América Latina ha sido colocada en el campo de batalla de Irak; sin quererlo y sin darse cuenta. Piensa que las bombas caerán a diez mil kilómetros de distancia y no entiende que su propio destino se decidirá en las próximas semanas.
Las fuerzas que han colocado a la Patria Grande en esta delicada y peligrosa encrucijada, son cuatro: 1. el eje horizontal de acercamiento entre China, Irak e Irán y algunos países latinoamericanos, particularmente Venezuela y Cuba. 2. el eje vertical de acercamiento entre Cuba, Venezuela y un Brasil postelectoral gobernado por el presidente Inacio "Lula" da Silva. 3. La situación interna altamente dinámica e inestable en Venezuela, Brasil y Argentina. 4. La imposición del Tercer Orden Mundial ---encabezado por Estados Unidos y apoyado de manera subalterna por la Unión Europea--- con claro contenido y metodología fascistoide.
En cuanto a la primera variable, uno de los acontecimientos internacionales más importantes de los últimos años ha sido la creciente participación de China en la escena global, donde ha ido asimilando progresivamente el papel de apoyo a los países del tercer mundo que la Unión Soviética jugó en su tiempo. Dentro de esta nueva praxis y conciencia de sujeto internacional de peso, China ha estrechado lazos con diversos países latinoamericanos, entre ellos los dos que con mayor insistencia defienden su soberanía y su propia vía al desarrollo mediante un proyecto estratégico nacional: Cuba y Venezuela.
Bajo el liderazgo del Presidente Hugo Chávez, Venezuela ha reactivado sus vínculos con Irak e Irán, cometiendo la "blasfemia" de visitar al presidente Saddam Husseín en Bagdad y resucitando a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), cuya segunda potencia mundial es Irak. De tal modo, que se ha establecido ---en la visión de los planificadores imperiales de Washington--- una peligrosa alianza entre una potencia mundial no dominada por Estados Unidos (China); una potencia mundial petrolera y regional en franco desafío a la hegemonía imperial, situada en la zona más volátil y estratégica del planeta (Irak) y una potencia petrolera latinoamericana en rebeldía (Venezuela), junto con el único país liberado y socialista de América Latina (Cuba).
Este eje horizontal global ---en el cual, como en el imperio de Carlos V, "no se pone el sol"--- aumenta su poder al entrelazarse con un potencial eje vertical que la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) denomina, un "gigantesco bloque sudamericano de izquierdas" y que se concretarizaría mediante un triunfo electoral del candidato del Partido de los Trabajadores (PT) del Brasil, Inacio "Lula" da Silva, en las elecciones de octubre próximo. Quedaría, de esta manera, constituido "un eje Castro-Chávez-Lula capaz de empujar hacia la izquierda a otros países sudamericanos", como "Colombia, Bolivia, Ecuador e inclusive Argentina"; hacer alianzas con los "países terroristas" Irán e Irak y ser usado "como plataforma de agresión contra los Estados Unidos, por movimientos terroristas islámicos".
El tercer factor generador de la situación actual son las situaciones internas de Brasil, Argentina y Venezuela, concebidas por Washington como amenazas para sus intereses hemisféricas. Aunque Lula haya aceptado las reglas de juego de un Brasil subordinado a los intereses de Washington, su eventual victoria presidencial catalizaría a las energías populares que reclaman la entrega de tierras, empleos, salud y educación, todas ellas demandas que no pueden satisfacerse dentro de la política económica imperante.
El desenlace de la crisis en Argentina es de igual incertidumbre. El gobierno del presidente Eduardo Duhalde ha dejado la solución de la crisis estructural para su sucesor que saldrá de las elecciones de marzo del 2003. Esto por el simple hecho de que no existe solución a la crisis dentro de los parámetros que pretenden imponer el FMI y Washington. Y al transcurrir el tiempo de hoy a marzo, el status quo del país empeorará y lo empujará hacia soluciones más radicales, tanto de la elite, como de las mayorías.
Venezuela, finalmente, presenta el escenario más volátil. Todo indica que el Presidente Chávez ha decidido enfrentar la creciente desestabilización oligárquica y transnacional con la radicalización del proceso bolivariano y que define la correlación de fuerzas dentro del país y en la escena internacional propicia, para una ofensiva estratégica de las fuerzas revolucionarias. El tiempo dirá, si esta interpretación de la realidad es correcta.
Dentro de esta contraofensiva bolivariana, el presidente ha convocado a crear un movimiento obrero "revolucionario, popular, autónomo, luchando y coordinándose con los campesinos, los estudiantes y todos los sectores del país"; ha ordenado al Ministerio de Trabajo elaborar un proyecto de decreto para que los trabajadores "asuman el control de las empresas que cierren sus puertas para ira a una huelga para sacar a Chávez del poder"; y ha declarado que es tiempo de una "ofensiva revolucionaria porque el movimiento popular no puede permitir que le tomen las calles ni que hagan una huelga insurreccional como la anunciada por cúpulas sindicales corruptas y fascistas".
La cuarta variable, el proyecto del Tercer Orden Mundial imperialista, requiere poco análisis, porque sus implicaciones sobre tal situación latinoamericana son evidentes. La destrucción militar de Irak destruye a la OPEP que es el único punto de poder internacional real, con el cual cuenta Venezuela. El eje global horizontal perdería, en tal caso, su eslabón-puente en Medio Oriente y desaparecería. Por otra parte, el debilitamiento o la eventual caída del gobierno venezolano desharía el eslabón medio del eje hemisférico vertical que, igualmente, dejaría de existir.
En consecuencia, el "gigantesco bloque sudamericano de izquierdas" y el "efecto dominó" habrían sido conjurados por Washington y el "patio trasero" se hundiría de nuevo en la desesperación y resignación. Tanto más cuanto que el imperio habría demostrado al mundo entero que China no puede proteger a nadie a quién Estados Unidos decida destruir.