
con América Latina (COSAL)
Movimiento Anti-Globalización Asturiano (MAGA)