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Argentina: La lucha continúa

Ahora quieren ver presos a los pobres

"...Nekhludov comprendió perfectamente que toda aquella gente que había sufrido condena, deportación y persecución no había cometido delito contra la justicia ni violación de la ley, sino simplemente porque impedían a los funcionarios y a los poderosos el poseer una fortuna en perjuicio de aquel pueblo vejado y acosado..."
Resurrección (1899) – León Tolstoi

Por Hugo Alberto de Pedro

Cuando personajes estrechamente ligados al menemismo emiten opiniones, sobre quienes a diario llegan a las calles buscando en la basura todo aquello que pueda servirles para paliar su miseria, notamos que las ideas de neto corte fascista y autoritario no han abandonado la vida política nacional, y nos autoriza a pensar que solamente están agazapados.
Toda la histeria parece en éstos días estar puesta contra los cartoneros que se desplazan por los grandes centros urbanos, y no escatiman -estos cómplices y beneficiados del neoliberalismo aplicado a rajatabla en Argentina- en tratar de frenar ésta actividad que según recientes cifras oficiales permite la subsistencia de por lo menos 155 mil personas y de familias enteras.
Con esa furia, violencia y terrorismo verbal que los ha identificado toda la vida, no utilizada para denunciar mientras se torturaba, desaparecían personas, devoraban el país y las ilusiones de millones de compatriotas, comunicadores y medios como: Hadad, Feinmann, Neustadt, Laje, Grondona, Gelblun, Sofovich, Longobardi, Radio 10, Canal 9, BAE, Ámbito Financiero entre otros, encuentran a los nuevos enemigos de "sus ciudades, calles y avenidas de privilegio", entre los que buscan en la basura una fuente de ingresos que les permita existir mañana
Por el otro lado, porque éstos verdaderos inmorales tienen varios frentes de actividad contra las necesidades del pueblo hambreado, están los que aspiran a cargos en las próximas elecciones como Macri y Scioli. Ya han comenzado a dejar bien en claro que no permitirán que estos nuevos pobres -antes trabajadores- pululen en las veredas y calles, menoscaben las exorbitantes ganancias de las empresas concesionarias de recolección de residuos, incomoden a los turistas con su trabajo, puedan paliar la crisis antes de sucumbir por los efectos sistemático desplazamiento humano impuesto.
Ellos no tienen en sus economías personales, familiares, empresarias y de las que son testaferros problemas donde la vida esté en juego. Algunos han sido y actualmente son funcionarios de dictaduras y del menemismo, redactado los discursos presidenciales, obtuvieron publicidad estatal para sus deportes, sus padres han sido parte de las patrias contratista, concesionaria y privatista, presidentes de fundaciones, miembros de organizaciones parareligiosas, invitados de honor en las reuniones donde la pizza y el champagne corrían al mismo ritmo que la entrega de la patria, sospechados de evasores, con fortunas que no podrían tolerar la más leve de las investigaciones; y que ahora se vanaglorian de haber limpiado las calles con la Policía, que tratan de delincuentes y ladrones a los cartoneros y proponen llevarlos presos.
Hoy en día, cientos de miles de personas subsisten del producto vendido que encuentran en la basura que todos dejamos en nuestras puertas, podemos observar la forma en que abren y cierran las bolsas para no dejar intransitables las aceras y vías de tránsito, el respeto que demuestran con su trabajo a los que transitamos entre ellos cotidianamente. Poseen la dignidad que el trabajo otorga a cualquier ser humano y que los políticos y dirigentes corruptos -cuando no mafiosos- no quieren practicar ni aceptar.
Entonces debemos exigir e imponer a nuestros legisladores, en el corto tiempo de vida política que seguramente les queda porque se deberán ir todos, que se aboquen a realizar el ordenamiento legal necesario para establecer la forma de realizar ésta actividad, su seguridad e higiene, cobertura social y previsional, organizando las cooperativas de trabajo necesarias por barrios o ciudades que eviten la explotación por los mismos vivos de siempre y de los peajes que cobran los encargados de la seguridad de la vía pública, con horarios establecidos de trabajo, lugares acondicionados para el almacenamiento, separación y clasificación, etc.
Nada en todo esto aportarán los amigos del poder y socios en las ganancias del modelo de exclusión social que llevó a toda ésta gente a convertirse en sus víctimas, ser expulsados de sus trabajos sin contención social de ninguna especie, convertirlos en pobres e indigentes y en muchos casos llevándolos a dejar la vida o bien tener desgraciadamente que salir a delinquir.
Encauzar, proteger y acompañar ésta actividad sería un paso muy grande en el camino que debemos recorrer para encontrarnos nuevamente con ese ciudadano que con su trabajo se alimenta, educa, cuida la salud y fundamentalmente tiene un sueño de vida.
29 de agosto del 2002