OPINION
La refundación
EDUARDO ALIVERTI / PAGINA 12
Hay alrededor de tres millones de habitantes comprometidos en actividades de
caridad o solidaridad. Hay un nuevo comedor comunitario cada cuatro días,
sólo en Capital y Gran Buenos Aires. Hay una clase media derruida que
se está ocupando de separar la basura para ayudar a la masa de hambrientos
que recorre las ciudades. Hay cada vez más vecinos que no están
dispuestos a dar vuelta la cara ni a colgar el portero eléctrico ante
los ruegos desesperados de comida. Hay colectas en las universidades. Hay periodistas
que no se vendieron. Hay sinvergüenzas que no pueden salir a la calle.
Hay compras colectivas para zafar uno y ayudar al otro. Hay casi un centenar
de fábricas quebradas por atorrantes y retomadas por los trabajadores
en experiencias autogestionarias. Hay una movilidad cultural insólita
en medio de la miseria más espantosa de nuestra historia. Hay escrache
a los milicos que andan sueltos. Hay marchas todos los días. Hay huertas
por todos lados. Hay odio a los yanquis. Hay intelectuales que no se quebraron.
Hay tejidos que se reconstituyen en los barrios y en las villas. Hay la vuelta
de la lucha de los secundarios por el boleto estudiantil. Hay denuncias sin
parar contra el gatillo fácil.
Si hay esa fortaleza para resistir, quiere decir que está dado el primer
requisito para intentar la conformación de un contrapoder popular que
les duela. Desobediencia civil, no pago masivo de impuestos ni de servicios,
boicots: lo que fuere mientras haya primero conciencia y después fuerza
política para ejecutarlo con probabilidades de éxito. Las reservas
populares no demuestran necesariamente que se va a poder, pero sí que
se podría. Es eso o es, por ejemplo, la vuelta de Adolfo El Breve; o
alguna fórmula peronista que reeditará la secuencia de Menem ‘89;
o un escenario de anarquía institucional donde, al efecto de las necesidades
de las mayorías, dará lo mismo quien sea.
Lo más probable, de todos modos, es que ocurra eso último vistos
los tiempos en danza. Pero es muy diferente que vaya a pasar por resignación
o que suceda mientras se organiza una construcción distinta. Y la responsabilidad
central de abordar lo segundo pasa por los sectores políticos, sociales,
intelectuales, que se dicen en disposición para activar otro modelo.
Porque el grueso de quienes apenas si pueden pensar en cómo conseguir
un alimento diario, en el mejor de los casos, no está para encabezar
alternativas de conducción política.
La tarea de dirigir la refundación de este país está en
manos de aquellos que, todavía, se pueden dar el lujo de pensar.