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Argentina: La lucha continúa

LA HISTORIA Y LA ACTUALIDAD
DE LA COORDINADORA ANIBAL VERON


"No es momento de estar solos en la calle" Anticapitalistas, autónomos, mantienen una férrea distancia de partidos y punteros. Los piqueteros de la Verón cuentan los golpes recibidos, las historias de militancia y el momento que vive un grupo fundado por catequistas y laicos.
Neka Jara y Roberto López en la sede Solano, una zona con fuerte movimiento eclesial de base. "Había una experiencia en la parroquia, estas tierras fueron ocupadas a partir de las comunidades de base."

Por Laura Vales

Los primeros piqueteros de la Coordinadora Aníbal Verón en Solano no fueron militantes radicalizados, como creyó el Gobierno, ni punteros de barrio, como podría apuntar el prejuicio más fácil. Tampoco eran obreros expulsados de las fábricas en mitad de la vida, como ocurrió en otras organizaciones de desocupados. Los fundadores del movimiento piquetero que se hizo conocido cortando rutas con las caras tapadas por pasamontañas y pañuelos, negándose a tener dirigentes, fue un grupo de catequistas y laicos de una parroquia católica de Quilmes. Casi todos mujeres.
Tanto es así que convocaron a la primera asamblea de vecinos durante una misa de domingo. Fue en agosto de 1997; tres meses más tarde salían a cortar la ruta. Ellas siempre más que ellos. Los hombres se fueron incorporando de a poco, con el tiempo, por diferentes caminos. "Porque pareciera que al hombre le cuesta más, su primera reacción es ocultar que está sin trabajo."
"Tenemos un compañero –cuentan en Solano–, que vino para rescatar a la mujer. La mujer le decía ‘voy a la iglesia’ y marchaba al piquete. Un día ella se va, el hombre prende el televisor para entretenerse y la ve en el corte, entre el humo de las gomas quemándose, con el cura, con la policía apostada enfrente. Y ella, al volver, como si nada: ‘¿dónde anduviste vos?’, le preguntaba él; ‘en la iglesia’, decía ella. Así que empezó a venir para sacarla, y terminó quedándose."
Neka Jara estuvo entre las fundadoras del MTD. Roberto López se integró un poco más tarde.
–¿Por qué ese vínculo entre la parroquia y la organización de los desocupados?
–Porque acá –dice Jara– en los ‘80 funcionaron de manera muy fuerte las comunidades eclesiales de base. Había una experiencia en los vecinos de Solano organizados en torno a la parroquia, todas estas tierras fueron ocupadas a partir de las comunidades de base. Los vecinos teníamos incorporada la actitud de buscar soluciones colectivas cuando aparecía un problema que nos afectaba a todos.
–¿Qué fue lo primero que hicieron frente a la desocupación?
–Convocamos a una asamblea, elegimos dos delegados para que averiguaran en el Ministerio de Trabajo cómo era el trámite para los planes de empleo. Enseguida vimos que el sistema estaba muy manejado por los punteros. Así que discutimos el tema del asistencialismo, qué es lo que genera, cómo funciona la pasividad, los riesgos de que te aplasten la cabeza sin que puedas reaccionar y entonces uno de los primeros acuerdos fue que íbamos a conseguir todo a través de la lucha, de salir unidos a la calle.
–Cuando comenzaron a organizarse ¿participaban en las asambleas militantes de partidos políticos?
–En las asambleas no. Eran casi todos vecinos sin militancia partidaria, a lo sumo con experiencia previa gremial en alguna fábrica. Cuando comenzamos a crecer un poco, ahí sí se acercaron los partidos para proponernos hacer algo en conjunto. Esas fueron las primeras experiencias negativas que tuvimos.
–¿Por qué?
–Porque lo que comenzó como algo solidario, como un acuerdo de luchar juntos terminó en oportunismo. Hay muchos partidos que con tal de llevarse algunos militantes no les importa romper una organización popular.
–¿Y resolvieron esa relación?
–Fuimos dándonos un debate, buscando criterios internos de organización. Uno de los acuerdos fue que si bien al Movimiento podía sumarse cualquiera, incluidos los militantes de los partidos, la reflexión y el análisis político pasaría por nosotros, no por el partido. No queremos que las ideas vengan como una imposición desde afuera, que sedecida en otro lado lo que tenemos que hacer. Otro acuerdo fue que ante la primera pauta o signo de que se estaba rompiendo ese criterio se pediría a los compañeros que se retiraran. Un tercer acuerdo fue que no trabajaríamos por cuestiones electorales. Cuando los enviados al Ministerio de Trabajo volvieron con las novedades sobre los planes de empleo y quedó claro que para acceder a ellos la vía eran los punteros políticos, se decidió hacer una marcha al municipio. Consiguieron unos pocos subsidios, junto con la promesa de que les darían 500 planes que nunca llegaron. Entonces empezaron los cortes de ruta. Y en menos de dos meses los piqueteros se encontraron en el centro de un fuerte conflicto con el obispado.
Jara: –(Eduardo) Duhalde le estaba dando alrededor de un millón de dólares para sostener el tema de Cáritas y bueno, vino el apriete de Duhalde al obispado, que si no se cortaba con las protestas retiraba el apoyo. Y el obispado pidió a su vez al cura (Alberto Spagnuolo) que se echara a los desocupados de la parroquia. Que la iglesia se dedicara a los sacramentos. O de lo contrario que los desocupados se organizaran, estuvieran organizados únicamente por cristianos y según las normas de la iglesia.
–Para la comunidad debió haber sido una sorpresa, sobre todo si venían de la experiencia de las tomas de tierra.
–Sí. Hubo una reacción colectiva, general, de no permitir esa imposición, de que los desocupados no se iban a retirar. Hicimos asambleas, reuniones. Cuando ya el obispado se dio cuenta de que no iba a haber marcha atrás decidieron trasladar al cura.
–¿Eso en qué año pasó?
–En el ‘97, a los dos meses de la creación del MTD.
–Fue enseguida.
–Enseguida. Y un domingo en donde más o menos mil personas participaron de una misa se convocó para charlar ese problema específico y ahí decidimos tomar la parroquia y no permitir que mandaran a otro cura o que desarmaran el movimiento. Cuando el obispo decidió imponer otro cura y vinieron con una caravana de 30 sacerdotes cerramos las puertas y ahí comenzó una toma de la parroquia. La ocupación duró años, hasta que vino el ultimátum. El desalojo llegó en junio de 2000, cuando ya estábamos trabajando también en otros barrios de Solano.
–El paso de estar desocupado a ser piquetero ¿es un tránsito fácil, que la gente da rápido?
Jara: –En estos momentos hay una referencia fuerte, una buena referencia nuestra en el barrio, pero hasta hace poco tiempo atrás no pasaba, costaba que los vecinos se integraran. Estaba muy instalado en el imaginario social que éramos violentos, nos veían como rebeldes sin causa.
López: –Es que nosotros hablábamos de la autonomía, de que no dependemos de ningún partido político, de cambio social y a mucha gente le resultaba como poco creíble, desconfiaban de lo que decíamos. Nosotros vemos que la primera reacción que tienen los que se acercan es la de sospechar que detrás hay algún partido escondido, algo. A medida que pasan los meses se dicen "ahora me voy a dar cuenta", "ahora van a saltar".
–¿Por qué creen que fueron estigmatizados como violentos?
Jara: –Yo creo que es el mismo Gobierno, el mismo Estado que busca sus propias defensas. Y después se utiliza a fuerzas políticas, a funcionarios, a punteros, a los medios y a algunas organizaciones que se prestan para decir qué características tiene que tener la lucha. Aquellas organizaciones que salieron a decir "nosotros somos los piqueteros buenos y ellos son los malos" se prestaron al juego del Gobierno, eso también influyó. En este tiempo vemos que están muy fuertes algunos discursos y vocabularios propios de la dictadura militar. Eso es peligroso para nosotros.
–La decisión de cortar las rutas con las caras tapadas les jugó en contra, porque ratificó esa imagen.
–La capucha y los palos no son lo fundamental de nuestra organización, como tampoco lo son los piquetes. Yo creo que detrás de todo eso está la verdadera esencia de lo que es el movimiento de desocupados, al menos el de Solano, y la verdadera esencia es que somos personas que hemos decidido organizarnos y luchar por dignidad, por tener mejores condiciones de vida, entendiendo que para tener mejores condiciones de vida esta sociedad tiene que cambiar. Por eso trabajamos. Todo lo demás son herramientas, elementos que se van tomando como medios de protección, de defensa o de resistencia. Justamente cuando se intenta poner en el centro todos esos elementos es para ponerte una etiqueta.
López: –Nuestra peligrosidad, para el Gobierno, no es la de los palos y las capuchas. Lo peligroso es los principios organizativos que tenemos, la horizontalidad, la autonomía, el objetivo de querer cambiar el mundo, pero de raíz, la democracia directa.
–¿Qué coincidencias y qué diferencias tienen con los militantes de Quebracho, que también integran la Coordinadora Aníbal Verón?
Jara: –Yo puedo decir cómo lo vemos en Solano: creemos que es una de las contradicciones que tenemos. Cuando discutimos el tema de la autonomía entendemos que hay una parte de la Aníbal Verón que no es tan autónoma. La diferencia es política... para nosotros lo prioritario es la práctica, nuestra consolidación interna. Pero hay otras organizaciones que se mueven para generar hechos políticos, hechos mediáticos.
–¿Hay otras líneas en la Aníbal Verón además de ustedes y de Quebracho?
–No, esas son las dos vertientes.
–¿Qué cambió acá, en este MTD, después de la represión en Avellaneda?
–La pérdida de Darío (Santillán) y Maxi (Kosteki) ha provocado una angustia muy grande. Pero el objetivo del Gobierno, que fue desorganizar, creo que no lo lograron. Aquí no se han ido compañeros prácticamente del MTD. Si se han ido han sido compañeros muy nuevos, que se habían integrado hacia muy poquito. Se discute mucho lo que pasó, todos los días se discute el tema, sale constantemente en las conversaciones, en los cursos de formación.
–¿Hicieron alguna autocrítica sobre lo que pasó?
–Por ahí lo que tenemos que cambiar es más que nada el tema de la seguridad. Estamos viendo qué otras formas de seguridad podemos encontrar para salir más fortalecidos a la ruta.
–¿Qué creen que podrían hacer?
–Pensamos fundamentalmente que en estos momentos la represión golpea a toda la sociedad. Si bien tenemos muchas diferencias políticas, en cuanto a criterios organizativos y prácticas concretas con otros sectores, queremos unificar la lucha ante un sistema represivo que golpea a todos. Una de las herramientas defensivas más fuertes es ésa, unificar la lucha, acordar con otros. No es momento para estar solos en la calle. Y, fundamentalmente, ir rompiendo con los sectarismos. Creemos que eso nunca hace bien. Para nosotros la fortaleza pasa por eso, por la capacidad de organizarse y de unirse para luchar